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CONFESSIONS BOOK
FÜR LORENA
Lorena Sanmillán

culturalogoEl fin de semana fue una pesadilla vertiginosa desatada por algún fauno al que no dejaron tomar su siesta. Desde el viernes, dormir cinco minutos más se convirtió en una súplica que nadie a mi alrededor supo ni quiso escuchar. Así llegó a mi vida el lunes, aunque pedí que la noche del domingo fuera eterna, que no amaneciera.
El timbre de mi casa sonó.  Nunca pensé en odiar a Beethoven, pero resulta que el timbre está programado con una mala imitación de Für Elise. Sonó de nueva cuenta.  Voltee mi cuerpo hacia el otro lado y abracé con más fuerza la almohada. De reojo, me pareció ver las manecillas del reloj sobre las ocho de la mañana. Si es importante, volverán a tocar. Aunque no es domingo, a estas horas sólo pueden ser los Testigos de Jehová. No tengo ganas ni afán de verlos.  Mi pijama de verano –similar al mejor vestido de Eva en el Edén- tiene vedado ver la luz del sol y podría escandalizar a los vecinos. No, yo no saldré a ver quién es. La persona en el timbre insiste. Escucho que un hombre grita algo que termina en  eoooo. Pronuncio para mí una frase hecha que escuché en la televisión “I’m not a morning person”.
Grace grita desde la planta alta “Ya voy”. Me hundo de nuevo en mis almohadas, perdida en el sueño de abrazar a quien extraño. Escucho sus pasos al bajar la escalera y retumban en mi cerebro cual dagas de tortura; cuento uno por uno con la inercia de la costumbre. Diecisiete. Aprieto los párpados buscando de nuevo el silencio. La aldaba de metal vuelve a abrir la herida en mis oídos. Grace agradece lo que sea que sea y le desea buen día al del timbre. Cierra la puerta.
El tormento sigue. Ella mueve unas cosas en mi buró. Es increíble cómo los sonidos se magnifican. El choque de mi vaso de agua junto a la vela es una explosión cósmica. Volteo. El sello de correo denuncia la procedencia del paquete. Los símbolos son imágenes poderosas. No puede ser otra cosa sino la que espero desde hace meses, apenas supe de su existencia. El libro del Confessions Tour de Madonna ha llegado a mis manos, a mis ojos, a mi vida, a mis oídos, a mis significados.
Todo cansancio se esfuma. Abro la caja sin residuos de letargo. El compás de la Tierra dibuja en mi rostro la medialuna casi perfecta de una sonrisa. En las manos siento ese cosquilleo que sólo existe después de tocar por horas una guitarra con cuerdas de metal. Capturo en el aire dos lágrimas que caen, pues no quiero que estropeen el libro. En flor de loto sobre mi cama lo abrazo. La dedicatoria no podía ser más amorosa adosada a la factura, acaricio su escritura sobre el papel en blanco, sé que ella ha puesto ahí sus manos. Es lo más cerca que puedo estar. En el soundtrack emotivo de este momento escucho su voz al comenzar el concierto: “I'm gonna tell you about love. Let's forget your life, forget your problems, administration, bills, and loans. Come with me… Come…”
Sigo las instrucciones a pie juntillas, toda emoción. El libro es la crónica fotográfica del mejor concierto de Madonna. Hoja por hoja revivo esos momentos que se han instalado en mi vida como referentes de alegría. Ahí está ella, segundo a segundo, congelada, eternizada. Por un momento puedo tocar lo etéreo con las yemas de mis dedos. Le doy una hojeada rápida. Fechas, lugares, trucos digitales, frases de canciones. Página tras página el sonido me envuelve, repaso el concierto una vez más, de principio a fin.
Guardo lo mejor para el final. Detengo la contemplación en la fotografía más buscada, ésa donde sale de la esfera y en su rostro se define la palaba satisfacción.  Todo se vuelve un artículo determinativo. La foto. La mirada. La ropa. La expresión. La sonrisa. La canción. El escenario. El concierto. El libro. La media luna de la sonrisa ahora es perfecta. El lenguaje fotográfico no precisa palabras: a base de imágenes establece su idioma. Es un milagro de plata sobre papel couché. Y es mío. Y en mi vida, a pesar de todo,  vuelve a amanecer.
And I feel like I just got home.

lorenasanmillan@gmail.com
http://lorenasanmillan.wordpress.com

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