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BÉSAME O NO SOMOS COMPAS

Gerson Gómez

culturalogoLe dije al Natalio, tienes que acompañarme a La Pirámide, el bato con el que salía ya trae novia. Me mandó a la chingada sin decir que ya no. Ese güey los viernes se pone pedísimo, bien terco, se sube a cantar, con los músicos valiéndole verga hacerlo bien o mal. Esa es la terapia de sus broncas, morales y loqueras. De mi nadie se burla, la tiene que pagar. No sé cómo me clavé. Si está medio calvo y panzón. Cegatón y narizón. No tiene carro, anda a pincelín wereber. Viste como caja fuerte y es súper mamón. Bueno tirando verbo. Contando chistes. Le sale con madres arremedar a los negros pidiendo dinero. Give me a cuarther mother fucker! Give me a cuarth! Siempre lo vi lanzando barra, pisteando en la oficina de mi jefe. Playera del Ozzfest, Orange County Chopper. Leyendo a Truman Capote, Bukowski y Monsiváis, dándole duro al trago. Me daban ganas de robarle un beso. Pero siempre andaba mi jefe con la morra que le ayuda, que todos sabemos se la está ponchando. Bien sordeado le pasé el número del celular. Envió un mensaje de texto. ¿Qué pedo vamos a pistear? Nos fuimos al Antrópolis. Me caga lo villero. La mejor cerveza, la gratis. Pichada. No esperaba a sugerir. Siempre puesto para ir a la barra. Cálmate un rato Natalio, ya mero llega. Te sigo contando. Ya sé que me lleva muchos años, pero los morros del pelo están bien puños. A ese bato, ingrato querer que se llevó mi alegría, la pasábamos con madres. De cotorreo bien machín. Este güey siempre sabía dónde conectar. En El Güichos nos juntábamos a ver el futbol. A bailar entre las vestidas. Lo culero era si me daban ganas de miar. Valiendo madre. No podías cerrar las puertas. De aguilita. El tufo bien cabrón. Un día me llevo al Pozo. El barrio que está por central de autobuses a un lado de Cervecería. Todo oscuro, bien culero. Ahí venden los elotes crudos para los que andan en los carretones ofreciendo entero o desgranado en el centro. Fuimos en mi carro. Se metió entre los callejones. Lo espere un rato sentada en el carro. No volvió. Como tenía las llaves, me bajé y tomé un taxi para irme a la casa. Luego me contó que se le fue el avión. Se puso a buscar quién le vendiera mota para regalarme un churro. En uno de los cuartos estaban velando un muerto, la caja abierta, ahí tendido en medio, como si estuviera dormido. Dio el pésame y se sentó con los familiares del difunto a tomarse una caguama. Acompañándoles en el dolor, compró otras tres. Le contaron cómo falleció el compa. Dice que después les relató de cuando era niño e iba de visita a la casa de su abuela, un par de calles adelante. Ese desvencijado y descompuesto tejabán, ahora taller de piñatas, que su tío, el que estuvo internado en el psiquiátrico, cobraba la renta. Muy loco, muy loco, pero para los billetes, mientras su abuela se pudría en la tumba del panteón de dolores. Cuando regresó y no me notó pensó que me habían secuestrado, los mismos que mataron al que estaba ahí tendido. Se puso a pedir información y hasta regaló su celular, nuevecito, siemens, con cámara y video, para que le dijeran dónde me habían llevado. Anduvo de cuarto en cuarto, porque le indicaban que parecía que en alguno de esos espacios quedaba guardada. Cansado, mareado, bastante pedo, logro salir y regresó al carro. Se dio cuenta que lo abrieron la gente del Pozo. Faltaba el estéreo con reproductor de mp3, la tapa y las bocinas. De la guantera, la cámara fotográfica. Yo ya estaba jetona en la casa, cuando escuché llegar el carro a la cochera. Abrí la puerta. Traía la cara de susto. Casi llora al ver que ahí estaba sana y salva, que pensaba ya me habían dado piso. En el camino a mi casa, siguiendo la sed, compró cerveza. Pasamos a la recámara, le dijo buenas noches a mama. Ya en el cuarto, prendí la tele, nos quedamos viendo videos del mtv. Momentos más o menos, lo besé. Le quite la ropa, le mordí el labio, le rasgue la piel de la mano y su espalda. Adoro el dolor, andando cachonda, peda. Me quite los calzones, los de él. Hicimos el amor. La primera vez. Con ese cabrón. Nunca tuve en mente un lugar especial o música. Solo quería que fuera en una cama, no en el asiento posterior de un carro. En mi casa, mamá en la sala, escuchando nuestro desmadre. Le regalé aparte de mi virginidad, el juego de piyamas de los simpsons. Despertamos ya comenzando la tarde. Aun tenía en mano la caguama carta blanca. Destruyendo el fuego con fuego. Le dije: chúpale. Ya estaba caliente la cerveza. Totalmente ido, volteó. Quiero vomitar, tengo sueño y encima traigo unas piyamas de los simpsons. Le conteste, no que mucho pinche tour de saliva, no mames, no que muy culero. Chúpale. Chúpale, cabrón. Se vistió atolondrado. Bajó las escaleras, y le dio las buenas tardes a mi mamá. Lo hicimos unas diez veces más. Iba a la casa donde le daban quebrada, a veces lo acompañaba en la noche. Si no tenía clase temprano por la mañana en la Universidad dormía con él. Ya llegó, míralo, viene de la mano con la morra. Hay sí, mucho amor, mucho amor. Pinche culero. Eh, Montelongo, canta una de Cianciarulo. Pinche Montelongo, baja ese cabrón, canta bien pinche, bájate pinche puto. Natalio, neta que me vale verga ese puto. Se hace güey. Eh, Montelongo, baja a ese puto. Ah, pinche culero, sonriendo con la morra. A lo mejor se está burlando de mí. O les cuenta de que tengo las chichis grandotas. Sí me acuerdo, me dijo: me gustan tus pechos y esos pezones, bien poeta, diciendo que saben a naranja, a jugo de. A mí se me hace que les dice que soy irregular. Eh, Montelongo, canta una de Vicentico. Baja a ese culero, pinche culero. Ya córranlo, aquí no queremos culeros. Natalio no te jetees. Ya pasó por la mesa para ir a miar al baño. Hubieras visto la cara que me hizo. Ahí viene de vuelta ese pinche puto. Natalio, bésame, bésame, pero bien machín, cabrón, que este puto se dé cuenta que ya valió madre en mi vida. Bésame pinche Natalio, que te valga verga que eres gay, ya sé que eres joto y te gustan los batos, y que te guste también este cabrón que ya trae novia nueva. Bésame aunque yo sea vieja. Bésame o no somos compas.

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