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1° septiembre 2010
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Bóreas y el sol
Eligio Coronado

Impreso en hojas dobles, unidas por el canto –intonsas se diría-, y a una sola cara para darle volumen –aunque no le hace falta, pues su importancia está en el contenido-, Bóreas y el sol* alcanza una segunda edición en un diseño por demás elegante.

Llama la atención que en estos tiempos de verso libre, Francisco Serrano (Monterrey, N.L., 1977) se refugie en las formas tradicionales (décimas, sonetos, dísticos, etc.) para encauzar sus cantos pesarosos en que la realidad lo aprisiona, pero la noche lo libera.

“Ya no quiero salir, nadie me espera, / las personas que quise ya no existen” (p. 43), señala el autor, a sabiendas de que por lo que escriba será juzgado, pero a él sólo le importa aligerar su carga emocional: “prefiero / deambular entre muros inasibles / que entre malos amigos y enemigos” (idem.).

Cada quien vive la realidad a su manera, con mayor o menor grado de tolerancia, aunque el autor tiene la pluma para paliar la sordidez de su entorno: “Por la calle busco / una mirada para desnudarme un segundo o morir” (p. 25).
Vale su obra por lo intensa y él lo sabe, según se puede ver en cada verso, por eso los repite, como este que encabeza dos poemas: “Arde el sereno en embriaguez” (Calle Villagrán, 5:45 A.M., p. 31, y De madrugada, p. 33) o cuando emplea la misma imagen siete veces en el poema Alma Cibdad (p. 48-49) de siete estrofas (una por cada estrofa): “la presencia entre miles se diluye”, “la omnipresente polución diluye”, “y en el tráfago hidrópico dilúye- / se”, “tu canción ancestral no se diluye”, “diluye / la ambición sanguinaria”, “me diluye / esta erosión que sufro hasta dormido” y “se diluye en sus restos aquel orbe”.

Pero la noche libera al autor. Su oscuridad oficia cierta ceremonia en su ánimo que lo impele de algún modo insospechado: “La sangre se diluye con la noche y la aurora / y no sé lo que quiero pero lo quiero ahora” (p. 33).

Su lenguaje es bruñido y resistente al desgaste por el uso cotidiano. Cada palabra atiende no sólo a la rima necesaria u ornamental, sino que contribuye a estructurar el discurso del autor: “haz como que me quemas, en tus huesos seré, / lo que quedó de lo que nunca fue” (p. 31).

Francisco Serrano, autor de un solo libro que seguramente irá creciendo en subsecuentes ediciones, como lo hace ahora, muestra una obra cautivante por el espíritu escéptico que la origina: “hallo leve lo eterno, sin encanto la rosa / y las cosas que valen la pena sin sentido” (p. 39).

Francisco J. Serrano. Bóreas y el sol. 2ª. Ed. Monterrey. N.L.: Edit. UANL / Posdata Ediciones, 2010. 49 pp. 

 

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