Aquí mandan los Zetas
Hugo L. del Río

Monterrey.- Lo primero es aceptar una verdad que duele y humilla: en Nuevo León mandan los Zetas. Lo segundo: qué se hace en esta situación.

La matanza del lunes por la noche en el antro de B Reyes y Calzada asusta y confirma nuestra indefensión.

Ninguno de los tres escalones del  gobierno –ya no es el estricto pero amoroso papá, sino el cruel y mezquino padrastro—  hará nada.

Ellos son el problema, no la solución.

Tenemos años y años de estar hundidos hasta el cuello, en un lago de sangre. La burocracia, como siempre, pretende engañarnos, adormecernos: son ajustes de cuentas entre los malos, nos dice. No hagan caso: son criminales que se matan entre sí.

Algo hay de eso. Gracias al colega Jorge Fernández Meléndez, sabemos que los Zetas se escindieron y las dos facciones combaten a muerte.

Pero en los enfrentamientos mueren muchos civiles inocentes. Los sicarios no discriminan: disparan con fusiles de fuego rápido: abatir a una persona ajena a sus rivalidades es algo que no les quita el sueño.

Tenemos que sacudirnos el alma y salir a la calle; aullar, como pide Saramago, para que se haga justicia.

Si no vencemos el miedo, la pasividad nos convertirá en “una masa de muerte, un caos de arcilla”, como dice el poeta inglés.

Por lo menos, dejemos constancia de nuestra rabia, de nuestro desprecio hacia los villanos que se hacen ricos y poderosos con la sangre de los mexicanos sacrificados.

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Le deseamos un pronto restablecimiento al amigo y QH Nacho Zapata, quien se encuentra delicado de salud.

El maestro Zapata es un ejemplo de entrega a la lucha social: se da por entero en un esfuerzo sin descanso a favor de las causas justas y la gente oprimida, explotada, engañada.

Recupérate, Hermano Nacho: quiero ocuparme redactando la reseña de tus combates.