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LA CEE SE EXTRAVÍA
CON EL VOTO CLIENTELAR
Claudio Tapia
Sube el voto nulo. La campaña para anular el voto este 5 de julio está funcionando. Todos los días, los partidos o los árbitros hacen algo para estimular el hartazgo ciudadano, sustento de la cívica decisión de abstención electoral activa.
Según la más reciente encuesta del Grupo Reforma, los probables votantes que están considerando anular su voto creció del 10 al 15% en tres semanas, y sólo uno de cada cuatro electores cree en los mensajes de campaña de los partidos políticos.
Los partidos políticos y los organismos electorales convertidos en eficientes promotores de la anulación, al exhibir su juego sucio, invitan a los electores a no seguir jugando más. Quédense con lo que ya han ganado de nuestro capital político, dicen los cansados electores, tomando la frase de Aguilar Camín, pero no nos pidan que juguemos más. No estamos dispuestos a seguir jugando su juego inmoral.
Seguro de que para cuando esta colaboración se publique ya se habrán presentado mejores ejemplos de proselitismo a favor de la anulación; cito sólo algunos de los más recientes:
Primero, la encerrona en las oficinas de SAGARPA, en la que los delegados federales acusados de usar recursos públicos a favor del PAN, instruidos por funcionarios de la Secretaria de Gobernación, se pusieron de acuerdo en cómo movilizar a su personal para reforzar la estructura electoral panista el día de la jornada electoral. El acarreo, la cooptación, la compra del voto clientelar a todo lo que da.
Qué decir de la clase de civismo que recibieron 250 mentores integrantes del gremio de la profesora que el valiente comandante supremo no se atreve a enfrentar, para tejer, con el respaldo de las autoridades educativas del estado, las redes de acarreo el 5 de julio a favor del PRI, el partido con el que ahora se arregló; por cierto, el que quedó en tercer lugar en el 2006, porque los maestros ayudaron, de la misma delictiva manera, al partido que dice que ganó.
En los tiempos del partido hegemónico, el PAN pidió que se impidiera a los maestros, a los educadores de nuestros hijos, participar en el proceso electoral, ya que actúan como vulgares mapaches. Hace tres años, fue el PRI el que denunció y pidió lo mismo. Hoy, lo hace nuevamente el PAN. ¿Quién será el próximo partido amafiado y quién el que denuncie al delincuente? Este juego de inmoralidad alterna, de vender al mejor postor sus triquiñuelas, es el juego que ya no queremos jugar.
Otro estímulo más para anular es la cruenta lucha por el botín en Ixtapalapa, el bastión del PRD con mayor número de votos en el país. Se trata de la demarcación gobernada desde hace nueve años por la corriente perredista del actual dirigente del partido, elegido de la sucia manera que todos recordamos. La disputa por gobernar ese territorio, se dio entre las dos candidatas de las tribus del partido, y en ella se valió de todo. Hoy, el partido se encuentra sujeto a la decisión del máximo tribunal electoral que ha despertado, en propios y extraños, suspicacias por la deliberada tardanza en la emisión de su fallo y por la intromisión de terceros (la única duda es si provino del Congreso o de Los Pinos), lo que alimentó el fuego, atrajo el desprestigio e impidió lo más importante: la certeza y la oportuna rectificación del proceso electoral interno.
Por último, la cereza del pastel de la ignominia. La insólita razón por la que ya no pueden pedirnos que juguemos más: el descarado manipuleo del voto realizado por el organismo obligado a impedir que eso suceda: la Comisión Estatal Electoral.
Algo que repudiamos los electores con un mínimo de cultura cívica es el voto clientelar. Ofende a la dignidad del elector cualquier intento de compra, en efectivo o en especie, de su voto libre y secreto, de su decisión particular de elegir.
Faltándonos al respeto, los partidos en general y sus candidatos (no todos por supuesto) ofrecen dinero o “regalos” que van desde cachuchas, camisetas, lonches y despensas, hasta el suministro de agua, gas y transporte colectivo gratis, a cambio del voto clientelar.
No pueden entender que los ciudadanos que tienen conciencia del valor de su voto, se ofenden ante esa ilegalidad. Lo que el elector consciente quiere, eso sí, es que los partidos, además de merecer su voto, les garanticen la debida representación, la educación de calidad, trabajo y un salario digno que le alcance para una vida decorosa que puedan pagar.
Pero de eso, ni hablar. A los partidos les parece más barato, más práctico y menos comprometido comprar el voto de los ciudadanos que obligarse a representarlos y a gobernar conforme al interés general.
Para acabarla de amolar, resulta que ahora, como ya se dijo, el obligado a impedir el voto clientelar, el árbitro que debe sancionar la compra descarada o encubierta del voto, ignorando su deber de garantizar un proceso electoral sano y limpio, le entró ya a la ignominia del voto clientelar.
La CCE le hará regalos al que salga a votar. No importa si el elector vota por lo que le van a dar. No importa que eso lo corrompa. Lo que importa es que vote a como dé lugar.
La compra descarada del sufragio, realizada por el organismo electoral responsable de promover la cultura democrática, es el cínico reconocimiento de la imposibilidad de motivar a los electores para que voten sólo por civismo en una contienda que carece de opciones reales y de credibilidad.
A cambio de su voto, como “regalo”, dice orgulloso el consejero presidente de la CEE (El Norte, Local, 18 de junio 2009), los que acudan a votar el 5 de julio, mostrando su dedo pulgar entintado, podrán entrar libremente a parques municipales y obtener descuentos en restaurantes, cines y centros de diversión. Ahorita estamos firmando los convenios respectivos (sic) ¿Quién paga?, digo yo,
Es así como, según piensa el ciudadano presidente del organismo electoral, la comisión cumplirá con su obligación de promover el voto. Toda una lección de la execrable política que deseamos enterrar. Razón de más para anular.
La intentona de convertir a los electores en clientes domesticados para votar a cambio del regalo, ahora del árbitro, es la puntilla para nuestro corrompido sistema de representación. Ya estaba mal que así se comportaran los partidos y algunos de sus candidatos con la complacencia del que los debiera sancionar, pero cuando esto lo hace el árbitro de la contienda electoral, se confirma que el sistema, sin excepción, carece de la más elemental credibilidad y legitimidad. No tiene remedio. Hay que volverlo a refundar.
Con ejemplos como éstos, y los que seguramente seguirán, cómo no vamos a anular.
Negarnos a seguir jugando este juego, no es desahogo inútil ni una simple manifestación de inconformidad.
Es aspirar a más.
Es rescatar la posibilidad de sanear la vida pública.
Es recuperar la vergüenza.
Es querer jugar limpio.
Es acotar el abuso del poder.
Es la exigencia de respeto a la dignidad del animal político.
En suma, es dignificar la vida social.
claudiotapia@prodigy.net.mx
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