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934 23 Noviembre 2011

Tiempo aire
Eligio Coronado

M
Zambranoonterrey.-
Eduardo Zambrano es un poeta que viste sus poemas de claridad. No es como otros que dejan que el hermetismo, la oscuridad o la confusión gobiernen sus textos, acaso intencionalmente.

En Tiempo aire*, Eduardo prefiere desarrollar sus textos con la lógica de lo práctico en los dominios de lo cotidiano: “Con poesía pagué a los dioses / ese juguete de creerme eterno” (p. 26), “Haré inventario en el viejo almacén / de mi conciencia. / No necesito más misterios que el mío” (p. 10), ”La muerte sucede y nos sucede” (p. 46).

Tanta claridad nos sacude, sobre todo por su sencillez, por esa forma de reestructurar la poesía para hacerla más accesible y, en ocasiones, fulgurante: “Tanta oscuridad / y ver la herida” (p. 12), “Morir (…) es un lugar común / y nadie ha podido evitarlo” (p. 42), “El vaso lleno de luz: conjuro de naranja” (p. 18).

Pocos poetas pueden explicar su obra. Algunos aventuran teorías disparatadas y otros nos arrastran a la espesura de las ideologías, pero Eduardo sabe hablar desde adentro del poema: “El ritmo es la energía que zumba entre las palabras. / El que captura ese zumbido (…) / accede (…) / (…) al poema” (p. 11), “Te le quedas viendo. / El poema te sostiene la mirada. / Intuyes / que no hay nada más qué decir. / Te marchas” (p. 27).

Y es cierto, ante la poesía de Eduardo no hay nada más que decir. Se explica sola. Cualquier intento por decodificarla está de más: “Largo es el puente / que viene del pasado / hacia el presente” (p. 39), “Nubes efímeras / miran en tu mirada / la vida efímera” (idem.), “en el desierto (…) / esa piedra / (…) a veces se hincha de luz” (p. 21).

Como en toda poesía inteligente, en la de Eduardo (Monterrey, N.L., 1960) también hay ingenio, esa cualidad que está más allá de la apariencia: “He visto cómo mi sombra se mete en mi cuerpo / para huir del mundo. / Dicen que me he vuelto más sombrío” (p. 42), “los poetas siguen vivos / en el asombro de sus lectores” (p. 48), “Con poesía pagué los viáticos / hasta llegar a mi soledad” (p. 26).

Cerremos con una pizca de humor mezclado con ingenio (no todo humor es ingenioso) al estilo de Eduardo: “la vela / me mantiene / (…) en vela / y velado / mañana estaré / del otro lado” (p. 33), “No le pida –mi estimado Alighieri / más maldad a un pobre diablo / que se está volviendo viejo” (p. 17).

*Eduardo Zambrano. Tiempo aire. Monterrey. N.L., Ediciones Intempestivas, 2010. 49 pp. Ilus. por Janitzio Alatriste Tobilla.

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