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1126 17 Agosto 2012

 

Sabores y aromas de Lovaina
Cordelia Rizzo

Monterrey.- Calo ahora el retorno a Monterrey después de un viaje de trabajo/vacaciones en Barcelona y una visita muy anhelada a Lovaina (Leuven), donde está mi segunda Alma Mater, el Instituto de Filosofía de la Universidad (ahora no católica) de Lovaina. 

Casi en mi último día en Bélgica me enteré de que la universidad había dejado el mote católico para mostrar que responde de una manera más sensata al presente.

Mi viaje fue plácido. Un recorrido pausado por los lugares, sabores y aromas de Lovaina. Recordé mis ansiedades previas a vivir en la tierra de la puntualidad en los trenes y la exigencia de cierta madurez para entrar al juego de los europeos educados. Luego vino el recuerdo de cómo las superé arropada en el rostro de la altivez de mi segundo terruño.

Lovaina es una ciudad con un trazo medieval. Está diseñada para meditar, para albergar un éxtasis espiritual a la medida de la vida de los mortales no místicos de monasterio. Las caminatas que hice me remontaron a la experiencia de la costumbre de la ciudad, y lo increíble que era ver las imágenes del ayuntamiento y las iglesias góticas en la niebla y nunca habituarme a ellas. Fotografié mucho.

Fui a cenar con mis compañeras de juerga del primer año, unas chicas inteligentes y alivianadas que estudiaban el Master en Estudios Europeos (las tres trabajan en instituciones europeas), casadas y ya empezando sus proyectos de maternidad. Estaban muy enteradas del trabajo de activismo que hago en Monterrey –vía Facebook- y traen a México en la mente. Una de ellas está casada con un mexicano y mejor informada que la mayor parte de los mexicanos en el extranjero que conozco.

Luego vi a los eternos Katrien y Matthias, con quienes me quedé dos días, que son la prueba de que en Lovaina se puede amistar con flamencos (a quienes se les considera cerrados y fríos, me pregunto a quiénes se parecen) y que fueron mi roca cultural desde que los conocí el primer año.  Katrien fue la que me platicó que la universidad ya no sería católica.

La noticia me golpeó, porque me sentí desprendida del entorno conocido, pero pronto supuse que lo habían decidido por un asunto del conflicto que desde que estaba por graduarme de la maestría -en 2007- había con la investigación en células madre. Pronto me sentí liberada de la presión de admitir haber estudiado en dos universidades católicas cuando yo me precio de ser progresista.

El tema era que fluiría el dinero, que Leuven podría ser una potencia de investigación en las ciencias biomédicas, pero que ello iba en contra de su ‘esencia’ católica, es decir, de la obediencia al Vaticano.

Los escándalos de pederastia, como es de esperarse, habían puesto en jaque a la jerarquía católica de una región del mundo donde las iglesias son más bien museos. Aunado a ello, la pedofilia es el problema de crimen más sentido (en un lugar con cárceles casi vacías), en general.  La relación entre iglesia y pedofilia es una que resulta lo suficientemente clara en Europa como para presionar a exigir ciertos posicionamientos de las instituciones que presumen una filiación católica.

Si bien la Universidad de Lovaina también ha decidido deslindarse del catolicismo que la formó y la inspiró también para no dañar su posibilidad de crecer más en la internacionalización de sus programas (o sea un asunto de dinero y prestigio), da señales de una coherencia institucional que nos parece en México ya un asunto de ficción o historia cretácica.

En mi tesis de maestría estudié el argumento conservador del estadounidense Leon Kass en contra de la clonación. Difícilmente todas las investigaciones biomédicas llevan a este tipo de encrucijadas morales.

Lo cierto es que no se pueden respetar todos los frenos que vienen del Vaticano por un asunto de lealtad a ciertos ideales que han abandonado los recintos religiosos. Sacrificar la promesa de un rubro de investigación por ideales caducos, y ultimadamente lastres, es lo que rechaza la universidad.

Katrien me platicaba que la discusión sobre conservar o desechar el ‘Katholieke’ fue intensa y seria; recordé aquella vez que le enseñé un libro de exvotos y eso suscitó una discusión sobre la importancia de saberse ligado o no a una postura religiosa. Yo siempre he dicho a eso que no importa, pero bueno, soy de otro contexto. La conversación me pareció tan anacrónica en aquel entonces. Ahora veo que era parte de un proceso colectivo, tras el cual Katrien ha enterrado sus simpatías católicas heredadas también.

La atención a la conversación sobre los avances de biomedicina en Leuven desde el Instituto de Filosofía me revelaba un grado de coherencia que yo no había vislumbrado en las instituciones educativas católicas en México.  No es que ser coherente sea la panacea, pero sí sirve como un parámetro para pensar y evaluar otro tipo de cosas, un mínimo que no vemos en las instituciones mexicanas.

Vale la pena profundizar sobre el momento en el que Leuven abandona su mote católico. El mundo ha visto grandes avances en el terreno de la ciencia biomédica desde mediados de los 90’s, pero quizás la verdadera posibilidad concreta se da ahora, o tal vez el reconocimiento de ésta sólo fue posible con el tiempo.

El momento éste, sin duda, es complejo. La decisión tal vez parecería obligada, pero lo que bien es cierto es que el costo de no virar hacia ese deslinde del catolicismo (con todo y que permanecen la facultad de teología y derecho canónigo y la parroquia universitaria como parte de la universidad) no sería poca cosa.

Aquí en México parece que carece de consecuencias seguir obedeciendo los preceptos doctrinales –entre los que se dictan y los que la gente interpreta- de una institución que ha traicionado (con sus muy notables excepciones) a sus feligreses.

Si bien cada quien decide qué obedecer, hasta cierto punto, la iglesia tiene también injerencia sobre quienes voluntariamente la rechazamos.  Nosotros coexistimos con comunidades católicas y son nuestros amigos, padres, compañeros de trabajo también. Nuestra cultura está embebida en formas que nos vienen de las fiestas y rituales del catolicismo.

En los momentos que nuestra manera de ver las cosas se estira a su máxima capacidad de producir pensamiento y comprensión, no somos capaces de abandonar algo de nuestras vidas para aliviar el dolor.  Abandonar tal vez es innecesario pero por qué resulta aparentemente imposible cuestionar, criticar, someterlo a una intervención creativa. Ni siquiera nos es factible porque nos modelemos como ciudadanos al estilo de urbes y pueblos que son ejemplo de desarrollo, como lo es, sin duda, el de Bélgica.

El cariño que le tengo a Leuven no me ciega y no es este un pretexto para decir que estamos mal y que Bélgica está bien. Sólo es un buen pretexto para preguntarse ¿por qué no hemos sido capaces de darle la espalda a instituciones tan nocivas como la iglesia católica, cuando ella se lo ha dado a sus adherentes? ¿Cuál es el plan? ¿En qué momento tendrá la curia jerarcas que sepan responder a los nuevos tiempos? ¿Por qué es tan impune su indolencia y su dañina tergiversación?

La universidad de Lovaina deja su mote después de casi 600 años de nacer y existir a través del catolicismo. Lo mejor del arte flamenco está inspirado en la teología católica y el encanto de sus ciudades también abreva de una espiritualidad afín. El momento del deslinde nunca es sencillo, pero es justo tratarse como colectividad de un modo más amable. Se debe ser capaz de decidir a favor de una.

De un modo torcido se ha ejercido la consecución de las lecturas más retrógradas de la doctrina y la Biblia católica vía Televisa y TV Azteca, y eso es tan sólo una muestra del verdadero espíritu de la comisión de Jesús a Pedro en el Nuevo Testamento para nuestros días. 

¿Qué hay que perder en México? ¿No hemos perdido ya suficiente?

 

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