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1194 21 Noviembre 2012

 

Vivir al margen
Eligio Coronado

Monterrey.- Reeditar un libro requiere de una revisión profunda para saber si aún satisface nuestras necesidades expresivas, es decir, si el estilo del texto no es oscuro, ambiguo, cursi o anticuado.

En cuanto al contenido hay que ver que no sea trillado, ingenuo, repetitivo u obsoleto pero, sobre todo, que continúe estando acorde con nuestro sentido de la estética. Si el estilo y los contenidos se han estancado en el pasado, entonces la reedición resulta innecesaria.

Sergio Cordero ha vuelto a publicar su poemario de 1987 (enero 6): Vivir al margen*, segundo en su producción, pero primero en ser editado por un sello de circulación internacional y prestigio reconocido: el Fondo de Cultura Económica.

Al cotejar las dos ediciones, encontramos que todos los poemas han sobrevivido al riguroso escalpelo de su criterio, el cual Sergio ha seguido puliendo en base al continuado ejercicio de la lectura y la crítica literaria.

Algunos de los cambios que hemos advertido en la nueva edición conmemorativa de los 25 años, son los siguientes: un prólogo alusivo al cuarto de siglo de este libro y su recepción inicial, encabezados (en cada página, se entiende) con los nombres del autor y el título, el empleo de un nuevo tipo de letra (Book Antiqua en vez de Bodoni), el espacio entre líneas se redujo de 1.5 a un renglón, el reacomodo de los poemas (no de lugar en el orden general del libro, sino que las secciones numeradas de los poemas ocupan ahora páginas individuales, a excepción de las secciones numeradas que son muy breves).

En cuanto a la estructura de cada texto, una dedicatoria fue eliminada (p. 17), situación que ya conocíamos desde hace años. De los cambios que no mejoran el texto apuntamos éstos: “Ahora  / sé que la búsqueda no ha terminado. / Oigo tus pasos: no vuelves la espalda. / Y tras ellos –muy lejos, muy atrás--, / corre mi llanto. / Cruzo / por el puente que dejaste tendido” (p. 63). La versión de hace 25 años era más lógica y poética: “Ahora / sé que la búsqueda no ha terminado: / oigo tus pasos, que no vuelven la espalda, / y tras ellos –muy lejos, muy atrás-- / corre mi llanto; / cruzo / por el puente que dejaste tendido” (p. 63).
La nueva versión rompe la continuidad lógica cuando el autor modifica la puntuación e introduce al sujeto (en este caso, la mujer): “Oigo tus pasos: no vuelves la espalda. / Y tras ellos –muy lejos, muy atrás- / corre mi llanto”. O sea, ahora los pasos no vuelven la espalda y tras ellos corre el llanto del personaje, sino que la que no vuelve la espalda es ella. Esto afecta la concordancia y surge el desconcierto: “Oigo tus pasos: no vuelves la espalda. / Y tras ellos –muy lejos, muy atrás- / corre mi llanto”. Al leer estos versos, uno los corrige automáticamente: “Oigo tus pasos: no vuelves la espalda. / Y tras ellos –tus pasos- / corre mi llanto”.
Otro cambio desafortunado es la nueva posición del guión en este poema: “También dan fruto / los árboles del parque / pero sólo de noche / --y por parejas” (p. 38). En la versión anterior, el guión iba al principio del tercer verso, con lo que enfatizaba el guiño pícaro del autor: “También dan fruto / los árboles del parque / --pero sólo de noche / y por parejas” (p. 37).
En la página 67 notamos la ausencia de un par de guiones que realzan la inclusión de una metáfora: “y acariciar paloma en nuestras manos / el acorde de una canción cualquiera”. Hace 25 años se leía mejor: “y acariciar --paloma en nuestras manos-- / el acorde de una canción cualquiera” (p. 68).
Pero también detectamos correcciones que favorecen a los textos: “no es posible vivir sólo conmigo” (p. 21), en vez de “no es posible vivir solo conmigo” (p. 19); “yo le mentí al invierno y te mentí / y mentiré a… ¿qué importan las mentiras” (p. 50), en lugar de: “yo le mentí al invierno y me mentí / y mentiré… ¿qué importan las mentiras” (p. 50-51); “para el ansia / que resuelve la tarde” (p. 57), en sustitución de: “para el ansia / que resuelve a la tarde” (p. 58); “no comprendo a la vida, / nunca le he pasado la mano por el pelo” (p. 23); es mejor que en su forma antigua: “no comprendo a la vida; / nunca le he pasado la mano por el pelo” (p. 21); y qué decir de estos dos versos (“olor a carne en celo que reposa como una fiera herida, / aroma de tabaco en el preludio de besos no logrados”, p. 56) que ahora se fusionan en uno solo (“olor a carne en celo en el preludio de besos no logrados”, p. 56)?
Finalmente, localizamos dos modificaciones que son descuidos: “¿Por qué anidará en mi esta vacuidad” (p. 59) queda mejor con el acento en el pronombre de la edición pasada: “¿Por qué anidará en esta vacuidad” (p. 59); “Ahora subo a mi cuarto. / Se levanta / la gigantesca exhalación / el mar / libera el aire de las horas vividas” (p. 66) se expresaba mejor antes: “Ahora subo a mi cuarto, / se levanta / la gigantesca exhalación / --el mar / libera el aire de las horas vividas” (p. 67). En este caso, el guión remarca cuál es “la gigantesca exhalación” que “se levanta”.
Pese a estas minucias, es de notarse que hace 25 años Sergio Cordero (Guadalajara, Jal., 1961) ya era un poeta hecho, mientras que muchos de sus contemporáneos hemos tenido que ir reinventándonos para mantenernos vigentes de algún modo, aunque no siempre lo logramos. Algunos acabamos repitiéndonos, emigrando a otros géneros (como gambusinos desesperados en busca de una veta milagrosa) o dedicándonos a otra cosa.

*Sergio Cordero. Vivir al margen [Poemas 1981-1986]. Monterrey, N.L., Edición de Autor, 2012. 76 pp. (Edición conmemorativa XXV Aniversario).

 

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