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1151 21 Septiembre 2012

 

Partido Morena
Ernesto Hernández Norzagaray

Mazatán.- Escribo este texto horas después del acto donde Andrés Manuel López Obrador ante una multitud que llenó el zócalo de la Ciudad de México y cuando en los medios de comunicación se habla del futuro político del tabasqueño y de Morena. 

Hay quienes como Pedro Joaquín Coldwell, líder del PRI, señalan que AMLO se “va quedando solo” y Jesús Ortega, ex dirigente nacional del PRD, afirma que si AMLO se va “en el PRD se acabará la esquizofrenia”, pero también en su ex partido le dan la despedida como “camarada de lucha”, a la usanza comunista. Sin embargo, las apreciaciones de Coldwell y Ortega son más emotivas que de fondo y más bien parecen buscar restar fuerza y minimizar a su adversario político. López Obrador está visto cuenta con el insumo suficiente y formará un partido político que puede minar seriamente a las otras fuerzas políticas de la izquierda, pero también a sí mismo, como lo demuestra la historia de la izquierda en nuestro país.

Banderas
La concentración en la Plaza de la República plagado de banderas amarillas, blancas y rojas demuestra que AMLO aun desprendido de los partidos que integraron la coalición electoral Movimiento Progresista conserva buena parte de su capital político y en caso de definirse por la constitución en un partido se llevara una parte importante de la militancia y simpatizantes de los partidos que conformaron el Movimiento Progresista. 

El dilema que ahora se plantea es si Morena seguirá siendo movimiento o se transformara en partido político, es un desafío que independientemente del resultado combinara ambas formas de organización. Será partido porque es el resultado de una fuerza social anclada en segmentos importantes de la sociedad y porque en las elecciones de julio le permitieron alcanzar 15 millones 896 mil 999 sufragios que representa el 31.59% de la votación emitida y será movimiento porque es la concepción que domina el imaginario en esta confluencia política que es Morena. Así fue el PRD, cuando AMLO lo dirigió, la idea del partido-movimiento le llevó, recordemos, al mayor crecimiento electoral del partido que aun con todas las campañas en contra supo embonar con el ánimo nacionalista de muchos ciudadanos de todo el país.

Pero, más que eso, Morena será partido con registro porque se inscribe en las coordenadas del actual sistema de partidos y necesita del financiamiento público para su sostenimiento en la arena electoral.

Trueque
Hay consenso que en la pasada elección, AMLO puso la mayor parte de los votos y la izquierda electoral su estructura y registro. Fue una suerte de trueque pues la candidatura AMLO logró esos casi 16 millones de votos –uno más que en 2006- y el PRD, PT y MC están en los cuernos de la luna pues todas estas siglas son la segunda fuerza electoral. La burocracia de estos partidos, o mejor dicho los beneficiarios de los cargos de elección popular, podrían ser las más perjudicadas en el mediano plazo, pues sin AMLO, y peor aún, compitiendo contra el partido de AMLO, es muy probable que la realidad los sitúe en su verdadera dimensión.

El Partido del Trabajo y el Movimiento Ciudadano es muy probable que pierdan el registro, o queden como una referencia testimonial en algunos estados y municipios, como ocurre con los restos del Partido Democracia Social. Y es que si van a competir, con su propio peso, no se ve cómo puedan ganar a los candidatos del PRI, el PAN, PRD o el Partido Morena.  Su disyuntiva entonces sería permanecer tal cual buscando alianzas o disolverse para fundirse en Morena. 

El caso del PRD es distinto, pues es un partido con un peso propio, sobre todo en el centro del país, y aunque seguramente se fracturará por el lado del lopezobradorismo, persistirá como una opción de izquierda moderada que seguirá atrayendo segmentos de un electorado de izquierda moderada. Sin embargo, irá cuesta arriba pues en la mayoría de los estados es un partido testimonial y frecuentemente con liderazgos burocráticos con escasa influencia política o subordinados al gobernador en turno.

Entonces, es previsible que en las próximas elecciones federales –y quizá antes en las estatales y municipales-, haya dos partidos disputando el mismo electorado, lo que sin duda pondrá a prueba la fortuna de ambas organizaciones. Claro, salvo que avance la iniciativa del senador perredista Alejandro Encinas, quien en Morena se ha pronunciado por un solo partido de izquierda, lo que hoy está en chino, no se ve por dónde, sobre todo si trae consigo los vicios tribales que son el peor lastre de la izquierda no democrática.

Datos duros
Ahora bien, hay dos datos duros a tomar en cuenta sobre el futuro comportamiento electoral de la izquierda: sube cuando va aliada en la elección presidencial, y últimamente en algunas elecciones para gobernador; y cae cuando va separada o junta en las elecciones intermedias o estatales.

La pregunta entonces es: ¿cuál es el futuro que le depara a la izquierda de frente a los siguientes procesos electorales, ante la extraordinaria necesidad que tiene de acumular fuerza en perspectiva de su programa y representación política, como también su afianzamiento en una candidatura presidencial común para el 2018?

Desde hoy se perfilan las candidaturas de López Obrador y Ebrard Casaubon, y en lógica pura las acciones deberían llamar a la confluencia pues es donde se tienen mayores réditos electorales; el llamado de AMLO para definirse entre continuar siendo un movimiento o transformar Morena en un partido, abre una ruta inédita no irremediable, no concluyente, pues en política nunca hay nada definitivo.

Los resultados electorales de la coalición Compromiso por México muestran que obtuvo un poco más de un tercio de los votos y nuevamente en el Congreso de  la Unión, ningún partido tiene la mayoría absoluta, lo que demuestra no sólo el peso electoral de cada partido o corriente política, sino el comportamiento electoral de los ciudadanos, que desde hace años no termina por brindar apoyo absoluto a ningún presidente y este tiene que lidiar con unas cámaras legislativas sin mayoría.

No es casual, entonces, que ante este comportamiento sabio del electorado se hacen esfuerzos en las direcciones del PRI y el PAN, por recomponer artificialmente la situación mediante la llamada segunda vuelta, que generaría automáticamente mayorías absolutas sin que los cambios sean sustanciales o lo que inopinadamente se ha dicho desde la dirección del PAN, que buscarán acabar con los diputados y senadores de representación proporcional, lo que sin duda lleva dedicatoria para la izquierda, que salvo el DF y algunos estados del sur, no logra triunfos de mayoría relativa.

Desafío de Morena
Y ese pronunciamiento de ser parte de los acuerdos entre el PRI y el PAN, pondría en un serio dilema al Partido Morena, que tendría que decidir entre la ruta independiente que se ha trazado y convenir con la otra izquierda en la necesidad de unir fuerzas para evitarse un desplazamiento administrativo del sistema de representación.

Mientras esto ocurre, el dilema parece orientarse hacia la constitución del Partido Morena, que tiene como tarea afiliar a millones de mexicanos de los comités de Morena y otro tanto de ciudadanos, que sin pertenecer a estos comités, pero que votaron por AMLO y el programa del Movimiento Progresista, para constituir el Partido Morena. Que dicho de paso deberá estar en operación en los próximos meses, para que una vez concedido el registro como partido político, participe en las elecciones locales de 2013 y sobre todo en su calidad de partido-movimiento en la resistencia contra las reformas que ha anunciado Peña Nieto en materia energética, laboral y fiscal.

Volviendo a la visión reduccionista de Pedro Joaquín Coldwell y anti-esquizofrénica de Jesús Ortega, estamos ante un fenómeno inédito tanto para la izquierda electoral como para el sistema de partidos. La historia de la izquierda electoral hasta ahora ha venido de una serie de fusiones de siglas pero nunca de un movimiento ciudadano, como es el caso de Morena, lo que le imprime un sello distintivo tanto frente a los partidos de viejo cuño como a los de más reciente creación, y esto en clave del sistema de partidos, significa no sólo que haya más partidos sino la apertura de un espacio programático nacionalista que sea contraste de las posiciones neoliberales, marca de los distintos sexenios, desde la llegada de Miguel de la Madrid, hasta el fin del sexenio de Felipe Calderón.

En fin, dentro de todo el ruido que diariamente escuchamos contra la pluralidad, la consolidación de esta nueva expresión política es una buena noticia, porque la diversidad auténtica es un contrapeso al poder y eso en estos tiempos es indispensable para la salud de la república.

 

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