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13 de abril de 2010
15diario.com  


 

El reino de la nota roja

Héctor Franco Sáenz

 

Son las 5 de la mañana, e inicia el primer bloque informativo en el que se destaca lo que “ocurrió mientras usted dormía”, donde la materia prima “informativa” del noticiero son los choques, heridos, balaceras, asesinatos, riñas y cosas por el estilo; así durante una hora que se adereza con notas sobre el clima, nacionales, internacionales, deportivas y espectáculos, todas, con alguna diferencia de grado, con el mismo sentido alarmista.

 

A las 6 horas se repite el mismo esquema, con la diferencia de que arriban los titulares del noticiario, que le agregan su “propio toque”, a lo mismo que ya se había dicho en la hora anterior, salvo que se introduce un espacio para lo referente al tráfico citadino.

 

De la manera anterior se “exprime” la nota roja, con la misma tonalidad y lo que pudiera haber de información, a las 7, a las 8, a las 9 y hasta las 10 de la mañana, cuando por fin la “sociedad descansa” de la atmósfera de intranquilidad e inseguridad bien alimentada por la mayoría de los medios televisivos locales, que se dedican a “pelear” la primicia más “roja” posible para ganarle a sus contrarios.

 

Los medios radiofónicos siguen reproduciendo lo dicho por el resto del día, volviéndose a encontrar con la programación televisiva en otros horarios, con la misma nota, la cual mientras no haya otra cosa “buena”, explotan por varios días.

 

El problema del ambiente generado es que se da a la hora en que se desayuna los niños que van a la escuela y si antes era costumbre encender la radio para “escuchar” las noticias, ahora con la televisión éstas se “ven”, al transmitirse sin recato ni responsabilidad alguna, creando estados de ánimo, en infantes y adultos, nada propicios para el aprendizaje o el trabajo creativo.

 

La sociedad ha cambiado y el capitalismo salvaje, al que adujera el mismo Juan Pablo II, ha hecho de las suyas. Los intereses económicos (de los que más tienen) se ha sobrepuestos sobre las necesidades sociales, y el Estado ha cedido la mayoría de sus facultades, de orden y control dejando a la sociedad inerme ante tales intereses.

 

Lejanos quedaron los tiempos en los cuales para que alguien pudiera estar detrás de un micrófono y transmitir un mensaje, requería haber aprobado un examen de habilidades y  conocimientos en la Secretaría de Educación Pública, así como apegarse a normas legales para ejercer la locución; ahora, al vivir en el reino de la nota roja, cualquiera lo hace, dice y hace lo que quiere, a cualquier hora, de acuerdo a los intereses de la empresa, sin tomar para nada en cuenta los de la sociedad.

 

Conforme el Estado fue abdicando de sus facultades y adquiriendo el perfil propio del neoliberalismo, fue cambiando también la orientación de los medios, acompañado de un impresionante desarrollo tecnológico.

 

Interesante es recordar cómo, a principios de los ochenta, en Monterrey tuvimos una generación de niños a los que denominamos de “Gilberto Marcos”, porque al irse generalizando que las madres trabajaran también fuera del hogar, se hizo común que mientras los padres se arreglaban a los pobres niños les prendieran “la tele” para entretenerse y el programa que en ese horario se encontraba, entre 6 y 7, era el del mencionado conductor, pero con una programación que para nada se parece al tono con que se hace en la actualidad.

 

Por ese cambio social se fue generando un nuevo segmento de mercado al que no fueron ajenos los intereses comerciales, incorporando a su programación matutina programas infantiles, temprano, a las 6 de la mañana, tipo de programación hoy inexistente en la televisión abierta local; y en la radio no existe mucha diferencia, tan sólo basta mover el selector y sintonizar alguno de la amplia variedad de programas con lenguaje y contenido de muy baja estofa.

 

A diferencia de la capital del país, donde aunque pocas, existen opciones diferentes y  de calidad, en Monterrey el dominio es absoluto ante la escasa presencia de los medios del Estado, la cual se acentúa ante el apoyo reiterado y evidente a los canales privados, cuyos animadores llegan a “conducir” los propios eventos públicos.

 

En una sociedad sin contrapesos, carente de espacios que promuevan la higiene mental, sujeta a los intereses a los que más importa el “rating”, el cual se logra entre más roja es la “nota roja”, sociedad manipulada donde el vicio se promueve por doquier y las funciones institucionales no se cumplen, difícil es prever que le espere un halagüeño futuro.

 

Conviene mencionar que el hartazgo provocado por este tipo de información, en algunas familias y círculos sociales, está provocando que “apaguen la tele”, o que le cambien a otro tipo de programación. Así como grupos ecologistas mundiales promueven “apagar” la luz cierto día del año, sería tarea de las redes sociales promover en nuestro medio una acción de este tipo, tendiente a manifestar el rechazo a estas prácticas comunicativas insanas.

 

“El Reyno” de que nos hablara Raúl Rangel Frías, con todo y las cosas que avizoraba ha sido rebasado. Sería interesante conocer, lo que para una situación de esta naturaleza, están haciendo las instituciones educativas.

 

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