|
A LA VIDA LE SALIÓ UN TRASATLÁNTICO
Lorena Sanmillán
Llevo días prendida de esta última línea de la novela “Mercedes luminosa” de la escritora regiomontana Dulce María González. La primera vez la leí porque era tarea y necesitaba analizarla junto a “El ojo de la iguana” de Héctor Alvarado. El sábado pasado, mientras en mi ciudad caía la última tormenta del verano, releí la novela por gusto y me dejé seducir de nuevo por la palabra afectiva y efectiva de la narradora. Dulce fue coordinadora del Centro de Escritores de Nuevo León (2003-2005) y vocal de literatura en Conarte (1995-1997). En 2002 recibió el Premio Nuevo León de Literatura por esta novela, y en 2003 el Premio a las Artes de la UANL.
A la par que cuenta la historia de la transición de Mercedes Oscura a Mercerdes Luminosa, González utiliza de cuando en cuando frases como la que cito, sólo que las adereza para expresar estados de ánimo. Así, de pronto, cuando la protagonista está en problemas nos encontramos con A la vida le salieron serpientes o A la vida le salieron espinas. Cabe destacar también el manejo del tiempo con el vaivén entre pasado y presente y el cuidado que tiene para describir las atmósferas y sentimientos por los que atraviesa Mercedes así como también su neurosis y el apego por los chats. Las introspecciones acuden para darle voz a sus pensamientos más íntimos, pistas sobre su verdadera esencia.
Fue tal mi empatía con la protagonista que en el momento en que ella decide prepararse un café en el único hueco disponible en la mesita de su cocina, yo bajé de mi estudio para preparar café y compartirlo con ella en la mesa del comedor. Por el ventanal podía apreciar la cascada celeste, alfombra para el otoño. Lakmé estaba dormida debajo del asador. Nací en medio de un diluvio, quizá por eso amo tanto la lluvia. El agua obra en mí su magia de sosiego y me dejo llevar por su ritmo. Caían las letras en mis ojos y el café en mi garganta del mismo modo que la lluvia en la ciudad. Afuera, la alcantarilla que está a un costado de mi casa me arrullaba. En algún momento la dejé de escuchar y pensé que había dejado de llover. Cuando cerré el libro comprobé lo contrario, sólo que la alcantarilla ya no se escuchaba.
Salí a la cochera acuciada por la frase A la vida le salió un trasatlántico. Cuando se lee algo así no se puede permanecer estático, hay que moverse, cambiar de sitio, buscar un espacio abierto donde extender los brazos y disfrutar esa imagen en todas las dimensiones posibles. Un mar abierto y un barco para surcarlo. Epifanía que libera. Me sentía tan feliz, tan plena, que hasta escuchaba en mi mente Conquest of paradise de Vangelis. La narración cinematográfica me hizo fácil el trabajo de imaginarme la escena y ahí estaba en la cochera danzando sola con mi regocijo literario. Así estaba, hasta que mi vista fue a dar con la alcantarilla. A la vida le salió podredumbre. Dejó de escucharse el sonido del agua al caer, porque ésta se encontraba tapada, sepultada bajo montones de basura que impedían el fluir del líquido imprescindible en los bautizos. Envases de agua y refresco, envolturas de papas, botes de leche, papeles, bolsas del super, entre otras cosas, se detenían ante las rejillas creando un tapón gigantesco. Mi barco se hundió regresándome a la realidad. Basta que llueva un poco para que la ciudad se inunde, empiecen los accidentes y se tapen las alcantarillas. ¿Este nivel de basura en las calles nos permite llamarnos Ciudad del Conocimiento? ¿Sirve de algo tener tantos libros y pretender leerlos cuando seguimos tirando basura en las calles o cuando vemos a alguien hacerlo y no le llamamos la atención? ¿Dónde se pierde este eslabón educativo? ¿En la casa, en la escuela? Hay que vencer la apatía y recoger la basura no porque nos regañen o nos multen, sino para tener una ciudad limpia, digna de nosotros mismos. No basta –ni se debe- culpar al gobierno por el deficiente sistema de drenaje, como ciudadanos nos corresponde hacer nuestra tarea para conservar limpio el existente. Y esta línea, utilizada hace tiempo en una campaña gubernamental, habría de considerarse poesía: Una ciudad limpia no es donde mejor se barre, si no donde no se tira basura. En la limpieza de nuestro entorno y el respeto al medio ambiente radica parte importante de la expresión y la esencia de la cultura. Yo convoco a subirnos al trasatlántico de la cultura cotidiana y llenar nuestra vida de luz, como lo hace Mercedes Luminosa.
lorenasanmillan@gmail.com
http://lorenasanmillan.wordpress.com
¿Desea dar su opinión?
|
|