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1194 21 Noviembre 2012

 

Museo Pascual Orozco
Víctor Orozco

Chihuahua.- En San Isidro, hoy Pascual Orozco, Gro, Chihuahua, se fundó un museo histórico hace tres años. Los pasados 17 y 18 de noviembre se organizaron varias y significativas actividades para celebrar su aniversario, en coincidencia con la conmemoración de la Revolución Mexicana, iniciada justamente en este lugar. Invitado a decir un discurso, pronuncié el siguiente:

“Varios estados de la República consideran que poseen los títulos históricos para merecer el honor de ser cunas de la revolución de 1910. El primero de ellos es Yucatán, pues el 4 de junio de ese año, se produjo en su suelo la sublevación anti reeleccionista de Valladolid.

Simultáneamente al de la península, se realizó en Sinaloa el alzamiento encabezado por Gabriel Leyva, abogado y maestro rural involucrado en la lucha política que dirigía Francisco I Madero. El 4 de junio, empuñó las armas y pudo derrotar a una fuerza oficial en Cabrera de Inzunza . Capturado dos días después sufrió la temida “ley fuga” a manos de los rurales. En Zacatelco, Tlaxcala, el día 16 de septiembre de 1910, un numeroso grupo de simpatizantes de Francisco I Madero llevaron a cabo una concentración de protesta por el fraude electoral y enfrentaron a las tropas enviadas en su contra desde la capital del Estado y desde la ciudad de Puebla. Muchos murieron y otros fueron enviados a trabajos forzados a Quintana Roo.

En Chihuahua, el 14 de noviembre de 1910, salieron del pueblo de Cuchillo Parado en el municipio de Coyame en manifestación de rebeldía, un grupo de miembros del club anti reeleccionista que presidía Toribio Ortega, quienes habían sido informados que agentes de la policía pretendían aprehenderlos.
        
En Puebla, el 18 de noviembre la policía sitió la casa de los hermanos Aquiles y Carmen Serdán eminentes líderes anti reeleccionistas. Finalmente la finca fue invadida y destrozada por las fuerzas oficiales, uno de cuyos agentes asesinó a Aquiles, cuando lo encontró refugiado e indefenso en un pequeño sótano.
        
El día 19 de noviembre, encabezados por Albino Frías y Pascual Orozco Merino se insurreccionó en San Isidro, Guerrero, Chihuahua, un grupo de vecinos, quienes atacaron la casa de Joaquín Chávez, rico terrateniente y comerciante de la región. A este núcleo se le unieron muy pronto varios otros provenientes de los pueblos cercanos (Ranchos de Santiago, Pedernales, Santo Tomás, Namiquipa, Bachíniva, Basúchil, Matachic, Temósachic, Pachera, Ciudad Guerrero) que pusieron sitio a la cabecera municipal.

Allí, el 6 de diciembre de 1910, se celebró una junta revolucionaria en la cual se nombró como jefe de las armas a Pascual Orozco Vázquez., quien firmó ese día el primer manifiesto del movimiento armado nacional calzándolo con el lema “Sufragio efectivo. No reelección”.

De todas las acciones que se desarrollaron antes y después del 20 de noviembre, fecha señalada por el Plan de San Luis Potosí para que se iniciara la lucha, ésta fue la única que prosperó y culminó con la toma de Ciudad Juárez el 10 de mayo de 1911.  En torno del pequeño grupo inicial se fue conformando en los meses siguientes el ejército revolucionario que combatió en al menos catorce batallas antes de la final en la ciudad fronteriza. Su relevancia fue tal que atrajo al grueso de las tropas federales las cuales dejaron desguarnecidas plazas importantes en todo el país.

Otro de los efectos provocado por la insurrección de los pueblos de Guerrero, determinante en el rumbo de la revolución, fue el viraje que suscitó en la dirección maderista que había decidido retirarse por estimar que el llamamiento nacional había fracasado. Francisco I Madero, redactó un manifiesto dejando libres de todo compromiso a sus adherentes y luego se retiró a New Orleans hasta donde le llegaron las noticias de los sucesos en Chihuahua. Alentado por la llama que creció en el noroeste del estado, el líder resolvió ingresar al territorio nacional y dirigirse a esta zona del país tres meses después del alzamiento de San Isidro. Si éste hubiese corrido la misma suerte de sus precedentes, la caída de la dictadura simplemente no habría sucedido, al menos en 1911.

Estos son los hechos rigurosos de la historia que le valieron al estado de Chihuahua hasta hace poco tiempo el reconocimiento general de ser la “Cuna de la Revolución”. El título es una declaración simbólica desde luego, pues el movimiento armado a favor de la democracia y por reivindicaciones sociales que fueron haciéndose explícitas en el curso del mismo, se extendió como reguero de pólvora por casi todo el país.

Paradójicamente, hace dos años, en el centenario del inicio de esta gesta libertaria y emancipadora, al estado de Chihuahua se le negó en el Congreso de la Unión este lauro de la historia nacional porque se  insiste en renunciar a la principal de las herencias, al título primordial y a colocarlo en el mismo sitio del resto de las entidades federativas en donde se desarrollaron actos precursores de la revolución, como fue el de Cuchillo Parado. No está a debate el mérito mayor o menor de los protagonistas, pues ¿Quién podría negar el espíritu altruista y el patriotismo que animó al sinaloense Gabriel Leyva, a los yucatecos Maximiliano R. Bonilla, Atilano Albertos y José E. Kant, fusilados durante los prolegómenos de la revolución, a los numerosos tlaxcaltecas y poblanos muertos o enviados a trabajos forzados, a Toribio Ortega, a los hermanos Serdán, a Guillermo Baca?

Sin embargo, la información histórica disponible en las fuentes primarias y en toda la literatura especializada, muestra que fue en los pueblos del municipio de Guerrero, Chihuahua en donde se inició y tuvo continuidad la lucha revolucionaria. No en balde, las familias de estas comunidades pagaron, por voluntad propia, el mayor tributo de sangre desde los días iniciales de la contienda, como ningunas otras en el territorio nacional. Las de este pueblo en especial. Sus méritos estriban en haber lanzado el desafío a la dictadura con las armas en la mano y alcanzado el triunfo, contra todas las previsiones. Tales proezas no deben regateárseles, ni desterrarse de la memoria popular.

No hay registro que conozca en el que se comprendan a todos los hombres de este pueblo quienes principiaron la lucha revolucionaria y le dieron continuidad hasta el triunfo en Ciudad Juárez. Como lo dije, no se trata de disminuir méritos a otros insignes patriotas mexicanos, pero tampoco debemos escamotear el honor de ser los iniciadores a los siguientes, todos ellos vecinos de San Isidro o de alguna de las rancherías adyacentes:

Pascual Orozco Vázquez - Pascual Orozco Merino - Albino Frías Chacón - Francisco Salido - Marcelo Caraveo - Samuel Caraveo -Albino Frías - Jose Rochín - Luis Solís - Graciano Frías - Jose Caraveo Frías - Antonio Frías - Leonardo Solis - Ramón Solís - Alberto Orozco Varela - Cruz Márquez - Victor Solis - Jesús Domínguez - Jesús María Frías - Joaquín González - Jesús Antonio González - Fidel González - José González - Jesús Morales - José Morales - José María Márquez - Felícitas Márquez - Ascención Enríquez - Hilario Díaz - Emilio Valenzuela - Eduardo Hermosillo - Flavio Hermosillo - Reydesel Hermosillo - Ramón Aragón - Abelardo Amaya - José María Peña - Ramón Estrada - Agustín Estrada - Laureano Herrera - Tadeo Vázquez - José Aragón - José Chacón - Camilo Valenzuela - Tomás Orozco Vázquez.

Muchos de ellos entregaron la vida en Cerro Prieto y en otras batallas libradas durante las primeras semanas de la revolución armada. Cuando se repartieron las tierras en 1921, los jóvenes habían desaparecido. Los años subsecuentes fue un pueblo de ancianos, viudas, solteras y niños huérfanos. Sus mujeres aguantaron, trabajaron y reconstruyeron. ¿Existe algún otro pueblo en la República que por decisión propia haya soportado una sangría de estas dimensiones para construir la nueva nación mexicana?. Dudo que lo haya. Lo menos que podemos hace es honrar a nuestros ancestros y reclamar para ellos el sitial de honor que les corresponde.”

 

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