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Diáspora en los poros
Nora Carolina Rodríguez

…la última vez que nos vimos éramos primos,
la próxima vez tal vez seamos extraños
Andrés Calamaro, El novio del olvido

En tiempos difíciles, los pueblos no tienen más remedio que emigrar, desplazarse a otros lugares, huir. Las guerras, las persecuciones, los exterminios han obligado a los ciudadanos de diferentes lugares a exiliarse.

Los judíos iniciaron la diáspora o dispersión por todo el mundo en el 586 a.C., por motivos religiosos; después retornaron, se volvieron a ir, siempre con la idea fija de la Tierra Prometida, siempre con ideas fundamentalistas.

A partir del primero de enero de 1994, con las declaraciones y el movimiento del EZLN, se da inicio a  los desplazamientos, nombre con el que se conoce al abandono de los lugares de origen de cientos de personas de diferentes etnias; aquí los motivos son la territorialidad, el reconocimiento de los pueblos indígenas y la búsqueda de seguridad.

El Salvador, Guatemala y España con sus guerras civiles; Argentina, Uruguay y Chile, Uganda, Libia, con las dictaduras militares; en Colombia el narcotráfico; en Alemania e Italia el fascismo; en Afganistán la invasión rusa; en ese mismo país, pero con los talibanes como gobernantes, serían muchos los países y más las ocasiones en que los pobladores tiene que huir.

Hoy la diáspora está presente en todo el norte de México. Son muchas las familias que han emigrado a diferentes lugares, son muchas las familias que han enviado a sus hijos e hijas a vivir en otras ciudades, en otros países. Hay una dispersión muy importante que no tiene como motivo otra cosa que la guerra contra el narcotráfico, el narcoterrorismo.

Uno de los más reconocidos empresarios de nuestra entidad, Lorenzo Zambrano, a través de twitter, ha calificado de cobardes a quienes abandonen la ciudad de Monterrey. Caramba, cuántos cobardes conocemos: la vecina a quien le secuestraron al esposo y tuvieron que pagar un rescate millonario (siendo de clase media), los hermanos que habían armado con mucho esfuerzo un taller mecánico, el dueño de un pequeño lote de autos a quien le robaron todos los carros que estaban en venta, la señora que vivía a tres cuadras de nuestra casa, que fue amenazada de muerte, el hijo de mi amiga Carmen que mejor se quedó en Canadá, prolongando sus estudios con tal de no regresar aquí. Mi sobrino, que  se fue a trabajar a San Antonio y ya sus hijos hablan más inglés que español.

Los rumores indican que la familia de nuestro gobernador, hoy, viven en McAllen, Texas. Cada persona conoce al menos a cinco personas que ya se fueron.

Un periodista dice que le duele el corazón nomás de saber que hoy se van unos y mañana otros. Claro que de doler, duele, porque la dispersión desaglutina, la dispersión aleja, la dispersión rompe los lazos, pero no duele el corazón, el corazón solamente duele cuando se infarta. Y, además, afortunadamente, nosotros no tenemos ninguna tierra prometida.

La cobardía no es lo que impele a la gente a irse de Monterrey, lo que nos mueve es la inseguridad y el miedo.

Dice Serrat: si yo pudiera unirme a un vuelo de palomas, y atravesando lomas dejar mi pueblo atrás…

Y yo digo: me iría.

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