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MÁQUINAS DESEANTES
LA CIUDADANIZACIÓN
DE LA CULTURA DIGITAL
Ángel Sánchez Borges
Lo que cuenta no es proveer de objetos estéticos en clave
sino de instrumentos conceptuales, estéticos, sociales
a través de los cuales reapropiarse de las concatenaciones
de enunciación, como son, por ejemplo, los materiales
informáticos, telecomunicaciones o videográficos(…)
en suma de medios comunicacionales que cambien la
socialidad.
Félix Guattari, Combatir el Caos, Chimères, 1992
I.-La responsabilidad social del artista postmediático
Es un común denominador en nuestros días que no sólo los contenidos de las artes, sino las formas de expresarse de los jóvenes, de los medios de comunicación, y en general de muchas producciones culturales, se basan en la reconfiguración del sentido de las cosas a partir de la reapropiación de una multiplicidad de fragmentos tomados a veces programáticamenete, a veces al azar, de la historia de las artes, de lo que antes llamamos, las colecciones de sentido, de elementos de la historia de la cultura, etc. que se reúnen hoy en día como collages extremos que expresan justamente los contenidos de una cultura del “remix”, un nuevo barroco en expresión saturada como “mash-up” cultural, y esto en mucho gracias a las experiencias que proveen los nuevos medios de comunicación, desde la TV por cable o satelital (que hoy en día es una experiencia global independientemente de la capacidad adquisitiva, ya que se ha documentado que en grandes franjas de pobreza las poblaciones aún así adquieren servicios de televisión de este tipo) hasta la Internet y sus “gadgets digitales”.
El término “re-mix” o “remezcla” se puso en boca de todos, sobre todo de los más jóvenes a partir de su relación con la música: la cultura del DJ, el graffitti, el baile callejero, las expresiones audiovisuales en su conjunto, se constituyeron desde los años setenta a partir de ese nuevo bricolage post-mediático, de esa recolección de fragmentos (sampling o muestreo), su reubicación en los objetos culturales y la fuerza múltiple de la expansión de los sentidos en sus lecturas polifónicas. El “mash-up” es un término un poco posterior, y aparece más recientemente con las posibilidades de integrar contenidos a partir de la confluencia de medios y fuentes en ambientes digitales, tales como los lectores de noticias en internet, que reconducen por ejemplo la información de los blogs preferidos por el usuario al correo electrónico personal, así como las aplicaciones que sustituyen a los softwares, y que permiten justamente reunir contenidos diversos de todas las demás aplicaciones en línea, redes sociales, correo, imágenes y sonidos, y herramientas para producir herramientas, que aparecen en los últimos años como la posibilidad de que el usuario de las redes no sólo reciba esa multiplicidad de contenidos en el mash-up, sino que genere sus propias aplicaciones a la altura de sus necesidades.
Nicolás Bourriad en su libro “Postproducción, la cultura como una adaptación a la pantalla: cómo el arte reprograma el mundo” explicó como los artistas se nutrieron de la experiencia mediática, del cine, la televisión y la música, (en donde la post-producción se refiere al momento en que una producción se prepara para finalizarse, es el momento en el cual se sonoriza, se agregan efectos, se subtitula y se “masteriza” el objeto mediático no sólo para su emisión sino para crearse como un objeto formateado que se estandariza para su reproducción en los aparatos domésticos) y como trasladaron hacia otro sentido el término mismo de postproducción llevándolo hacia otros confines.
En el arte contemporáneo la “post-producción” dice Bouriard es el punto en donde coincide el consumo con la producción del arte, y en donde la obra de arte potencia una cultura de la actividad y del uso: “como una terminal temporal de una red de elementos interconectados, como una narrativa que extiende y reinterpreta narrativas precedentes”. Esto es importante porque Bouriard no coincide con la idea críptica de que una sociedad de producción ecléctica y de consumo ecléctico, desembocaría en la muerte de los juicios estéticos y en la temida por reaccionaria condición de que todo pueda ser válido en el collage historicista posmoderno.
A diferencia de las prácticas simplemente eclécticas de los llamados artistas posmodernos, en el término de post-producción que es en todo caso un concepto de acción cultural, Bouriard plantea una nueva responsabilidad a doble articulación, el de los productores y de los receptores hacia un “consumo cívico”: “Establecer procesos y prácticas que nos permitan pasar de una cultura del consumo a una cultura de la actividad, de una pasividad respecto a signos disponibles hacia prácticas de responsabilidad”
Bouriard sienta las bases para una ética de la postproducción, una propuesta que podría parecer ridícula a aplicar en el campo de las artes y sobre todo de las lógicas del consumo masivo, que responderían en una visión más economicista a la libertad del individuo a transitar por entre las colecciones de sentido desde el punto de vista de la adquisición de bienes culturales y las posturas e identidades que proporciona la capacidad adquisitiva. Pero no, él interpreta: “Reescribir la modernidad es la tarea histórica del siglo veintiuno temprano, no empezar de cero o encontrarse encumbrado en la bodega de la historia, sino inventariar y seleccionar, usar y descargar.”
II.-Usuarios que se convierten en productores que crean sus propios medios
“La mente de la generación que fue formada dentro de
las condiciones técnicas de lo video-electrónico, y lue-
go aquella que esá siendo formada internamente bajo
las condiciones conectivas de las redes, funcionan de
una manera crecientemente incompatible con la mente
alfabética, crítica e historica, es decir, con la mente de
la humanidad moderna, aquella que creía en la posibi-
lidad política de elegir entre alternativas.”
Franco Berardi, Rapsodia Precaria, 2009
Los últimos dos años de la primera década del siglo veintiuno, han sido sin duda los años de las llamadas redes sociales digitales. Aparecieron primero como aplicaciones en línea que sustituían el correo electrónico, que fue en todo caso el fenómeno comunicativo de los años noventa, pero las redes sociales digitales lo que permitían técnicamente, no sólo era la posiblidad de agregar e intecambiar textos, fotografías, vídeos y audio, sino que se convirtieron al mismo tiempo que los llamados Blogs, en espacios virtuales para reconfigurar contenidos provistos y reunidos por toda la red.
Esto le dio a los usuarios un campo nuevo de acción cultural, y no sólo una posiblidad de expresión individual compartida, porque estas nuevas aplicaciones en línea iban más allá de la caracterización de redes informativas propias de los primeros días del uso masivo de internet a finales de los 90: se convirtieron en ambientes de producción y postproducción, dieron lugar no sólo a grupos de noticias en línea que reunían usuarios que compartían un interés, sino que convirtió esos ambientes por principio en medios de comunicación ciudadana, con un poder de opinión “en corto” que vino a contrastar y a veces a contrarrestar la opinión oficial y la de los medios corporativos; fueron Blogs que comenzaron a ofrecer la noticia del día con día desde una visión ciudadana, que permitía incluso ser “intervenidos”y “contra-atacados” por usuarios de diversa convicción política y que de pronto mostraba el abanico de opciones para abordar problemas específicos, políticos, ecológicos, de género, etc.
Yo me estoy concentrando por supuesto en un tipo de acción cultural en línea que de alguna manera también se ve sobrepasada por el uso lúdico y sin sentido, banal y fugaz de dichas redes, pero digamos que entre 2005 y 2007, un tipo de usuarios muy específico, comenzó a utilizar esos mismos medios en línea para generar una visión político y cultural “alternativa” y un medio para expresar las posibilidades de la acción cultural en los tiempos de la postproducción.
En ese sentido algo se estaba compartiendo en tiempo simultáneo con los artistas de avanzada, es decir, los usuarios comunes de la Internet estaban, sin saberlo o sabiéndolo, generando una práctica colectiva al igual que los artistas de vanguardia (históricamente una élite que marcaba la pauta del uso de las nuevas tecnologías comunicacionales y de los sentidos provocativos de su dètournement), y en esa simultaneidad se estaba haciendo un descubrimiento común de esas nuevas posibilidades del uso postmediático y me explico: La segunda mitad de esta década ha sido el del uso de los llamados “ambientes de programación abierta” o “softwares que producen softwares”; esto fue posibilitado por el uso consuetudinario de los artistas que trabajan con nuevos medios de la llamada “programación orientada a objetos.”
¿De qué estoy hablando? Concretamente de la aparición de softwares que permiten que un usuario cree sus propios medios de producción a través de la programación de funciones, de forma gráfico-modular (interconectando casillas a las que se les determina una función) o por medio de lenguajes de codificación que generan aplicaciones digitales para la creación de espectáculos de interactividad en instalaciones museísticas, conciertos de música, teatro, performance, etc. Entre los más conocidos ambientes de programación, hoy en día, encontramos Max/MSP/Jitter, Pure Data, Processing, OpenFrameworks, etc.
Es decir, los artistas comenzaron a crean con estos ambientes, nuevas formas de combinar y recombinar los contenidos pero no sólo eso, se convirtieron en ingenieros que dieron lugar a sus propias herramientas, dejando de utilizar los softwares convencionales de producción gráfico-audio-visual, encontraron la forma de intercomunicar los lenguajes del audio, el vídeo, el texto escrito, el movimiento físico, los gestos de un rostro, con computadoras que ofrecían en su autonomía programática, generar resultados de esa intercomunicación, lo que ha dado lugar a lo que se llama arte “autogenerativo” o “autopoiético”, pero no sólo por combinar esas fuentes en el común espectáculo multimedia, sino que basándose en los parámetros específicos de cada campo, intercomunicar por controles de traducción o escalamiento por ejemplo el color, la luz, los cuadros por segundo y el pixel del vídeo digital con el ataque, el decaimiento, etc., de las frecuencias de audio, para modificar entre sí dichos formatos o producir otra cosa.
Con estas programaciones, el movimiento de un bailarín puede desencadenar el uso de ciertas luces, disparar un vídeo que en el momento en que se colora de cierta forma, reproduce un sonido que termina en el momento en que ese color cambia, de tal manera que en el silencio conecta una computadora a internet y abre una webcam en otro lado del mundo donde un flautista recibe la indicación de ponerse a tocar para que la danza continúe, etc.
El equivalente a estos ambientes de programación (que ajustan los propios medios de producción audiovisual a las necesidades procesuales de los artistas) en el campo de los usuarios comunes, se ha dado a través de las aplicaciones en Internet, especialmente aquellas que proveen las llamadas Redes Sociales, como MySpace, YouTube, Facebook y otras. Los usuarios pueden ahí, como dije, concentrar contenidos diversos y diversos medios, pero es aquí en donde se da el salto de simples colecciones de contenidos para la información contrastada o diversa y se convierten en ambientes de producción de sentido que desborda lo informativo y se convierten en prácticas de apropiación de las estrategias de producción que desencadenan fines informativos pero también creativos y que despliegan usos diferenciados de los medios al alcance, para proveer herramientas a una creación colectiva de nuevo signo.
Se está discutiendo en este momento la cuestión legal del llamado trabajo on-line, tanto la posibilidad de que se le reditúe a los usuarios el tiempo que pasan activando dichas redes sociales (porque son gratuitas pero capitalizan en prestigio y con publicidad su uso por millones de personas al día) pero también se discute las consecuencias económicas del trabajo intelectual que los usuarios realizan al innovar a partir de los usos prefigurados de las herramientas y la creatividad con la cual posibilitan otros usos diversos a los programados para las mismas, es decir, los usuarios se han convertido además, como piensa Bouriard, en post-productores, pues despliegan contenido innovador, e innovan en el uso de dichos medios, y a veces, cuando son más dados a la ingeniería digital, transforman dichas herramientas en medios de producción artística experimental, como sucede en el web-art, en donde intervienen la programación y los códigos para crear sitios que no despliegan contenidos sino que son obra de arte en sí, o como en el YouTube al que se le provee de contenidos de diverso tipo destacando los tutoriales, lo educativo, las producciones independientes de películas, música, etc, y que hace surgir la cuestión de una sociedad del trabajo post-mediático innovador, y que muchas veces es “reconducido” por los medios masivos corporativos y oficiales en el sentido de que dichas novedades son reabsorbidas para su capitalización por otros.
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