León, Guanajuato.- El 27 de septiembre pasado tomó posesión como Rector General de la Universidad de Guanajuato, el doctor José Manuel Cabrera Sixto. Su designación por parte de la Junta Directiva de la institución se dio luego de un proceso que inició el 10 de junio anterior, cuando la comisión especial del Consejo General Universitario emitió la convocatoria para el registro de aspirantes a ocupar esa posición.
Cuatro se registraron, tres de ellos rectores de campus, y Manuel, entonces secretario académico de la universidad. Y aunque el Consejo General juzgó que los cuatro cubrían el perfil necesario, pronto se hizo evidente que dos de los candidatos tenían más bonos a su favor.
Pareció que los dos punteros representaban a dos modelos diferentes por los que podría optar la institución: el de la continuidad de la vía academicista y expansiva que había consolidado el rector saliente, o el del énfasis en los vínculos con el exterior de la institución, a fin de reforzar su vocación social y solidaria. Dos buenas opciones, tal vez no incompatibles. Sólo se trataba del menor o mayor énfasis hacia la dimensión interna o hacia la externa. La primera vía también era más cientificista; la segunda más social y humanística. Incluso política. En lo personal, yo no podía negar la cruz de mi parroquia y ante la Junta manifesté mi opinión favorable hacia la segunda, personificada por un joven abogado con grandes capacidades de comunicación y liderazgo.
Pero como opción alterna manifesté mi reconocimiento a las capacidades y experiencia del ex secretario académico, quien por cierto fue el único que renunció a su cargo, con el riesgo de quedarse chiflando en la loma en caso de no ser escogido. Su proyecto también me había sorprendido gratamente, pues sin duda fue el más consistente como documento de trabajo.
El rector Cabrera ha iniciado su gestión de manera discreta, sin aspavientos. No ha hecho movimientos radicales entre los colaboradores que heredó, excepto en las tres principales posiciones de la administración central. Pero me sorprendió, también gratamente, que haya echado mano de dos estudiosos del campo de las ciencias sociales para hacerse cargo de las máximas responsabilidades académicas en la institución: el doctor Manuel Vidaurri y la maestra Rosa Alicia Pérez-Luque. Explico mi sorpresa. En nuestra universidad hasta hace poco había existido una costumbre muy sana: los rectores se hacían acompañar por un secretario o secretaria general proveniente de algún campo del conocimiento ubicado en las antípodas del propio. Eso le daba equilibrio a la máxima conducción institucional.
Pero este uso fue roto por el último rector, quien se acompañó en sus primeros seis años de una bioquímica y en los dos restantes de un físico, siendo él mismo ingeniero mecánico. Esta preeminencia de los académicos de las ciencias naturales y exactas en la conducción universitaria acentuó la tendencia tecnocrática de la institución, y dejó en segundo término su trascendental componente humanístico. Hay que recordar que fueron las humanidades las que rescataron a la universidad y a la ciudad de Guanajuato de una profunda crisis en los años cuarenta y cincuenta.
Manuel Cabrera corrige ese error al colocar al abogado Vidaurri y a la historiadora Pérez-Luque en la primera línea de las decisiones estratégicas. Por supuesto también premia a quienes le apoyaron desde un principio, pero en carambola de tres bandas logra congraciarse con una de las comunidades internas más relevantes y críticas, y aprovecha la experiencia y prestigio de Vidaurri como ex procurador estatal de los Derechos Humanos durante ocho años.
Los dos Manolos integrarán un dúo dinámico con alta complementariedad weberiana: el científico y el político. El carácter reposado y reflexivo del primero, se integrará bien con la hiperactividad y la elocuencia del otro. Una dupla similar habíamos visto con el rector y abogado Cuauhtémoc Ojeda y su secretario general y médico Éctor Jaime Ramírez.
Creo que el nuevo rector se inicia con el pie derecho, con decisiones que unen y no dividen. Le tocará el reto de conducir una institución que pretende crecer sin perder calidad, sino incluso incrementarla. Por lo pronto la vara quedó muy alta para el nuevo rector: si para el 2020 se busca ser la universidad número 100 en el ranking mundial, supongo que para el 2005 ya deberíamos estar entre las 200 ó 300 mejores. Según el ranking web de las mejores universidades del mundo (http://www.webometrics.info), hoy estamos en el lugar 1,324.
Hace un año estábamos en el 1,836. ¿Lo lograremos?