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16 de julio de 2010
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Los millones de la Expo

Luis Miguel Rionda

 

Mi colaboración para Milenio de la semana pasada provocó algunas reacciones de lectores y de periodistas que me obligan a ampliar un poco más mis convicciones sobre el proyecto de la Expo Guanajuato Bicentenario que se inaugura mañana. Quiero insistir en que lo que me parece criticable del proyecto, además del costo exorbitante, es su concepción y diseño. La superficialidad ignorante es la nota. Lo educativo se subordina al entretenimiento y la historia nacional se caricaturiza, aunque se supone es el motivo de la conmemoración. Hidalgo y Allende ha sido convertidos en polichinelas que recorren centros comerciales.

 

Mi punto principal es que la enorme cantidad de recursos públicos que se le dedicaron a la Expo demandaba que la empresa se hubiera debatido con más tiempo y participación social. Haberla discutido con las universidades públicas y privadas, con los institutos y casas de la cultura, con las organizaciones de la sociedad civil de corte social y cultural, con la comunidad de historiadores y cronistas, con la colectividad de artistas, con políticos de todos los partidos, y con los ciudadanos interesados en conmemorar de la mejor manera posible el único centenario patrio que van a testimoniar esta y las siguientes dos generaciones.

 

Alguien me cuestionó sobre el papel que están cumpliendo miembros de mi familia en el desarrollo de estos eventos, y si no encuentro contradictorio criticar una obra en la que están involucrados parientes cercanos. Yo no lo veo así. Ellos son profesionales probados en sus campos y viven de salarios ganados honestamente. Nunca ha estado en sus manos la toma de decisiones  iniciales y sustantivas de lo que hoy es la Expo. Esas decisiones han estado en manos de políticos encumbrados, incluyendo al gobernador y al mismo presidente de la República. Pero pido una disculpa a mis familiares si mis juicios personales les causan algún daño en sus ámbitos laborales.

 

Insisto en mi opinión personal inicial. La conmemoración de los centenarios mediante la Expo merecía una mejor y más compartida definición como recurso educativo y de trascendencia, no como excusa para el divertimento simplón de las masas. Para eso ya contamos con la televisión comercial, que perpetra todos los días los ataques más arteros contra la educación que recibimos trabajosamente en las escuelas y en nuestros hogares. Al Estado le corresponde vigilar por la ampliación y consolidación de los valores culturales que nos dan identidad y conciencia de nuestro devenir y destino.

 

Los centenarios no deben servir de pretexto para que un gobernante gane popularidad personal o se justifique ante sus gobernados. Ante otros proyectos grandilocuentes que han fracasado en otros lares, sobre todo por la oposición ciudadana, el gobierno federal le compró la idea al estatal y se optó por la Expo en Silao, que prometía desarrollarse en la tranquilidad de la desinformación y la indiferencia de los guanajuatenses. Y no ha sido así.

 

Por su parte, el gobierno estatal no logra justificar la ausencia de obra pública de gran aliento, en particular en las comunicaciones. Sí, en cambio, se estorbó a la administración municipal leonesa para conseguir un importante financiamiento para obras que permitirían que la ciudad más importante del estado ponerse al parejo de  sus similares. En cambio un proyecto de relumbrón, aunque sea efímero, podrá servir de escaparate nacional para apuntalar una ansiada precandidatura presidencial.

 

Hay que insistir en que la memoria del bicentenario estaría mejor planteada mediante obras públicas de trascendencia, que dejen huella permanente. A manera de ejemplo pregunto: ¿por qué mejor no se invirtieron los mil millones en concretar el tren interurbano “bicentenario”? A lo largo de sus estaciones se pudieron haber ubicado las exposiciones que adornarán los actuales pabellones, con un mayor impacto entre las decenas de miles de pasajeros que emplearían el servicio interurbano. Hoy día, quien transite temprano por la carretera 45 puede observar cómo circulan camionetas y otros vehículos destartalados atiborrados de trabajadores que se dirigen a  León o a otras ciudades. Pagan a los “raiteros” entre 10 y 30 pesos por ser trasladados como ganado y sin la menor seguridad. El gobierno sólo se aparece en la forma de federales que los detienen y extorsionan.

 

Para terminar, agradezco la comunicación que recibí de la señora Guadalupe Álvarez, esposa del doctor Mario Molina, para hacerme saber que el Premio Nobel de Química 1995 “no está colaborando en ninguna de las celebraciones del Bicentenario con el Estado de Guanajuato ni en dicha expo”. Los organizadores de la misma deberían corregir su página electrónica, donde afirman que los visitantes podrán recorrer “museografías inéditas con importantes colaboraciones como la del Premio Nobel de Química, Mario Molina”.

 

Antropólogo social. Profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, Campus León.

luis@rionda.net – www.luis.rionda.net - rionda.blogspot.com

 

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