Suscribete
941 2º Diciembre 2011

Nada es para siempre
Ileana Cepeda

M
onterrey.-
Ahí estaba ella, bella, inmóvil y eternamente mostrándose a los voyeristas que clavábamos la mirada con el deseo eterno de que volteara y mirarle el rostro que escondía en un clavado perfecto con los brazos extendidos como queriendo alcanzar la piscina de asfalto para esconderse de tantas miradas.

Las caderas picadas por el sol y el tiempo, dañaron su piel perfecta y su delineada figura. Las cubría un bañador rojo, que se llenaba con las curvas que representaba a las mujeres de los años sesentas. Las piernas torneadas y abultadas dibujadas sin la ingrata celulitis, se estiraban terminando el clavado de la bañista del Palma Gorda.

Las mañanas la veía con mejor semblante. Por las tardes con el sol de frente se veía casi siempre abrumada. El sol la inundaba y sofocaba. Los días de sombra y los días de lluvia le venían siempre bien. Los inviernos fríos le provocaban sonrisas escondidas en sus labios apretados. Los otoños le matizaban la piel castaña.

Cada día fotografiaba con los ojos el letrero de la alberca a la que fui un día, hace tantos días. Diariamente pensaba, mañana me bajaré y tomaré la foto, hoy tengo prisa. Cada día, ella me esperaba paciente y nada, siempre tuve prisa. Hasta el instante en que voltee a buscarla y no estaba, se detuvieron mi coche y me respiración al mismo tiempo. Ya no estaba.

Siempre estuvo a punto de saltar. Siempre representando el momento antes de la faena, antes del beso, antes de parir cualquier acción. Ella fue la creación de la inmortalidad del clímax de un clavado que pudiera haber sido cualquier quehacer.

Posdata
Me bajé del coche con cámara en mano. Me acerqué al vacío de su figura y dos trabajadores se acercaron a encajarme el rostro: ─Necesita algo- preguntó. –Sí, ¿el letrero que tenían aquí hasta ayer, lo tendrán aún en el escombro?─ le pregunté con la esperanza de encontrarla debajo de las piedras y rescatarla con la fuerza del romanticismo que me inundaba. Lo lógico respondió –no señito, se lo llevaron en el camión─ seguramente vio mis ojos y continuó diciéndome –¿lo quería?─ con un tono de compasión por mí –quería tomarle unas fotos- le agradecí enseguida y vi que se acercaba el tipo de corbata, seguramente responsable de la obra.

Me alejé dejando que el albañil explicara mi lamento. Pude haberle preguntado en qué camión, cuál es el teléfono del escombrerero. Pude haber seguido buscando pero decidí retratarla aquí, con otras líneas y por otro medio. Sin la contraluz que tenía por las mañanas, ni el sol de frente que le iluminaba las tardes, sin las oscuras noches en donde apenas se dibujaba, pero con la misma eternidad de permanecer atemporal.

¿Desea dar su opinión?

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 

Chamuco

Centro Cultural Universitario

quincena90

15diario.com