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981 27 Enero 2012

El narco, brazo armado del fascismo
Hugo L. del Río

M
onterrey.-
Hace más de cinco meses se perpetró la matanza del casino Royale. Nos presentan, como autores intelectuales y materiales de la muerte de 52 adultos y un bebé nonato a unos guiñapos humanos torturados por la policía: confesarán lo que les ordenen si con ello logran aquietar un minuto a los verdugos.

Peritajes van, peritajes vienen: la burocracia política promete lo de siempre: se hará justicia.

Mienten, desde luego. Se abren más casinos –excelente recurso para lavar narcodólares— y el establishment se cuida de no tocar ni con el pétalo de una rosa ya no digo a los dueños –la cúpula de la mafia global, intocables desde luego— sino ni siquiera a los administradores.

La inmunidad estimula a los gatilleros: ocho personas asesinadas en el centro de Monterrey y una mujer abatida en Santa Lucía. Son narcos, dirá el gobierno. Dejen que se maten entre sí.

¿Qué futuro nos espera? Luis Buñuel, quien sabía de estas cosas, dijo: “México es un país fascistoide alivianado por la corrupción”.

Felipe Calderón dice en Davos que está orgulloso de los logros de México, al tiempo que Rodrigo Medina regala sonrisas y resta importancia a las matanzas.

Nadie sabe cuántos nuevoleoneses han caído en esta fiesta de las balas, como diría Martín Luis Guzmán.

La agencia informativa española Efe calcula dos mil muertos en 2011. Son muchos más: los desaparecidos de quienes desde hace años no se tiene noticia: los muchachos de Ciénega de Flores, los petroleros de Cadereyta; los cadáveres enterrados en narcofosas o hervidos en los calderos. Muchachas, hombres jóvenes vendidos como esclavos, degradados a juguetes sexuales, obligados a incorporarse a las bandas de matones.

La complicidad de burócratas es obvia: no se molestan en disimularla.
En Juárez los policías usan la cárcel municipal como casa de seguridad al servicio del narco. En Apodaca los sayones secuestran mujeres jóvenes a la luz del día.

¿Lo ignoran los alcaldes? ¿No se les va a castigar? Un gobernador efectivo ya los hubiera mandado a prisión.

Otras fuerzas nos agreden. Malos elementos del Ejército y la Armada compiten en sadismo con los sayones. Tampoco son punidos. Los escuadrones de la muerte financiados por un segmento de la plutocracia cobran, también, su cuota de sangre.

Y falta lo peor: los mercenarios –-“contratistas” por favor— de las agencias gringas Spectre Group International, Secfor, Kroll, DynCorp International y otras más ya están aquí. Mantienen, de momento, un perfil bajo: negocian con la burocracia mexicana el pequeño asunto de su armamento.

En El viejo y el nuevo fascismo, André Glucksmann escribe: “El fascismo no es la historia de un golpe de Estado logrado gracias a la presencia de ciertas circunstancias fortuitas; es una guerra, la continuación de la política por otros medios, la perpetuación de una política reaccionaria por los medios del terrorismo abierto”.  

Agrega: “El nuevo fascismo cultiva una inteligencia policiaca de la historia”. Fascismo alivianado y subordinado al cártel global. Los mexicanos insisten en ponerse la soga al cuello: la nación militarizada. Los soldados morenos de ojos azules que pintó Siqueiros. El botín: México.

Pero la moneda está en el aire: podemos ganar. “Ellos” no son invencibles.

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