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¿CÓMO SOLUCIONAR
LOS CONFLICTOS ESCOLARES?
Tomás Corona Rodríguez
Los problemas que se generan en una institución educativa son múltiples y aunque poco se reflexiona sobre las causas que los provocan, sí se padecen las consecuencias que éstos acarrean. Muchos de ellos se originan por la escasez de recursos materiales y financieros, sin embargo, es en el recurso humano donde se presentan los conflictos más graves, específicamente entre docentes, alumnos, directivos y padres de familia, sujetos que debido a su condición humana susceptible al error, les resulta difícil convivir y trabajar de manera armónica. Por ello es común que haya siempre conflictos escolares que cotidianamente tienen que resolverse en la escuela, pero esto no sólo acontecen allí, hace mucha falta desarrollar una cultura para la convivencia en todos los ámbitos de la sociedad.
Filey señala tres dicotomías relacionadas con la forzosa interacción humana que se da en las comunidades escolares: el “ganar-perder” que lleva implícito un abuso de autoridad, un uso del poder físico o mental para someter a otro individuo o a un grupo; el “perder-perder” en la que ninguno de los involucrados lleva a cabo lo que planeaba y tampoco obtiene lo que desea o sólo logra una mínima parte y se sustenta en el supuesto de que “no se enfrenta el problema por evitar un conflicto mayor”, aunque en realidad todos salen perdiendo y el “ganar-ganar” que permite llegar a una solución aceptable para ambas partes en una situación conflictiva mediante el consenso.
A partir de las dicotomías de Filey se puede afirmar que en un buena cantidad de escuelas impera la dicotomía “ganar-perder” por los severos conflictos que se dan entre algunos docentes y el (a) director(a) en los que éste(a) último(a), abusando del poder que le confiere el puesto y valiéndose de su autoridad, somete a los docentes a sus caprichos y necedades aprovechándose de ellos o bien, un(a) director(a) pusilánime que cae en las garras de la manipulación de algún docente, por lo general irresponsable, que actúa como un líder negativo por el hecho de ocupar un puesto sindical o por tener “influencias” en la Secretaría de Educación. Afortunadamente, el resto del personal docente y los alumnos manifiestan una actitud orientada hacia el “ganar-ganar”, logrando que estas escuelas funcionen decorosamente.
Hay casos peores, escuelas en las que los alumnos no quieren aprender; docentes que se resisten a mejorar su enseñanza y directores que no están preparados para dirigir una institución escolar con toda la complejidad que ésta lleva implícita. Padres de familia problemáticos cuya incidencia negativa agrava los conflictos que se dan en las ya de por sí deterioradas relaciones humanas de los sujetos que sintetizan y concretan la vida escolar. El resultado: un caos insalvable, irreductible. Cabe subrayar que algunas escuelas exitosas escapan de esta condición y el personal, junto con el directivo, trabaja armoniosamente y con un alto nivel de excelencia educativa. Desafortunadamente existen muy pocas.
A lo largo de mi experiencia como docente he trabajado por lo menos con una docena de directores(as) y puedo afirmar que solamente dos de ellos han ejercido un auténtico liderazgo en el que imperó la estrategia “ganar-ganar”. Cabe recalcar que fueron un hombre y una mujer, lo cual certifica que el género tiene poco que ver en la formación personal y profesional de un directivo, es decir, se es buen director independientemente del sexo que se profese.
Lo que recuerdo del directivo varón es la horizontalidad que aplicaba en todas las acciones que se realizaban en la escuela secundaria, se le podía ver los sábados y domingos haciendo limpieza, cultivando hortalizas, haciendo campañas de salud, participando en los talleres para padres o supervisando la labor de los promotores que manejaban los clubes artísticos. La escuela era un modelo de organización, planeación y evaluación de los procesos de enseñanza y aprendizaje.
Los eventos que se organizaban eran magníficos, por ejemplo, el día del padre era celebrado con la misma fastuosidad con que se celebra el día de la madre y todos los docentes participábamos en él. El director también cuidaba mucho la formación moral de los alumnos. Sutilmente “obligaba” a ambos padres a participar activamente en la formación de sus hijos y en todas las actividades que se realizaban. A pesar de ser tan estricto los alumnos lo admiraban. Todos ejercíamos nuestros derechos y cumplíamos con nuestras obligaciones. Obviamente los maestros “flojos” se alejaron voluntaria y rápidamente de la escuela. Desafortunadamente los directivos como él (ya se jubiló) están en franca vía de extinción.
Con respecto al trabajo desempeñado por la directora en la escuela primaria era muy notorio el uso de un recurso que siempre le funcionaba: la diplomacia. Actuaba siempre como mediadora en los conflictos y las personas que por alguna causa entraban molestas a la dirección salían con una sonrisa. Como directivo era una persona altamente organizada y planeaba su trabajo de manera sistemática, cuidando hasta el más mínimo detalle y procurando subsanar las fallas de manera inmediata, quizá le ayudaba el ser un tanto aprehensiva.
Siempre mantenía una actitud de apertura y era muy respetada y valorada por toda la comunidad escolar. Era común que destacara en la zona por la calidad de su trabajo. La escuela, obviamente era una de las mejores y así lo demostraban los resultados académicos que se obtenían. Mantenía una excelente relación humana con los profesores que allí laborábamos. Algo que me llamó siempre la atención es que conocía a todos los, aproximadamente 400 alumnos de la escuela, por su nombre. Aunque ya está jubilada, sigue siendo una persona encantadora y con una impactante presencia escénica.
Durante los últimos años, en la Secretaría de Educación tuve “jefes(as)” bastante incompetentes que asumían una actitud nefasta en el trato que daban a los subordinados, por una simple razón: eran elegidos “por dedazo” y no siempre tenían la capacidad para desempeñar el puesto que ocupaban y peor aún, buena parte de ellos desconocía la realidad que cotidianamente se vive en las aulas, aunque algunos de ellos eran docentes. También en las escuelas hay muchos directores(as) que caben en este modelo de incompetencia e intransigencia.
Es lamentable que el perfil psicológico de muchos funcionarios no sea tomado en cuenta al elegirlos para coordinar una dependencia en la que tienen que tratar con una gran cantidad de personas cuando su cordialidad es precaria y su humanismo es escaso. Considerar sólo el perfil académico es insuficiente. Es obvio que en estas dependencias prevalece una filosofía del “perder-perder”.
Aplicar a los funcionarios públicos un examen de oposición, a través del cual se valore lo conceptual, lo procedimental y lo actitudinal del área de trabajo en el cual van a laborar y delimitar los rasgos de su perfil con base en el sustento filosófico que subyace a la teoría del liderazgo, antes de “darles” el puesto, parece una solución viable y pertinente para humanizar la educación.
¿Qué se puede hacer para solucionar los conflictos escolares?
Si la resolución de un conflicto equivale a solucionar un problema, cumplir una meta, superar los obstáculos de manera conjunta, lo primero que tiene que hacerse es eso, resolver el conflicto, pero ¿cómo? Si consideramos que la mayoría de los seres humanos tendemos a seguir los mismos patrones de conducta, incluso los más destructivos, la misión se torna bastante difícil.
Un objetivo básico para el logro de esta tarea es fortalecer las relaciones humanas en la escuela a través de todos los medios posibles: cursos, diplomados, seminarios, en los que se pondere la formación humanista de todos los involucrados. También es importante la convivencia extracurricular.
Las estrategias para mejorar la convivencia deben enfocarse hacia los docentes y directivos hasta concienciarlos acerca de la importancia del trabajo colaborativo y la necesidad de hacer suyo el lema “ganar-ganar”, el cual se sustenta en las siguientes aseveraciones: vencer el problema en vez de luchar entre sí; evitar el tomar partido; encontrar hechos que resuelvan los dilemas; aceptar el conflicto como algo útil, siempre y cuando no se dañen las partes o el grupo. En este sentido, la comunicación franca y abierta entre los sujetos involucrados en una problemática, juega un papel fundamental.
Al parecer, nadie se ha querido dar cuenta que la base de la convivencia social estriba en el mantenimiento de relaciones simétricas, afectuosas, equitativas, funcionales, recíprocas y auténticas con nuestros semejantes. Hacia allá deben dirigirse todos los esfuerzos educativos y sociales que se lleven a cabo para mejorar las relaciones humanas, hacia la concienciación de nuestra condición de “animales sociales”.
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