Luto en la televisión regiomontana

Asael Sepúlveda

La semana que terminó fue de luto para la televisión regiomontana. Fallecieron Don Mario Quintanilla y el comunicador Lázaro Salazar Noyola.

Don Mario Quintanilla fue el pionero de la televisión fuera del Distrito Federal. Desde la XEFB radio concibió, impulsó y logró sacar al aire una canal de televisión que llevaba las mismas siglas que la estación de radio, con el añadido de la TV. Fue la XEFB-TV. Canal 3, el Canal de Monterrey, que luego pasaría a ser Canal 2.

Ya en 1955 había lanzado al aire la señal de Canal 10, que transmitía desde el norte de la ciudad, donde luego estuvo el Hotel Ramada Inn, con señal de películas de 16 milímetros. Y por fin, el 18 de julio de 1958, en sociedad con don Emilio Azcárraga Vidaurreta, se inauguró el primer estudio del Canal 3, en Espinosa y Privada Alameda, hoy Privada Pipo.

Quedan para la historia de la televisión de Monterrey los reportes en donde, de los 20 programas con el rating más alto, la gran mayoría eran de Canal 3 y sólo unos pocos eran de las llamadas cadenas nacionales, un fenómeno que no se vió nunca más y probablemente no se volverá a ver.

Que Don Mario era un líder inspirador, lo testimonia el respeto reverencial con el que se refieren a él los que colaboraron de cerca, tanto al aire como fuera de él. Y por años, luego de que Don Mario se retiró, los empleados de la televisora le rendían un homenaje constante, pues cada vez que se presentaba un problema, una falla, un dificultad, la frase que se oía de inmediato era: Si estuviera aquí don Mario, esto no hubiera pasado. Una frase sin duda nostálgica, pero también de respeto y admiración. Es claro que harían falta libros enteros para reunir los testimonios sobre el genio del pionero de la televisión del norte de México.

Por su parte, Lázaro Salazar Noyola llegó un día a Monterrey, desde su natal Charcas, San Luis Potosí. Platicaba que en su tierra, se emocionaba oyendo a los locutores de la época, como el Bachiller Alvaro Gálvez y Fuentes, Paco Malgesto, el Mago Septién, entre otros. Escuchaba y soñaba con estar un día frente a un micrófono. Y con esa ilusión llegó a Monterrey, a tocar puertas.

La batalla no fue fácil, pues tuvo que desempeñar diversos oficios, incluyendo el de encargado de limpieza de un gimnasio. -Lo tengo a orgullo, me dijo un día Lázaro, pues de ahí comía y de ahí me sostuve mientras seguía haciendo la lucha por entrar a una estación de radio. Y lo logró. Vaya que lo logró.

Cuando yo lo conocí, Lázaro Salazar Noyola era el Coordinador del Programa Foro, que conducía Gilberto Marcos. Además, era conductor del Noticiero Buenos Días y por si algo faltara, era Ejecutivo de Ventas de Canal 2. Más todavía, se daba tiempo para hacer uno que otro reportaje.

Hombre de empuje, probablemente nunca supo el significado de la frase "no se puede". Se dio el lujo de ir a hacer un reportaje a Naciones Unidas, sólo para demostrar que podía hacerlo. Tenía a orgullo haber ido a entrevistar a Jacobo Zabludovsky, el conductor estelar de Noticieros de Televisa. Y cuando necesitó un padrino para su hijo, simple y llanamente entró al despacho del Gobernador Alfonso Martínez Domínguez y le pidió que fuera su compadre.

Generoso como el que más, luego de que me entregó el cargo de Coordinador del Programa Foro, siguió invariable en su amistad y en su afecto, siempre con el consejo oportuno, con la opinión certera para resolver alguna dificultad..

Con problemas en la vista, se veía obligado a leer sus textos al aire con letras de tamaño gigantesco, pero no sabía rendirse. Y tan no sabía, que ya prácticamente ciego, retirado de la vida laboral formal, se apareció hace 3 o cuatro meses a una reunión de ex-colaboradores de Canal 2, para proponernos una serie de conferencias con la participación de todos nosotros. Así era Lázaro Salazar Noyola de activo y entusiasta. O más bien, creo que lo es todavía, porque si hay tal cosa como un cielo, estoy seguro de que a estas horas ya anda organizando a los ángeles y a los arcángeles para alguna actividad de beneficio comunitario. Por más que ya se haya ganado el derecho a descansar en paz.

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