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1136 31 Agosto 2012

 

EN LAS NUBES
Vivan los amigos
Carlos Ravelo Galindo

Ciudad de México.-  Todavía no hay sentencia en contra de Tomás Yarrington Ruvalcaba, ex gobernador de Tamaulipas, y ya sus “amigos” comienzan a desconocerlo, a desligarse de él.

Sobre todo los del tricolor, su partido. La Procuraduría General de la República pidió su orden de aprehensión y un juez la concedió. En ciento cincuenta países (¿incluido México?) lo buscan como escarmiento de quienes presuntamente delinquen. La Interpol será la comisionada para echarle mano, si puede y, claro, quiere. Entre tanto, aún no detenido, juzgado, sentenciado o absuelto de los presuntos  delitos que le atribuyen varios testigos protegidos, ya comienzan a desconocerlo los que en un momento aplaudieron su mandato en aquél Estado que colinda con la Unión Americana.

Escuchamos en televisión al actual líder del PRI en el Senado, don Emilio Gamboa Patrón, deslindarse  de todo lo que huela a tal personaje: “Claro que nos molesta su actitud que hoy se pone a descubierto. Pero les recuerdo que en el PRI también hay gente buena”. Esta sandez nos hace recordar lo que en sus, “Apuntes” UNAM l972, el general Lázaro Cárdenas del Río hace larga reflexiona sobre los amigos, a los que divide en cinco categorías: “Los hay que al coincidir en ideas políticas y sociales arraigan en uno de una manera permanente; los que  a pesar de las diferencias de sus ideas, por decencia, amplitud de criterio y firmeza de convicciones se respetan y se  mantienen unidos; los hay que piden varios favores, se les conceden, y como al final no reciben lo que esperan, se dirigen a quienes pueden ayudarlos y se alejan de uno; los hay que, sirviendo en el gobierno en turno, siguen siendo amigos de los hombres con quienes colaboraron anteriormente, lo que revela su moral. Y los hay que, por el hecho de figurar en la política o en la administración y considerar que los lazos de amistad pueden afectar sus intereses, se convierten en amigos vergonzantes y viven con una serie de complejos que les resta personalidad”.

Quién podría escapar de la anterior admonición del ex presidente de México, cuando también sostiene que “el presidencialismo establece una herencia funesta: Manejarse dentro de una prolongada monarquía sin perder el favor del soberano ya constituye una hazaña muy difícil. Pero manejarse no perdiendo cargos y preeminencias dentro de una monarquía sexenal supone dotes de abyección y de oportunismo.  No son concebibles siquiera en la figura de un cortesano tradicional. En semejante sistema, es natural que no cuente el afecto, ni la lealtad, ni los valores morales.

Millares de políticos que no saben hacer nada, como no sea intrigar o adular de la manera más indigna, se acomodan de cualquier manera o esperan una nueva oportunidad, y el organismo –renovado o degradado— vuelve a ponerse en marcha. No hay cambios políticos de fondo, ni tiene por qué haberlos.

Viene a colasión lo anterior ante el caso del ex funcionario tamaulipeco, hoy convertido, por dimes y diretes de delincuentes protegidos por la propia autoridad federal, que lo acusan de mil y una tropelía. Sería prudente, ético, esperar a que un juez penal, al menos, determine su situación real. Antes, por qué no mantener discreción, aunque nos cayera mal el politico, hoy en desgracia. Y, a la mejor, culpable.

carlosravelogalindo@yahoo.com.mx

 

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