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OPERA PRIMA
TRAS LAS ASTAS DE LA BESTIA*
Crisanta**
La lamparita de mesa iluminaba la recámara. La cama preparada, el vaso con agua, un chocolate, las cortinas cerradas. Todo dispuesto para ir a dormir. De vez en cuando la urgencia de ver el reloj, despacio, no hay prisa. ¿Vendrá? No anuncia su llegada. Es su manera de ser, sigiloso, inquieto. Su mirada penetrante y oscura hace difícil saber lo que piensa. Me recosté entre las sábanas y me concentré en el silencio de la casa.
Sigo con los ojos la silueta de la puerta en medio de la penumbra mientras espero. Veo las sombras que se proyectan por la poca luz que entra cuando llega a pasar algún coche. Los pequeños ruidos me agitan. Oigo el motor del refrigerador que prende y apaga. Cierro los ojos. Me pongo a pensar. Aquí estoy, ataviada sólo para él; oculta para no dejar ver mi más profundo gozo. Evito seguir rumiando en ello para no abrigar más ansiedad.
Siento un vacío en el estómago. En el fondo temo que su regreso lleve la marca de la indiferencia. Cada año, un camisón de seda nuevo, zapatillas cómodas y perfume de jazmín. Al principio, servía una copa de vino para él; pronto me hizo ver que con eso no sería posible complacerlo. Jamás un gesto afable, una palabra tierna, aunque no puedo acusarlo de rudeza. Es discreto; me quiere hacer pensar que sólo viene para satisfacer, lo que supongo, son algunos de sus placeres viriles. Sé que no es así. Desde el inicio accedí con gusto porque intuí que si lo hacía bien, al término del tiempo de prueba, me llevaría con él. A partir de entonces, sólo agua y un chocolate para mí. Respiro profundo, retengo el aire y despacio lo dejo salir. Unos minutos más.
Y sentí cuando cayó a un lado de mi cama. Vi sus ojos frente los míos y advertí cómo mi cabeza quedaba encajada en la almohada. Dejé de respirar. Mi cuerpo frío se sumía en una profunda incapacidad para moverse. Ya le habían puesto el grillete. El ruido de la cadena me erizaba la piel. Mientras la bestia, en forma de husmeos y envites, me olfateaba. Me engullía con la mirada. Sentí el pecho arder. De mi cama saltó al suelo, sin dejar de verme se chupó los dientes y penetró lentamente en la oscuridad. Esta vez, lo seguí.
* Minicuento ganador del tercer lugar del Octavo Certamen Regional de Minicuentos Noreste 2009 Bicentenario del nacimiento de Edgar Allan Poe. El fallo tuvo lugar el pasado lunes 21 de septiembre a las 19:00 horas en la Casa de la Cultura de Monterrey, Nuevo León.
** Cristanta fue el seudónimo utilizado por Elsa Yliana Iruegas Peña, licenciada en Letras Españolas por la Universidad Autónoma de Nuevo León, diploma como Instructora de Lengua Inglesa por el Tec de Monterrey. Especialización en traducción literaria. Master en Estudios Humanísticos en el Tec de Monterrey, Master en Artes con especialidad en Educación, por la UANL.
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