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981 27 Enero 2012

El PRI en tiempos de derrota
Ernesto Hernández Norzagaray

M
azatlán.-
Las experiencias donde el PRI ha perdido el gobierno estatal es que llega a la siguiente campaña en condiciones de extrema debilidad. No sólo pierde los recursos económicos y políticos que suministra el ejercicio de gobierno, sino la derrota invariablemente viene acompañada con desbandada y orfandad política.

Esto habla de la consistencia ideológica y programática en tiempos de derrota. Enseña que el partido tiene mejor cohesión y mayores lealtades en la medida en que ejerce el control del gobierno pues es desde ahí  capaz de distribuir bienes públicos a sus clientelas corporativas o electorales y aceitar la maquinaria de los votos de la siguiente elección.

Pero, no siempre es así, hay sistemas de partidos donde la lealtad partidaria es un valor en sí mismo, y en raras ocasiones se dan fenómenos masivos de transfuguismo político como sí ocurre en nuestro país, donde esta práctica se ha vuelto moneda de cambio luego de derrotas en partidos en el gobierno gracias a una fuerte dosis de personalismo que pauta el patronazgo y las conveniencias políticas.

PRI contra PRI
Este comportamiento político, sin embargo, es más grave en aquellos estados donde el PRI ha perdido contra un priista de carrera. Es decir, donde por una falta de acuerdo interno en la candidatura común se da una ruptura y el ganador resulta de una alianza opositora donde se mezclan los votos de la oposición tradicional, los de ciudadanos inconformes con el desempeño del gobierno y una parte importante de las redes clientelares priistas.

Es el caso de Mario López Valdéz (Malova) donde  basta revisar los resultados de 2010 para darse cuenta cómo, en los municipios norteños de Ahome, El Fuerte, Choix, Guasave, Sinaloa, Angostura y Salvador Alvarado, las clientelas priistas contribuyeron en forma importante con tres de cada cinco votos obtenidos por la coalición Cambiemos Sinaloa y sólo dos podrían haber venido de as clientelas del PAN, PRD, MC y PT.  Ahora bien, si a esos números le agregamos que el sur del estado mayoritariamente favoreció  a la coalición triunfadora, entonces, podemos derivar que la coalición gobernante, en caso de administrar este capital político, provocarían que  el PRI este en serias dificultades para imponerse en las elecciones federales del próximo verano. Y subrayo administrar bien, porque sin duda el ejercicio de poder ha desgastado al “gobierno del cambio” que perdió respaldo por errores, malas decisiones o el bajo rendimiento institucional que en varías áreas no ha estado a la altura de las expectativas de los ciudadanos sinaloenses.

Será muy importante, entonces, la definición que adopte el gobernador respecto a la candidatura presidencial, que en estos momentos es un tanto difusa porque sus aliados tienen propuestas diferentes y ninguno de ellos renunciará a la postulación. El candidato del PAN y el de la izquierda estarán en la boleta electoral. También serán decisivas las definiciones nacionales de los partidos aliados en la postulación de candidatos a senadores y diputados que no necesariamente serán los escogidos por el gobernador para tener apoyos en las cámaras legislativas. En fin, estas decisiones son las que deberán ser insumo para las decisiones que adopte el PRI y por ende las expectativas para el futuro inmediato.

Pero, volviendo a la pregunta central de este ensayo, en qué condiciones el PRI sinaloense entra a esta contienda por los votos y cuáles son las probabilidades de éxito, que sin duda alguna será la más difícil de todas en las que ha participado desde su fundación en 1946.

PRI, sus saldos
Cualquier análisis sobre la situación del PRI,  inevitablemente remite a que tiene como primera oposición. Gobierna siete municipios –quizá ocho si incluimos el caso de Angostura donde su alcalde que fue postulado por la coalición opositora y obtuvo  triunfo termino regresando al PRI-; cogobierna con el PANAL en Badiraguato y Culiacán, cuenta con 19 de los 40 diputados del Congreso del Estado, los dos senadores y los ocho diputados federales de mayoría y decenas de regidores y síndicos. Además, conjuntamente con el PANAL y el PVEM, alcanzan la mayoría absoluta en el Congreso del Estado. Un saldo nada despreciable para hacer política opositora y transformar los negativos en positivos.

Entonces ese capital político bien administrado es un contrapeso eficaz a las iniciativas de la coalición gobernante. Sin embargo, el PRI, luego de la derrota de 2010, se ha mostrado como un partido trastabillante e incapaz de sostener una política homogénea, consistente y salvo en contadas excepciones ha mostrado el músculo en el Congreso del Estado. La mayoría de las ocasiones se ha hecho patente que el PRI sigue siendo un partido donde cada sector negocia lo suyo y eso resta capacidad a su accionar político. Incluso, hay quienes señalan que la debilidad del interinato de Pablo Moreno como dirigente del partido, fue que buscó establecer puentes personales con el gobierno de Malova en lugar de promover una verdadera oposición.

Eso explicaría que el PRI, en el primer año fuera del gobierno estatal, haya estado constantemente errático y fuera incapaz de cohesionarse en unas directrices políticas. Aprovechar las debilidades de sus adversarios para llegar en mejores condiciones a este proceso electoral  donde la tarea inmediata es reconstruir su propio tejido orgánico.

Construir
Ahora, la cuestión es cómo levantar al partido luego de la debacle electoral y los reacomodos de muchos liderazgos municipales. El veto a Jorge Abel López Sánchez en sus aspiraciones para dirigir al partido da cuenta de que la dirigencia nacional reaccionó y desde el centro se operó para evitar un mayor deterioro del partido, y en esa lógica fue como Jesús Burgos Pinto asumió la Presidencia del CDE del PRI. Sin embargo, la tarea de Burgos Pinto exige un esfuerzo mayor. Tiene un doble desafío que es la reorganización del partido que vive una cierta parálisis y su habilitación en perspectiva de las elecciones del próximo verano.

El primero  es quizá el más difícil por la dinámica que han seguido muchos priistas, sin embargo, tiene a su favor la incertidumbre que generaran las futuras definiciones del gobernador en la elección presidencial. Es muy probable que las preferencias de éste se inclinen por el candidato o candidata del PAN, a que se le vea apoyando a López Obrador, y esto puede ser un factor disuasorio en la unidad priista en torno a Malova. Los ex priistas lo apoya a él pero este no es automático a favor del PAN. Quizá, como se vio en 2006, los desplazamientos sean más naturales desde el PRI hacia a la izquierda, que hacia la derecha partidaria.

En lo segundo, es muy importante la lectura de estas definiciones para la estrategia que adopte frente a los liderazgos que se fueron del PRI y en esta coyuntura están regresando ante la expectativa que dan las encuestas. Así también será la forma como procese la nominación de los candidatos al Senado y la Cámara de Diputados. Ya vimos cómo, la designación del panalista Fernando González, como primero en la fórmula del Senado, suscitó inconformidades con cierta resonancia que llevaron a una reconsideración sobre la alianza con el PANAL que tendrá que ir solo con sus candidatos pero es muy probable que al final apoye la candidatura presidencial a cambio de posiciones en el gobierno en el caso de ganar y localmente que en la fórmula para el Senado vaya Daniel Amador en la segunda posición. Es decir, la situación más o menos queda igual, quizá lo único que habría que esperar que Fernando González vaya en una buena posición en la plurinominal o perder pero ganar en la integración del gobierno en la hipótesis de que gana la elección Peña Nieto. Y bueno, si ya fue subsecretario de educación en este sexenio, bien puede estarse viéndose como secretario del ramo. Una vieja aspiración de Elba Esther.

En definitiva, aun con estos acomodos el PRI no tiene una campaña sencilla, el balance que ha hecho la CEN del PRI junto con el equipo de campaña de Peña Nieto, según una nota aparecida en el semanario Riodoce (15-I-2012), presenta al partido con focos rojos y si a eso le agregamos la incertidumbre social por el tema de la violencia, que probablemente fue la razón que llevó al candidato presidencial a postergar al acto político donde Burgos Pinto haría la protesta del cargo, lleva a concluir que hay ciertos estados de la federación donde los candidatos presidenciales son muy cuidadosos en sus expresiones contra este flagelo y mucho más cuando se trata de hablar de los capos del crimen organizado.

Les vale más no suscitar campañas, como las que provocaron la derrota del PRI en el verano de 2010.

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