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22 Febrero 2011
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La segunda estación
Héctor Franco Sáenz

Aunque pareciera, y estar a unas semanas de que se recuerde la crucifixión de Cristo, esta entrega no tiene nada que ver con el vía crucis que inicia cuando Jesús es condenado a muerte y en la segunda estación carga con la cruz para llevarla al calvario, según la tradición cristiana. Tampoco está relacionado con la puesta en marcha de una segunda estación por parte de alguna cadena radiofónica, a lo que en realidad se refiere, es a un segundo momento que se presenta en la vía de la formación para el trabajo.

“Saber leer, escribir y hacer cuentas”, por siglos enteros, y en nuestro país hasta hace algunas décadas, eran las capacidades (o competencias como hoy les llaman) necesarias para que una persona se incorporara al mundo del trabajo, ya fuera en el campo o en la ciudad, y quienes de eso sabían tenían con qué hacerse vivir, mucho antes de que la primaria o la secundaria, y ahora hasta la preparatoria, existieran o llegaran a ser obligatorias como hoy sucede.

Los rasgos de esa educación o formación profesional, eran adquiridos por los individuos al incorporarse en el desempeño de un oficio o empleo, ya fuera de iniciar como aprendiz hasta convertirse en maestro, labores que al especializarse llegan a formar instituciones a cargo de quienes poseían el saber para hacer las cosas, constituyendo la esencia de la labor de las Academias, durante varios siglos, centros donde se reunían los maestros en determinado saber u oficio, de los cuales en Monterrey tenemos grandes ejemplos, desde la que fundaran a mediados del siglo XIX don José María Gajá o don José María Treviño, para enseñar cosas útiles.

Cuando se instituye como obligatoria la primaria, los saberes profesionales dejaron de tener el mismo aprecio, empezaron a ser más importantes los títulos o los grados que los saberes iniciando desde que se hizo obligatoria la primaria, y ya salvando la primera estación en su trayectoria profesional, en la segunda estación, los niños entrando a la pubertad, a la edad de 12 a 14 años que tenían la necesidad de ejercer un oficio que les diera para vivir y donde se formaran a corto plazo, contaban con distintas opciones profesionales viables, para emplearse en la industria o el comercio que tenían fuerte avance.

En un tiempo, antes de ser preparatorias, la “Escuela Técnica Industrial Álvaro Obregón” y la Escuela Técnica Industrial Femenil “Pablo Livas” formaron parte de esas opciones, además de la “Escuela de Técnicos” del ITESM y la que tenía el grupo Vitro de cuyas características ya se han tratado en este espacio, además de la Escuela Electrónica “Monterrey” y las Academias Comerciales, como el “Instituto Comercial Inglés” o el Oxford también ya analizados.

En instancias como las mencionadas, a las que se podía acceder al término de la primaria (de ahí lo de la segunda estación), por lo general los jóvenes, a la edad que se debe de acuerdo a su desarrollo psicofísico, egresaban preparados para desempeñarse en diferentes actividades, ya fuera como por ejemplo: electricistas, soldadores, fresistas, secretarias, taquimecanógrafas, tenedores de libros o contadores de comercio; en cuyo desempeño, por lo general, lograban una manera honesta y digna de vivir.

En este recorrido no puede dejar de mencionarse, lo que se hacía desde afuera del sistema escolarizado, como la labor realizada por la “Hemphill School”, institución que con origen en los EUA se especializara en lo que fue la educación por correspondencia para formar, entre otros oficios: electricistas, plomeros o locutores. En la actualidad esta escuela está dedicada a ofrecer cursos de educación y capacitación técnica, así como educación vocacional (profesional) a distancia por Internet en diferentes idiomas. Como se anunciaba en los periódicos y revistas de la época, como Hit, Súper Hit, Life o Confidencias, representó para muchos mexicanos, una opción viable para quienes trabajaban, o que por sus condiciones, no podían aprender por los medios formales.

En esta segunda estación una opción similar a la anterior fue la que representó para muchos jóvenes y adolescentes, el CECATI  (Centro de Capacitación Técnica Industrial), organismo emblemático por su ubicación en la Colonia Fierro y que formara a importantes generaciones de técnicos especializados en soldadura, electricidad, mecánica automotriz y otros oficios con solo haber estudiado la primaria.

Entre los esfuerzos más importantes del Estado por desarrollar una vía de formación para el trabajo con íntima relación con las necesidades sociales, de las empresas y las comunidades donde se encontraran ubicados sus planteles, viene a ser en 1978 la creación del Colegio de Educación Profesional Técnica, mejor conocido como el “Conalep”, institución que nace bajo la dirección del Ing. José Antonio Padilla Segura para formar técnicos especializados en áreas industriales y de servicios, que para ingresar deberían contar con estudios de secundaria.

En Nuevo León, los primeros planteles surgen en la década de los ochenta y se fundan con muy estrecha relación con el grupo Vitro, lo cual lo muestra que sus planteles en Monterrey se ubicaron en propiedades y colonias de ese grupo empresarial. Por sus materiales y objetivos representó para los jóvenes de entonces una opción real para incorporarse al trabajo después de haber estudiado una carrera de tres años, mas cómo era de carácter terminal, como sucede en la mayoría de los países, a los pocos años, al terminar su primera década de fundado, habría de enfrentar una crisis en su matrícula.

Varios factores concurrieron para que el problema anterior se presentara, por un lado el peso de la tradición, el “Ariel” de Vasconcelos por decirlo de alguna manera; por otro el mercado y las cosas del status, “el Conalep no valía como Prepa”, mientras “todo” el sistema social y educativo se encuentra encaminado a formar licenciados, ahora Masters o Doctores, sin importar mucho, en qué, dónde y como sea.

Las anteriores razones entre otras, fueron obligando al Conalep a también convertirse en una “preparatoria” técnica, cuyos estudiantes reciben el título que llaman de “Profesional Técnico Bachiller”, con lo que de la segunda se pasó a la tercera estación y hace considerables esfuerzos para cumplir con los dos compromisos: preparar un profesional técnico que además cuente con el nivel de bachillerato.

Muy convencidos estamos, de la necesidad que existe de evaluar en los foros apropiados, qué tan benéfico ha sido para la sociedad, exigir cada vez más, estudios escolarizados para el desempeño de un oficio con el que se podía vivir, y que no suceda lo que la picardía ha puesto en la red con el título “hasta donde hemos llegado con la crisis”, donde aparece un delincuente exigiendo a un transeúnte su cartera, pero al verla tan exigua, se la regresa y le pide el celular, pero cuando le dice que no trae saldo, el ladrón le reclama y le pregunta: ¿a qué te dedicas, qué eres? El afectado le responde que estudió en el TEC de Monterrey; que tiene varias maestrías y hasta un doctorado; cuando el delincuente escucha esto se quita la máscara y le dice: “te me haces conocido, ¿de qué generación eres?”

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