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970 12 Enero 2012

Sacal, el textilero salvaje 
Hugo L. del Río

M
onterrey.-
El comportamiento de Miguel Sacal Smeke es cosa natural para muchos hombres y mujeres de la casta divina. No todos son así, pero la violencia y arrogancia del magnate no tiene nada de sorprendente.

Lo que asombra y asusta es la pasividad con que mi tocayo Hugo Enrique Vega sufrió la madriza por partida doble. Hugo tenía miedo de perder la chamba: por eso sacrificó su dignidad y soportó la humillación.

A eso hemos llegado: los magnates se portan como señores feudales. Supongo que ejercen, ellos, el derecho de pernada. Ellas, no sé.

El tal Miguel ─el gentleman textilero— paga mil pesos diarios por su depa o lo que sea en Torre Altus, Paseo de las Lomas, allá por el defe.

Mi colombroño ─lo que hace uno para no repetir palabras— ni siquiera se dio la satisfacción de mentarle la madre al pobre millonetas. Sus compañeros de trabajo fingieron demencia y el tío de Seguridad no tocó a Sacal ni con un dedo.

La laniza es fuero, escudo y puño de acero, todo al tiempo. El millonetas no mató a Hugo Enrique porque no quiso. Quizás, molesto con la publicidad, lo haga. Sabe que no lo castigarán.

“Pinches indios”, les gritó a Vega y sus hermanos de esclavitud y abyección. Sí, los potentados aquí y en China son racistas, además. El tsunami de salvajismo y miseria nos desnudó: ¿perdió la prole el sentido de la dignidad?

Las redes sociales y, en general, los medios descobijaron al tal Miguel. Qué molestia, pero de ahí no pasa.

Aquí no cantamos mal las rancheras. Sacal y los dueños de Famsa son hermanos de clase y de sangre. Los famsos serán más discretos, pero igual que el de los textiles tienen el alma sucia y retorcida.

Para ellos somos “pinches gatos”. Si hay un accidente de trabajo porque la empresa viola las normas de seguridad, es cosa de los idiotas: que con sus uñas se rasquen.

“El culto del ego es tan sanguinario como el de los antiguos aztecas; se alimenta de víctimas humanas”, escribió hace más de medio siglo el maestro Samuel Ramos.

Todo está en los libros. Por eso no leen personajes menores como Peña Nieto y vástagos de Huichilobos como Sacal.

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La Quincena Nº92

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