516 14 de abril de 2010 |
Rojo amanecer Rafael González Ramírez Nuestra adinerada sociedad tradicionalmente fría, convenenciera y excluyente, pasó del romanticismo colonial a la nostalgia “por los tiempos idos”, del Monterrey conservador. Adormilada y soñadora, vivió casi inconmovible, los hechos violentos de la Independencia y los cacicazgos del Siglo XIX, hasta ya entrado el Siglo XX. Sacudidas sólo por la invasión Americana, sus “entes” cristianas y de rancio abolengo, la vieron pasar en la medida que no afectó sus propios intereses. A don Benito Juárez, lo despreciaron totalmente durante su estancia en ésta ciudad, al grado que lo hicieron abandonarla; en tanto que el porfiriato les vino muy a la mano, pues les permitió acumular poder y riqueza, enviándoles a un gobernador jalisciense, que actuó como facilitador; y a un grupo de adinerados extranjeros que “llegaron para quedarse”, asimilándose rápidamente a los peninsulares, criollos y sus descendientes que la componían. Incapaces de pensar, sus élites narcisas, despreciaron las premoniciones de caos social, suponiéndose invencibles; hasta que el despertar del Siglo XXI los volvió a la realidad de un México desconocido para ellos. El México violento de la Independencia de dos Imperios y dos Revoluciones, los sorprendió. Tocó las puertas de sus empresas, de sus negocios y... de sus casas. Pusieron el grito en el cielo, suponiéndose inocentes.
¿Por qué a nosotros?, gritaban sin pensar que esa pesadilla no era otra cosa que las consecuencias de su ambición desmedida, su inconsciencia y su doble moral; del abandono y el desprecio hacia la “otra sociedad”, la parte miserable, que ellos mismos fueron construyendo paulatinamente a través de cuatro siglos. Coludidos siempre con autoridades venales, que ahora se suceden trienio tras trienio, y con el clero otra desgracia, que hoy por hoy se viste de vergüenza y se revuelca en sus propias excretas, dentro de un callejón sin salida que cada día se estrecha más. Mientras sus incondicionales, los del dinero, solo callan ante las atrocidades que curas, obispos y cardenales, degenerados pederastas, han cometido contra las santurronas y hasta con sus propios y consagrados hijos.
Esta sociedad elitista, fría y anquilosada es la que hoy amanece “sorprendida y agraviada”, porque la inseguridad rebasó los límites de sus blindajes, de sus enormes “bunkers” y sus transados gobernantes. Estas élites, ahora amenazadas de perder lo que tanto “trabajo les ha costado “, huyen de esta guerra con sus mujeres y sus juniors, al país donde guardan sus caudales; antes que la “otra sociedad”, la de la Risca, la de San Ángel, la del Topo Chico, y otros tantos asentamientos abandonados a su suerte; les dé alcance y se haga justicia por su propia mano (creo que ya lo está haciendo).
El crimen organizado en sus muy variadas facetas, es tan sólo una consecuencia de los verdaderos agravios sociales que han vivido estos mexicanos, como son sin lugar a dudas el abandono, la discriminación, la ignorancia, la desigualdad, la falta de oportunidades. ¡Ah! y el “importamadrismo”.
Por favor, ya no se rasguen las vestiduras, no lloren como plañideras lo que no supieron cuidar, el tesoro más grande de México. Sus niños y sus jóvenes de muchas generaciones, que ahora nos lo están reclamando. ¿Qué podemos hacer?
Nos quedan las nuevas generaciones de niños y jóvenes, que aún no han delinquido, y muchos otros que aunque lo hayan hecho, se pueden rescatar. Ellos están esperando que los buenos mexicanos (creo que somos muchos), los rescatemos. Vamos por ellos. No busquemos más culpables. Ya los conocemos, aunque al final, todos de algún modo lo somos. Señor presidente, señor gobernador, señores diputados: castiguen a los delincuentes consumados, ustedes los conocen, nosotros también. Están o estuvieron en los puestos públicos, están entre los millonarios de San Pedro y de otras colonias muy exclusivas, están entre el alto clero y muchos curas abusivos.
Yo no lo creo, pero si ustedes también estuvieran coludidos, deténganse un momento y reflexionen, México se está desmoronando entre nuestras manos, y los mexicanos no somos ajenos a esta debacle social.
Por favor, no nos quieran hacer de nuevo víctimas de la historia. Yo creo que aún podemos cambiarla. Pero si ustedes no pueden, con todo respeto, háganse a un lado, y permítannos a esa sociedad de buenos mexicanos, que sufre y se debate entre las otras dos; que tomemos el toro por los cuernos, antes de que vengan los “gringos” (y ya vienen) a hacernos bueno aquel ominoso tratado, que por las argucias de don Benito Juárez, no pudieron concretar en 1859. Quedó pendiente, y la historia... la historia para nuestra desgracia, está por repetirse. Nos va a golpear de nuevo. rgonzalezr5@yahoo.com Para compartir, enviar o imprimir este texto,pulse alguno de los siguientes iconos: ¿Desea dar su opinión?
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