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LOS ZAPATOS
DEL DIOS BOLA

Lorena Sanmillán

culturalogoAtravieso la plaza del Colegio Civil. Las escasas bancas están situadas en la periferia. Ya no están los cubos donde antes me sentaba a disfrutar de la hora libre entre clase y clase. La tarde es una promesa de manto azul índigo y sin embargo busco la sombra del Dios Bola para cobijarme. En el año de  1910, este monumento era un hermoso ejemplo de la escuela de arquitectura academicista europea, pues fue diseñado por el arquitecto Alfredo Giles a petición expresa de don Porfirio Díaz, para conmemorar el primer centenario de la Independencia de México.
Formado por un pedestal de piedra de Durango modulada y que fue coronada con una esfera de mármol, con una flecha que la atraviesa apuntando el polo astronómico en la dirección del meridiano que pasa por Monterrey. Con una rica ornamentación, el pedestal contaba con algunas placas que daban datos sobre las coordenadas en las que se sitúa Monterrey, entre otros datos astronómicos. En sí, era un monumento histórico, geográfico y metereológico. Actualmente, el pedestal sólo cuenta con la placa que celebra el regreso de este ícono universitario a la plaza en el marco del setenta aniversario de la UANL.
Me acerco despacio saboreando el reencuentro. Sin saber, incomodo a su inquilina, que no admite visitantes. Ella, ante mi presencia decide cambiar de lugar. Mientras se aleja, algo dice pero no la entiendo. No discuto, sólo la observo. Viste una calceta rosa mexicano que le cubre la pierna izquierda hasta casi llegar a la rodilla. En la otra lleva un calcetón extrañamente blanco. Un blusón que alguna vez fue amarillo pollo completa el atuendo de la desamparada. En su cabeza, el peinado que está de moda entre los habitantes consuetudinarios del Rube. Imitándome, se lleva una mano a la oreja. Simula hablar por celular. En mi cuerpo palpita el sentido de la compasión ante su mundo de fantasía. A saber si su plática ficticia será más interesante que la mía, en la que sólo busco informar de mi llegada. Su saldo no se terminará y en su chip podrá almacenar a todos sus contactos. ¿A quién le llama? ¿Con quién habla? ¿De qué? ¿Qué le significa a ella el Dios Bola?
La miro y me mira. Pienso en su vida. Quizá salió de su casa un día y sólo se fue caminando. Tal vez escapó de alguien que la oprimía. Quiso alcanzar el sueño de la libertad. O la corrieron. O la están buscando. Ignoro cuál será su historia y qué hace en mi espectro visual. Si acaso tiene un mensaje oculto para mí inscrito en el destino al encontrarnos esta tarde. Una lección de vida: sobrevivir al día tras día, sin recursos. Sin más que el vivir las horas que no son dadas y alimentar la curiosidad de quienes nos rodean sobre el transcurrir de las nuestras.
Revisa los basureros uno por uno. Acaricio el monumento buscando fuerza. Su inspección no le resulta satisfactoria a juzgar por los gestos que hace después de inspeccionar en cada uno de ellos. México avanza hacia el Bicentenario. Celebramos la Independencia, los tiempos en que fuimos un pueblo que se levantaba unido por un fin común. Ahora aún tenemos muchos asuntos pendientes y no somos capaces de unirnos para resolverlos ni para cuidar los monumentos. Que si los colores. Que si el presidente. Todos tenemos razón y pretexto. México busca en los basureros mundiales algo que no encuentra. Ella obtiene su fortuna: unos zapatos gastados que la calzan y la hacen sonreír. Corrige su postura y sé que se siente bella, inalcanzable. Ahí reside su fortuna. Ya tiene con qué zapatear este próximo quince de septiembre.
 
lorenasanmillan@gmail.com
http://lorenasanmillan.wordpress.com

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