Suscribete
 
1143 11 Septiembre 2012

 

No estamos para caudillos
Hugo L. del Río

Monterrey.- En las primeras elecciones efectuadas al término de la II Guerra Mundial, el pueblo inglés defenestró a Churchill. Fue una sabia decisión: no hay crueldad ni ingratitud. Winnie sigue siendo adorado por la nación.

Los ingleses entendieron y entendieron bien que un gran líder en la guerra no es necesariamente un buen dirigente en la paz.

López Obrador le hizo grandes, invaluables servicios a México. Pero su tiempo ya pasó. No estamos para caudillos: necesitamos construir instituciones sólidas: ya estamos hartos de hombres providenciales.

¿Qué va a pasar en el futuro inmediato? Nada. Andrés Manuel se fue, la izquierda se queda y, con su ausencia, seguramente se fortalecerá. “El PRD proyecta dos visiones diferentes, dos comportamientos, dos posiciones políticas o más. Llegó el momento de que tenga una sola visión, un solo comportamiento y una sola concepción”, dijo Jesús Ortega, uno de los cuadros veteranos del partido.

Las izquierdas se definieron –sólo queda la duda de lo que hará La Jornada--: en la despedida del PRD y la coalición, a lo que siguió el anuncio, confuso, de que se formará un nuevo partido o una asociación civil, al tabasqueño no lo acompañaron los líderes morales y reales del perredismo. No estuvieron ahí Cuauhtémoc Cárdenas, Marcelo Ebrard, Miguel Mancera, los Chuchos. AMLO se queda con la legión de fanáticos acríticos quienes lo ven y adoran como a un dios. Una Nueva Jerusalén no roja: apenas si rosa pálido. Allá él.

El ingeniero Cárdenas advirtió hace pocos días que Andrés Manuel llevaba al partido a la perdición. El PRD, dijo el michoacano, “tiene que ser un partido de propuestas y ponerse a trabajar y fortalecerse”. El de Tabasco amenazó que el día de la investidura de Peña Nieto saldrá a la calle con sus huestes. Que el Gran Arquitecto del Universo lo guíe y lo proteja. La política y el mundo del espectáculo tienen muchas cosas en común. AMLO cometió el mismo error que, digamos, Judy Garland: no supo retirarse a tiempo. Ahora aprenderá que era un hombre muy útil, pero nunca fue imprescindible.

Pie de página
Ignoro si el general Roberto Dawe estaba o no al servicio del narco. Lo más podrido del Estado mexicano es el pantano de lo judicial y lo policíaco. Cualquier ministerial me hace confesar que le quemé los pies a Cuauhtémoc. Pero aunque el militar fuera mil veces culpable, por un elemental sentido de humanidad no se le podía negar que fuera al Hospital Militar a despedirse de su hija moribunda. Se lo negaron. Lo que hizo la autoridad –haya sido la PGR, Defensa Nacional o quien quiera que sea— es atroz, imperdonable. Revela, además, una mezquindad de alma que causa asco. La muchacha falleció y el general no pudo darle el último adiós. Ahora falta que el juez falle que el soldado es inocente. Ése es nuestro gobierno.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 


15diario.com