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5 de abril de 2010
15diario.com  


 

Muerte de rojo

Miguel Treviño Rábago

 

LAS DISCUSIONES por dinero eran constantes. Un día sí y otro también. La madre desesperada por haber sido despedida de una fábrica, apenas si tenía un guardadito para darles de comer a un hijo que se negaba a trabajar y una hija que como estudiante de prepa, exigía todos los días dinero y ropa nueva. Por más que la pobre mujer quería hacerlos entrar en razón, los dos desalmados le reclamaban a gritos su "obligación" de mantenerlos.

 

               EL PADRE, como hay miles, había desaparecido cuando aún eran niños. Buenos para engendrarlos, malos para mantenerlos. "Gallitos" campeones del pisa y corre. Y mañana si te veo, ni me acuerdo. Sofía se llamaba la madre de Eugenia y Gustavo. La mujer había trabajado de todo, con tal de llevarles un kilo de tortillas a la mesa de su humilde hogar, una casita construida en las orillas de un cerro, sin agua, sin drenaje, con luz robada de un poste, donde también estaban colgados decenas de "diablitos" para iluminarse por las noches. Allí en dos cuartitos y una letrina, había sobrevivido crudos inviernos e infernales veranos.

                 LA SITUACIÓN era patética, desesperante, casi insoportable. No había trabajo, ni dinero, ni comida. Sofía por la noche, recostada en su aguado colchón, decidió salir por la mañana a vender paletas de dulce en un crucero. Tenía idea en cuál, porque había visto que muchos otros vendedores ofrecían mercancías; botellas de agua, semillitas, periódicos, banderines de futbol, tarjetas para celular, flores, y no podían faltar los tragafuego, los limpiavidrios, los payasitos, los seudomalabaristas, los ciegos y los discapacitados. Todos competían por recibir una moneda de los automovilistas. En ocasiones recibían insultos, pero era parte del "jale" decían entre ellos.

               SÍ, ESO HARÍA. Ella ya había visto una dulcería donde le darían un buen precio que le permitiría alguna ganancia para seguir adelante. Después de todo, amaba a sus hijos y se sentía obligada a darles comida y techo. Se encomendó a la virgen y cerró sus ojos para descansar y poner fin a sus preocupaciones, por unas horas. Aunque a veces, al disponerse a dormir, le asaltaba la duda, si no se moriría durante el sueño sin volver a despertar. Luego, se decía, Diosito, hágase tu voluntad y se abandonaba al sueño-muerte- temporal.

               A LA MAÑANA siguiente, tal como lo había planeado, se levantó, se lavó la cara, hizo del baño, lavó sus manos con agua helada y jabón, y preparó una taza de café en polvo. Trató de no hacer ruido para no despertar a sus hijos, que dormían desparramados en dos viejos catres. Los dos eran bien desvelados, pues llegaban a la hora que les daba la gana. Ellos eran felices en la calle, siempre de pachanga y reventón. Groseros y exigentes, Sofía amaba a sus hijos y hablaba de ellos como buenos muchachitos. A todos comentaba, mi hija está estudiando y a mi hijo ya le prometieron un buen empleo. Mentiras lo uno y lo otro.

               NUNCA HE podido entender la razón por la cual los padres y madres tratamos de justificar la irresponsabilidad de nuestros hijos e hijas. El cuento ese de que lo hacemos por amor, no lo creo. Esa insistencia nuestra de tapar el sol con un dedo y adornarnos ante los demás, manifestando falsas lindezas y cualidades de nuestros hijos, es absurda. Conozco y he sabido de muchas familias donde los hijos e hijas gritan, insultan, ofenden, maldicen, escupen la comida, rompen objetos, azotan puertas, se embriagan y se drogan, mientras sus padres los ven impotentes sin saber qué hacer o llorando. Y aún así dicen "son buenos, hay que comprenderlos". Otros ni siquiera saben de su padre o madre. Los entierran en vida.

               SOFÍA SE vistió esa mañana con un vestido rojo, viejo, pero en buenas condiciones. Pensó que podría llamar más la atención de los conductores, no por sus formas físicas, pues estaba gordita y ya habían pasado sus mejores años, sino porque al verla bien presentada, podrían animarse a comprar aunque fuera una paletita para chuparla durante los tediosos embotellamientos de tránsito. Y salió dispuesta a ganarse honradamente unos pesos como vendedora ambulante de paletitas de dulce en diversos colores y sabores. Se sentía nerviosa, pero optimista, positiva, emprendedora.

               AL LLEGAR al crucero varios de los vendedores la vieron feo. Era su esquina y una mujer se acercó a preguntarle qué iba a vender. Ella risueña, le contestó que paletitas y le enseño las bolsas multicolores. La mujer torció la boca y le dijo, al rato viene un cobrador de piso y tienes que arreglarte con él. Sofía se preguntó: ¿un cobrador de piso?, si el piso es de todos, pensó, pero se colocó en la orilla de la avenida y empezó a levantar una bolsa de paletas para ofrecerlas en venta. Muy morena, gordita y con vestido rojo, llamaba la atención de los choferes, algunos de los cuales la observaban de arriba-abajo morbosamente.

               Y ES QUE en México, no sólo la delincuencia "cobra piso" y "vende protección" a los comerciantes, también las autoridades tienen sus "inspectores" que les exigen a los vendedores ambulantes "pagar piso" por estar parados en una calle o una banqueta. Los "malos" exigen cuotas a los dueños ricos de negocios; las autoridades electas por el voto del pueblo, exigen "cuotas" a los pobres. Así, delincuentes y funcionarios, todos exprimen a los que venden algo. Y si no pagas a los "cobradores" te atienes a las consecuencias, que van desde golpizas, hasta encarcelarte por desobedecer a la "autoridá".

               OIGA SEÑORA, dijo una voz aguardientosa: Tiene que cooperar con el municipio. "Hay que pagar piso" le dijo el fulano de mala manera. Sofía preguntó cuánto tenía que darle y el tipo le pidió 30 pesos. "Es lo que me gano si vendo dos bolsitas de paletas", le explicó nerviosa Sofía. Y la respuesta fue automática: "Me vale madre: o paga, o se va de aquí, o quiere que llame a la patrulla." La pobre mujer se turbó toda. Abrió su bolsa y dijo: traigo nomás 20 pesos y enseñó el billete azul todo arrugado. El tipo se lo arrebató y le dijo que al rato volvía por los 10 faltantes. Sofía se sintió mal, sentía miedo y coraje a la vez, pero ni modo, era la ley de la calle.

               MILES DE ambulantes llenan hoy las calles de México. El desempleo azota furiosamente a miles de mexicanos. Los anuncios pagados de la tele, cantan hermosas mentiras acerca de fuentes de trabajo que no encuentra nadie, pero en la publicidad del gobierno, con actores pagados, dicen que ya vamos saliendo del bache y que el "catarrito" ya se curó con puros atolitos y vick vaporub untado. Si la "influenza" la curamos con agua y jabón, "por qué chingados no vamos a derrotar la crisis mentada", claro que sí podemos, si para eso somos bien chingones. ¿Acaso no es cierto que el gobierno inventa cada semana miles de empleos?

               TODO IBA más o menos bien ese día para la emprendedora Sofía. No había puesto un changarro, ni le habían prestado para un negocio. Ella se había autoempleado, porque alguien le había dicho, no te preocupes, ocúpate. ¿O lo había leído en una revistita de esas baratas que a veces compraba? Empezó a tomar confianza y a gritar ¡paletas! ¡lleve las paletas para sus niños! Y al poco rato caminaba entre los autos y peleaba en ser la primera entre otros vendedores, para acercarse a las ventanas y ofrecer su mercancía. De repente alguien extendía la mano con una moneda, de repente escuchaba que le decían ¡"hágase un lado vieja pendeja! Sentía retefeo, pero había que ganarse la comida para ella y sus hijos.

               EN EL PAÍS ya hay 40 millones de pobres, de los cuales 16 están en extrema pobreza. O lo que es lo mismo, están en la miseria. No tienen casa propia, ni educación, ni trabajo, ni dinero, ni comida, ni servicios médicos, ni nada. Viven como animalitos, comen de la basura, de la caridad, de las sobras que tiran en restaurantes, de lo que roban en supermercados y tiendas, de lo que les regala gente piadosa. Mientras en muchas familias, la comida sobra, se echa a perder, se tira, se desperdicia, los pobres del país sobreviven de milagro. La desigualdad entre ricos, clase media y pobres es brutalmente dolorosa.

               SOFÍA SE descuidó. Andaba toda asoleada y hasta mareada. No había comido nada desde que salió de su casita. Poco había vendido de las paletitas, pero ya tenía algo para llevar a casa. Sin embargo se sentía un poco mal. No estaba acostumbrada a gritar, correr, pelear, sudar y luchar en la calle. Muchos años había trabajado dentro de una fábrica y mal que bien, no era tan malo. El problema era que de una día para otro, el mero "Jefe" les dijo que el gobierno les cobraba muchos impuestos y tenían que desocuparlos porque iban mejor a cerrar. Y sintió que se le vino encima el mundo.

               Y EN ESAS cavilaciones estaba, cuando sintió un tremendo golpe en su pecho, y todo se nubló, dio vueltas y ya no supo nada. Un camión materialista la había embestido y atropellado brutalmente. Ya no supo nada. La sangre se confundía con su vestido rojo. Se hizo el tumulto de curiosos y metiches alrededor de su cuerpo. Las paletitas multicolores quedaron regadas por el suelo. Llegó la cruz roja, nadie sabía su nombre. Todos le decían la del vestido rojo. El golpe frontal del camión fue fatal. Allí terminaron los sueños de una mujer buena y emprendedora. En el suelo quedaron no sólo sus zapatos también rojos, sino sus sueños de vivir mejor.

                SUS HIJOS al no verla llegar, ni se preocuparon. Y cuando alguien que la conocía, les avisó de su muerte, ellos dijeron que no reclamarían el cuerpo, porque les daba vergüenza que dijeran que su madre era la vendedora del vestido rojo que habían atropellado vendiendo paletas en una esquina. Su cuerpo fue a dar a la fosa común.

                CUÁNTAS MADRES son capaces de todo por sus hijos, mientras ellos sólo gritan exigiendo sin haber aprendido jamás ni a decir: “muchas gracias, mamá”, o “muchas gracias, papá”. Miles de madres en nuestros días, salen diariamente a buscar la comida de sus hijos. Ellas solas contra el mundo. No cabe duda que México ha tenido gobiernos multicolores que han maltratado, humillado y menospreciado a las mujeres, a los niños y los ancianos. Para ellos no hay consideración alguna. Triste realidad en nuestro país.

 

trabago49@hotmail.com     

 elobservadorpolitico@hotmail.com  

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