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934 23 Noviembre 2011

Murió Daniela Mitterrand
Hugo L. del Río

M
onterrey.-
La vida es intensa y generosa cuando se pelea por el derecho de los seres humanos a vivir en dignidad. En México, en Monterrey, respiramos aires mefíticos. Una mujer –sólo ellas lo pueden hacer─ abrió la ventana para que entrara la luz y se limpiara la atmósfera. Daniela Mitterrand murió ayer a los 87 años de edad. Dejó el mundo y entró al Parnaso.

Heroína de la Resistencia durante la ocupación alemana; apasionada defensora de los hombres y mujeres humillados y ofendidos, como escribió Dostoievski. Su función como Primera Dama de Francia nunca fue obstáculo para su vocación de activista social: habló y peleó a favor de los indios de Chiapas, de Chile, del Amazonas; en Colombia se esforzó al límite por llevar a los contendientes a la mesa del diálogo; hizo suya la causa de los saharauíes –el Viet Nam ignorado de Marruecos─; su postura a favor de los kurdos de Iraq por poco le cuesta la vida: Hussein hizo estallar un coche bomba para matarla, pero la buena suerte acompañó a esta noble mujer. Daniela –amiga de Fidel Castro y Marcos─ es la Francia eterna que amamos: la Francia de la Revolución regicida, de los Derechos del Hombre, de los Enciclopedistas, de los civiles y militares que arriesgaron el pellejo por Dreyfus; la Francia que en poesía de combate y verbo acerado condena con la pluma de Víctor Hugo, Clemenceau y tantos otros la intervención en México de Napoleón el pequeño.

Daniela nunca estuvo sola en el combate: su padre perdió el empleo y fue perseguido porque, como director de una escuela, se negó a entregar a la Gestapo y los colaboracionistas una lista con los nombres de los alumnos y maestros judíos. Y su marido, con quien casó en plena batalla en las sombras en 1944, era conocido como el capitán Morand: uno de los hombres más buscados –y temidos— por los nazis. El capitán era, desde luego, Francois Mitterrand. Daniela vivió un momento amargo cuando supo que su esposo tenía una amante con quien había engendrado una hija. Pero sorteó con temple la tempestad. Tenía espíritu, cerebro y corazón.

Lástima que al hablar de ella recuerde a una de las personas más inútiles de Nuevo León: doña Minerva, la supuesta titular de Derechos Humanos. ¿Qué hace doña Minerva, aparte de cobrar el sueldo que le paga su patrón Rodrigo Medina? ¿Ha protegido a alguien, ha denunciado algún abuso? Debería leer el libro En total libertad, uno de los doce que escribió Daniela, ella sí auténtica, fiel a su sentido de solidaridad y responsabilidad social.

Recado a mi cuate Felipe Díaz Garza: Para hombres como nosotros, periodistas profesionales a mucho orgullo, recibir un elogio de los aprendices de amanuense de Femsa es uno de los peores insultos. Supongo que, como yo, preferirás una mentada de madre en alemán antes que una aprobación de esos despreciables mercenarios raquíticos de mente y espíritu. Invita a comer, no seas cabrón. Abajo el estadio. Engordemos con alegría.

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