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EL JOVEN MURRIETA
Gerson Gómez

 
Para Carlos Velázquez

 

culturalogoLa noche comenzó en el Pluma Blanca, una cantina donde es imposible calzar una firma más en las paredes, o colgar una foto, en ese mural, mientras te ofrecen un trago, o conectas un cien de perico.
Es ahí donde Murrieta, se reúne con sus ex compañeros de la universidad.
Cuenta con título de abogado, y siempre ha aprovechado el prestigio de ser el hijo de papá: carro último modelo, casa de playa en San Carlos, viaje anual a Ibiza y tarjeta de crédito platino.
Le vale madre la música de banda sinaloense, y por eso no asiste los jueves al Fridays:  eso es de cheros.
Se encomienda a  Malverde, que le ha resultado muy efectivo. Los que le tienen malora se los carga la chingada, y ya van quedando menos.
Se ha enamorado dos veces. Del mismo cabrón, que lo desprecio por lo blanco de su piel, lo espigado y atlético de su cuerpo, lo azul de sus ojos y los grandote de su pene.
Le molestaba de Murrieta su buen gusto para vestir, el aroma de perfume fino, el juego de plumas mont blanc, que le dijera que no era sano comer en los puestos de tacos,  el comprarle siempre las bebidas en el bar,  que fuera puntual a cada cita, sus llamadas y mensajes al celular.
Se asfixiaba de Murrieta al recibir correos con postales virtuales. Que siempre fuera por los chescos, el proponerle irse de vacaciones juntos, que espantara a las chicas y chicos que se acercaban a saludar.
Murrieta le perdono todo.
Las seis madreadas que le dio por puros puntos, confundido de ser el punching bag estilo R2D2.
Que no lo visitara en el hospital y le llevará flores. O un globo con la leyenda de mejórate pronto.
Que le dijera de Paulo Cohelo, el peor escritor de todos los tiempos; si quería invertir su tiempo en lectura debería ser en  la Biblia Vaquera de Carlos Velázquez y no andarse con mamadas.
Murrieta lo saco del bote cuando se robo su carro, diciendo que había sido un gran error.
En el olvido estaba las frecuentes visitas a la lucha libre, porque él es fan del místico.
Los bailes de Los Cadetes de Linares y a la Banda El Recodo de Don Cruz.
Murrieta bien aguantado, dejó que le lanzara la ropa a la calle y le dijera largarte de mi vida no te quiero volver a ver.
Que siempre le escondiera su caja con cocaína, nomas por verlo pasar ansiedad. Que le hiciera comprar gansitos en vez de twinkie wonder.
Que el pan integral ayuda a tener mejor digestión y evacuaciones más consistentes.  
Murrieta enamorado dos veces dos veces del mismo cabrón se descolgó en el Pluma Blanca.
Cerró el trato con su corazón. Esa noche se volvió a enamorar.
Fingiendo borrachera, acompaño a los estudiantes de filosofía y letras al encuentro de escritores en la ciudad.
Le llenó el ojo y salivó al conocer a un narrador gordito, moreno con acento norestense. Misógino, borrachote 30-30.
Le invitó de su cerveza, cocaína y dejó que se clavara la caja de cedes que traía en el auto.
Al llegar al hotel se dirigieron al área de la alberca. La caldera estaba apagada. Se despojó de su camisa, zapatos, calcetines y pantalón.
Nadó entre las piernas del escritor y de sus amigos. Divertidos echando porras.
Murrieta, Murrieta, rra rra rra.
El licenciado Murrieta agitando los brazos helados. Feliz, desecho de complejos y del afecto del cabrón que siempre lo despreció.

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