LA COCINA
Juan Manuel Carreño
El corazón de la casa, de todas las casas de todo el mundo se encuentra en la cocina. Ahí se preparan las delicias que harán la alegría de sus moradores y es el hospital donde se reparan corazones. En sus mesas se cocinan acuerdos familiares y se dictan normas de conducta a seguir en un ambiente relajado, tranquilo e íntimo, como es el lugar donde flotan los sabores y se clasifican condimentos que no deben faltar en un guisado.
La cocina es un lugar donde se afianzan relaciones, se cimentan amistades y se muestra el aprecio por el invitado. A muy pocas –poquísimas- personas se les permite la entrada a este santuario, y el que penetra en éste es para quedarse y formar parte de la familia que le ha brindado el paso.
En la mesa, a la par que se degusta un platillo con la receta de la abuela, ya no se sondea al candidato que aspira a la mano de la hija, eso –el sondeo- se desarrolló en la sala bajo una mirada inquisidora, buscando la majestuosidad en las figuras de los visitados y, por qué no decirlo, en el visitante –permanecer con la columna vertebral erecta como nunca lo pensó el padre de ella, el rostro adusto y solemne de la madre que busca la menor contradicción en el muchacho para ponerlo de patitas en la calle, el nerviosismo del joven y su tartamudeo al contestar. La tensión se puede cortar con un cuchillo.
En cambio en la cocina se habla ya sin poses, de la manera natural y en absoluta confianza. Los cuerpos recuperan su agilidad y la respiración es más pausada. Las sonrisas son más abiertas y las carcajadas ni se diga. El tartamudeo del joven ha desaparecido por encanto. Y estamos hablando de la misma casa.
Pero sigamos con la cocina. Todo gira en torno a este lugar mágico donde el cuerpo y el espíritu son abastecidos, el primero de alimentos y el segundo de consejos. Para el espíritu quebrantado basta un cafecito, un té o una limonada, o ya de plano una cerveza para platicar en total calma aquello que nos tiene preocupados. Es un buen lugar para abrir los corazones y también para comer asado con las manos, para romper unos cuantos cacahuates y ponerle sabor a los comentarios.
Es sabido que en sus mesas se toman las grandes decisiones, se comentan las noticias trascendentes y hasta las más nimias, que no por eso, no inflaman nuestros corazones. Por eso, estimado amigo, cuando un amigo o conocido, vecino o compañero de trabajo te inviten a entrar a su cocina, siéntete en verdad honrado por el gran privilegio que se te dispensa, porque al entrar a su cocina habrás entrado a su corazón.
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Juan Manuel Carreño es un escritor regiomontano nacido en 1954 y es vendedor de libros. Ha obtenido diversos premios de narrativa y es ampliamente conocido entre los escritores de Monterrey. Ha publicado en las revistas culturales de Monterrey y tiene algunos libros, entre los que podemos mencionar: Cada vez que toso me crece la cabeza, Cuentos para leer bajo la lluvia y el Beso de Wanda.
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