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1126 17 Agosto 2012

 

Judas
(Cuento Político)

Miguel Treviño Rábago

Reynosa.- Los hombres más poderosos fueron llegando en camionetas blindadas y rodeados de sus más fieles guardianes. La cita era en una bodega con excelente camuflaje en lo alto de una montaña en el norte del país.

Después de arduas negociaciones y pactos de no agresión ni traiciones, los "jefes" máximos decidieron reunirse para discutir frente a frente y de una vez por todas, cómo se repartirían los grandes negocios a lo largo del territorio nacional. Aún así, cada "jefe" instruyó a sus hombres para estar alertas en caso de una sorpresa.

LA OSCURIDAD era casi total. Sólo algunas lámparas indicaban el sendero a seguir para entrar en el amplio recinto que también estaba iluminado con luces tenues pero sellado absolutamente para no llamar la atención ni desde tierra ni aire. Sillas, mesas, botellas, vasos, colchonetas en las orillas, garrafones de agua, cajas de refrescos y aguas minerales, hieleras repletas de cerveza, etc; eran las "comodidades" que esperaban a los "jefes". Allí permanecerían el tiempo necesario hasta lograr los "acuerdos". La condición máxima era que sólo los "jefes" permanecerían adentro, desarmados, sin ningún aparato electrónico de ninguna clase.

POCO A POCO se fue escuchando el ruido característico de un helicóptero que se aproximaba a la cima de la montaña en donde se habían colocado pequeñas luces de orientación para la nave. Todos sabían que en ese poderoso "halcón negro" llegaría el hombre más poderoso de todos los grupos armados del país. Era el hombre clave para las negociaciones con el nuevo gobierno del país que estaba por apoderarse del Palacio Nacional. El artefacto sobrevoló el lugar, asegurándose de que todo estaba en orden, y después de varias señales luminosas convenidas, empezó a descender con su misterioso pasajero.

LOS HOMBRES armados en tierra se pusieron nerviosos y alertas. A cierta distancia del lugar otros hombres con rifles de alto poder y armamento más sofisticado vigilaban que nadie pudiera aproximarse al sitio del cónclave. Tenían órdenes precisas: Tirar a matar o destruír cualquier hombre o vehículo cuya presencia no estuviera autorizada o identificada por sus "jefes". Se habían armado así tres círculos de seguridad alrededor de la bodega donde esa noche se tomarían los grandes acuerdos para lograr la paz en el país. Más de 70 mil muertos había cobrado la guerra entre sus grupos. La situación no podía continuar así.

DEL HELICÓPTERO ultra moderno no sólo descendió el "jefe" máximo, la sorpresa fue mayúscula, cuando entre las sombras los guardias armados hasta los dientes, identificaron a un segundo hombre muy importante. Su figura era inconfundible pues no había día que no apareciera en todos los periódicos del país. No podían creerlo. Los dos hombres impecablemente vestidos, uno de rico norteño y el otro en elegante ropa sport iban charlando y ríendo mientras se encaminaban a la entrada de la gran bodega. La tensión creció cuando hicieron su entrada y todos los asistentes se quedaron en silencio sin poder creer lo que sus ojos comunicaban a su cerebro. En persona estaban de pié frente a ellos a los dos "jefes" máximos del país. Eso no estaba en el acuerdo.

EL "JEFE" y dueño del "halcón negro" sonriente tomó la iniciativa y dijo en voz alta: Compañeros, ustedes saben que soy hombre de palabra. No se los quise adelantar, pero aquí está con nosotros para cumplir sus promesas, nuestro "Jefe" máximo, quién en unos días, será el que tome las riendas de nuestro gran país. Él ya sabe que todos cooperamos generosamente para su triunfo en las elecciones y como es un gran hombre, quiso venir personalmente a darles las gracias y a ser testigo de honor, en el pacto que hoy vamos a firmar todos por la paz y el orden a que nos vamos a sujetar desde el primer día que él tome la riendas del gobierno. Les pido un aplauso para nuestro nuevo líder y jefe.

TODOS APLAUDIERON entusiasmados. Apenas lo podían creer. El mero "Jefe" máximo estaba esa noche frente a ellos. Inmediatamente se fueron aproximando y uno por uno estrechaban la mano del hombre bien vestido y peinado impecablemente y procedían a darle un abrazo afectuoso en señal de respeto y sumisión. Uno tras otro fueron expresándole en forma clara y enérgica: "A sus órdenes Señor". Y el hombre aquel sólo contestaba "Gracias mi amigo". Terminada la ronda de abrazos, invitó a todos a llenar sus vasos para brindar y dijo: "por nuestro triunfo". Como sólo eran 13 los allí presentes, la botella circuló y se vació rápido. Y levantando sus tragos dijo: Señores, a ustedes les debo todo y por ustedes voy a velar los próximos 6 años... ¡Salud! Y todos contestaron ¡Salud! y se empujaron sus tragos. Sus corazones rebozaban de alegría.

ACTO SEGUIDO todos se sentaron. Se sentían relajados, alegres, tranquilos. ¿En qué lugar podrían estar más seguros que al lado de los "jefes" máximos? En ninguno. Sólo allí se sentían más grandes y poderosos. Inmediatamente el "Jefe" máximo se puso de pié y les dijo: "Señores, ha llegado el momento de los grandes acuerdos. Ha llegado el momento de hacer la paz. Miles y miles han muerto en éste país porque los encargados del orden, no supieron dialogar con ustedes. Ya es hora de ponerle punto final a éste baño de sangre. Por eso he venido personalmente a cumplir mi palabra. Favor con favor se paga y yo soy su amigo. Siempre lo he sido. Quiero escuchar sus peticiones y sus ideas. ¿Cómo le vamos a poner orden al desorden? Necesito su ayuda y cooperación señores. Los escucho... y tomó asiento.

ESA NOCHE oscura y fría, los hombres más poderosos se repartieron el país. Extendieron un gran mapa y fueron señalando exactamente cuál territorio sería su propiedad. Trazaron las antiguas rutas de sus mercancías y pactaron no agredirse ni atacarse a menos que alguien no respetara un acuerdo. Discutieron sus actividades y el monto de sus ganancias. Y sobre todo, establecieron las "entregas" que corresponderían al "Jefe" máximo y sus diligentes colaboradores. En ciertos momentos se acaloraron las discusiones, pero luego imperaba la cordura y se imponía la negociación. Esto por aquello y aquello a cambio de lo otro. Cada acuerdo era sellado con un choque de vasos llenos de licor y cerveza que pusieron a todos alegres y cordiales. Aquello parecía un club de amigos.

LA VELADA fue maravillosa. Hubo de todo. Anécdotas, chascarrillos, burlas, albures, uno que otro insulto y sobre todo alabanzas y lambisconerías para el nuevo "Jefe" máximo que hinchaban más su ego y abonaban más todavía su soberbia. Sin embargo vino la pregunta clave: ¿Qué vamos hacer con los vecinos del norte que no hay día que no fastidien? El "Jefe" máximo tomó la palabra y les dijo:" Señores, eso ya está arreglado y hablado con mi colega una vez que él también gane las elecciones en su país. Es una estrategia que ya tenemos diseñada. Ustedes tranquilos. Yo me tengo que retirar pero los acuerdos está vigentes desde éste mismo día".

EL "JEFE" MÁXIMO se despidió una vez más de apretón de manos y abrazo de cada uno de los 12 hombres más poderosos del país. Su felicidad era desbordante. Al salir de la gran bodega acompañado del "jefe" anfitrión, le dijo que regresaran al helipuerto donde lo esperaban sus más cercanos colaboradores. El "halcón negro" artillado, encendió sus poderosos motores y empezó a elevarse para alejarse en el cielo hermoso que cubría la serranía norteña. Una vez que arribaron y ya en tierra, el "Jefe" máximo se despidió de su gran amigo y le deseó suerte. "Estaremos en comunicación", le dijo al retirarse entre sus guardaespaldas.

RAUDOS LOS VEHÍCULOS oficiales se retiraron del lugar. Y cuando apenas se disponía el "jefe" máximo de los grupos armados a subirse de nuevo a su transporte favorito, medio centenar de hombres vestidos de negro y con el rostro tapado lo rodearon y lo derribaron gritándole ¡U.S. MARINES!  Sus poderosos rifles de asalto con silenciadores no dejaron vivo un sólo pistolero y el hombre fue arrastrado entre la oscuridad hasta otros helicópteros que lo recibieron esposado, encapuchado, y sedado dentro de una bolsa especial para tales operaciones. Y al mismo tiempo se encendieron todos los aparatos voladores en cuyo costado aparecía la palabra MARINES y se perdieron en el horizonte rumbo al país vecino del norte.

EL CELULAR del "Jefe" máximo sonó. Una voz amigable y feliz le dijo: Ya te ayudamos a ganar tu elección, gracias por colaborar conmigo en mi reelección. Te espero en Washington, Mr. President; y colgó. FIN. 

(Cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Después de todo sólo se trata de un cuento producto de la imaginación del columnista y nada más.)

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