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13 de abril de 2010
15diario.com  


 

Carolina López y Maciel

Graciela Ríos

 

Carolina López es una editorialista del periódico El Norte a la que conozco solamente de vista. Durante dos décadas al menos, en defensa de sus creencias y sus intereses, ha insultado a los lectores de una manera tras otra. Ha partido de la idea de que su forma de pensar es la correcta y de que todo aquel que tuviese alguna opinión distinta se convertía en un detractor. Detractor de ella y de la Iglesia, según decía.

 

Por “defender” a los sacerdotes –pederastas-, especialmente al padre Marcial Maciel y a su “Obra”, esto es, a la congregación de legionarios que formó –y en la que muchos de sus altos funcionarios consentían sus atrocidades-, pasó por encima no solamente de todos los que pensaran diferente, de los que conocían y querían denunciar otra realidad, sino también, de la dignidad y el honor de aquellas personas que fueron abusadas sexualmente por éste y/o por otros sacerdotes. Así que, además del dolor experimentado por quienes les desvirtuaron sus vidas –por decir lo menos- hubieron de soportar la humillación y la furia de quienes como ella los llamaron mentirosos, hipócritas, traidores, entre otros calificativos.

Créanme que tuve que hacer un esfuerzo para recolectar algunas de sus “ideas”, dado que me vi forzada a releer frases que me resultan de un bajo valor espiritual y de una ausencia de respeto para quienes piensan o pensamos distinto.

 

Desde mi punto de vista, la diferencia entre lo que ella escribe y lo que otros han dicho -y me parece que aún no se ha dado cuenta-, es que mientras unos externan lo que piensan acerca de las injusticias, incongruencias, faltas de moral y/o crímenes que cometen algunos sacerdotes o la institución a la que pertenecen –la Iglesia-, ella juzga no lo que se dice, sino a los que lo dicen, calificándolos de enemigos, detractores, ciegos, necios, calumniadores y algunas cosas peores.

Para que usted comprenda a lo que me refiero, muestro a continuación algunas de las líneas que Carolina López ha publicado en sus textos desde los inicios de los años noventa:

 

“Los Legionarios… no se han librado de las malas lenguas y han sido cuestionados y difamados en numerosas ocasiones.”

“… a los Legionarios de Cristo… por desgracia, esta lluvia de calumnias también los ha salpicado.”

 “…los detractores de los Legionarios, que a la menor oportunidad gastan tinta y saliva para calumniar a su fundador.”

 “He leído con tristeza la sucia campaña que de nuevo aparece… contra el Padre Marcial Maciel.”

“…estos individuos en su intento por lastimar al Padre Maciel.”

 “Lo que sí causa preocupación es que… seamos tan ciegos e ingenuos como para seguirle la jugada a un medio extranjero que pretende desprestigiar a uno de los líderes espirituales más valiosos que ha tenido México”.

 “… en 1956, época a la que se refieren las acusaciones, el Padre Maciel ya había sido acusado de ilícitos, por lo que lleva 40 años de persecución.”

 “Con los mismos argumentos e intrigas del pasado, los detractores del fundador de los Legionarios de Cristo atacan de nuevo sin tocarse el corazón.”

 “… el Padre Maciel no ha dejado de ser víctima de calumnias…”

“En silencio y sin reproches, el Padre Maciel soportó a lo largo de su vida las infamias de sus detractores. Una miserable calumnia de antaño de nuevo sus enemigos la retoman…”

 “El caso es que mientras el Padre Maciel se ha dedicado a trabajar… sus detractores no han cesado de perseguirlo y calumniarlo.”

“El Vaticano abrió entonces una investigación que demostró que todo era mentira.”

 “Hay que señalar que no es la primera ocasión en que un sacerdote de intachable reputación es presa de la calumnia, del odio y de la mentira.”

“Se difama a los más fieles representantes de Cristo.”

“…ha intentado dañar la imagen de un sacerdote mexicano que tanto bien ha hecho a la sociedad, a la Iglesia…”

“Nos gustaría recordarles a los necios que continúan lastimando al Padre Maciel y a los Legionarios aquella frase de Don Quijote a Sancho: ‘Si ladran, es que cabalgamos’.”

“Para conocer al Padre Maciel no hay más que repetir la frase del Evangelio: ‘Por sus frutos los conoceréis’.”

“Quienes conocemos de cerca a los Legionarios sabemos de la integridad y gran valía de su fundador.”

“Una de las grandezas del Padre Maciel es saber integrar con humildad y fortaleza el sufrimiento a su vida.”

“… ‘siguiendo el ejemplo silencioso de Cristo frente a su pasión’, ha preferido permanecer sin defenderse.”

 “Ése fue el Padre Maciel… que nos mostró con su testimonio que quien no sigue el ‘Padre Nuestro’ al pie de la letra no es un buen cristiano. El sacerdote valiente, misericordioso, de una pieza, que, teniendo todo a su favor para defenderse, prefirió no hacerlo para continuar por el camino trazado por Dios.”

“Cuando el hombre vive y trabaja por Dios y unido a Dios, logra cosas verdaderamente inimaginables”. “Gracias, Padre Maciel, usted ya las logró.”

 

Son más de treinta artículos de opinión los que le han permitido publicar acerca de las bondades del Padre Maciel, en relación a los supuestos “detractores” y “enemigos” de éste y en los que muestra su pasión para “defenderlo”.

 

Carolina estaba, está, en su derecho de creer lo que ella desee, y por qué no, de escribirlo. Tal vez los directivos del periódico en que publica pensaron que era representante de un sector de la población, o es posible que fuese vocera oficial de algún o algunos grupos. Quizá resulte cierto que ella ni siquiera escribía todos sus artículos y que es un grupo con la misma ideología la que usaba ese espacio para expresarse. Como sea que fuere, la pregunta ahora que vale la pena hacerse es ¿quién podrá de nuevo confiar en los argumentos de esta editorialista?, ¿quién pudiera creer en su punto de vista? Independientemente del tema que sea.

 

A la luz de los hechos recientes en donde la Institución de la Iglesia, el Vaticano y el mismo Papa han desenmascarado la inmoral conducta de este señor Marcial Maciel, que malamente portaba el prefijo de “santo”, “maestro” o “padre”, es importante reflexionar sobre la conducta y la posición que los humanos podemos sostener con vehemencia, estando totalmente errados.

 

Un hombre que abusó sexualmente de niños, aprovechándose no sólo de su inocencia y de su vulnerabilidad, sino también de la veneración y confianza que las madres de éstos depositaban en él y en “la Obra”, pensando que era un “bendito”, un representante de Jesús, un hombre de Dios.

 

Y este hombre “humano”, de carne débil, pecador, que mantenía relaciones sexuales con seminaristas, no tuvo una, sino al menos dos esposas, dos familias, a las que mantuvo engañadas acerca de su propia identidad, y además, ocultándole a una, la existencia de la otra. Y si es que se puede ser aún más despreciable, Maciel, “enviado de Dios”, predicador de “su” palabra, “sacerdote valiente, misericordioso, de una pieza” como lo llamó reiteradamente Carolina López, abusó sexualmente también de sus hijos biológicos, los de carne y hueso.

 

Este hombre que, según decía Carolina, “sabía integrar con humildad y fortaleza el sufrimiento a su vida”, ese que seguía “el ejemplo silencioso de Cristo frente a su pasión”, despojó de grandes riquezas a industriales y viudas millonarias. Les quitó todo lo que pudo. Lo más que pudo, porque según decía, con eso fortalecía y expandía el Regium Christi. Uno de sus frutos personales.

 

Lo cierto es que era con dinero como podría conseguir la droga a la que fue adicto, -¿y los proveedores?-, y con dinero también sobornaba a través de “donativos” a todo el que se dejó, incluyendo desde los párrocos del nivel más bajo en la jerarquía eclesiástica, hasta a los más cercanos colaboradores del Papa. Con dinero además, editó y publicó un libro llamado “El salterio de mis días” que se convirtió en libro de cabecera para los legionarios hasta que se supo que había plagiado su contenido del libro “El salterio de mis horas”, del autor Luis Lucia Lucia.

 

Se burló de todos, de propios y ajenos. Se burló de sus esposas, de sus hijos, de quienes lo ayudaron, de los que lo hicieron millonario, de los que confiaron en él, de los que lo defendieron a costa de su propio prestigio, de la Institución que usó como bandera para conseguir relaciones, fondos, sexo, prestigio, poder, fama. Se burló de la fe religiosa, sagrada, profunda, limpia de los creyentes. Se burló de la religión católica, de la vida de Jesús, de la palabra de Dios.

 

Por eso se debe reflexionar cuidadosamente acerca de la propia actitud cuando alguien nos muestra otra cara de alguien, sobre todo cuando lo que señala no son errores, defectos o pecados, sino delitos o crímenes para que en lugar de cerrarse a escuchar, se esté atento a buscar la verdad.

No se trata de no creer en nadie o de no defender a alguien en el que se cree, pero sí, de ir tras la verdad sin herir, atacar e insultar a quienes tienen una forma distinta de pensar.

 

Por parte de Carolina López, fueron dos décadas de llamar a muchos “malas lenguas, difamadores, calumniadores, detractores, ciegos, ingenuos, persecutores, mentirosos, promotores de sucias campañas, llenos de odio”, etcétera. Y me parece, por tanto, que debería afrontar con humildad su reiterada y obstinada equivocación y pedir perdón sincero, las veces necesarias, a todos los que lastimó. Quizá no resarza el dolor que causó a las víctimas de abusos, pero podría intentar ganarse de aquí en adelante, si es que se puede, un lugar ante los lectores, en el que cuente con un poco de credibilidad.         

 

grios@assesor.com.mx

 

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