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1194 21 Noviembre 2012

 

El ego docente
Gerardo Palacios Valdés

Guadalupe, Nuevo León.- Miguel Ángel Santos Guerra escribe el prólogo al libro El ego docente, cuyos autores son Agustín de la Herrán e Isabel González Sánchez.

Santos Guerra tiene un Doctorado en Ciencias de la Educación y  se ha desempeñado como Director, primero de un centro educativo en Madrid, posteriormente del Departamento de Didáctica y Organización Escolar para luego  dirigir el Instituto de Ciencias de la Educación de Málaga, Universidad de la misma ciudad a la que pertenece desde hace más de quince años. Experto en temas educativos que ha dictado conferencias sobre una rica gama de asuntos  educativos en muchas universidades de América Latina y de la Península Ibérica, además de que ha sido merecedor de reconocimientos y premios por su obra escrita y sus contribuciones a la investigación educativa.

Ha publicado incontables ensayos con temas de actualidad en el campo de la pedagogía en una gran diversidad de revistas especializadas en educación, tanto de habla hispana como en otros idiomas. Su producción en libros es profusa y variada, abarcando tópicos como organización escolar, ética educativa, formación del profesorado, desarrollo curricular y democracia escolar; pero entre las comunidades educativas principalmente argentinas, chilenas y mexicanas seguramente es más conocido por su aporte al campo de la evaluación, cuyos textos han alcanzado mayor popularidad.

Santos Guerra cumple su cometido en el Prólogo de referencia pues invita con vehemencia a leer la obra por su contribución a la comprensión de la personalidad de quienes nos dedicamos a enseñar. Dice Santos Guerra que ‘obsesionados por decir a otros lo que tienen que aprender y lo que deben hacer, nos olvidamos de analizar nuestra forma de pensar, de ser y de actuar. Encerrados en nuestras prácticas, dedicados a tareas que tienen como destinatarios a otros, pasamos mucho tiempo sin analizar nuestras formas de estar, de ser, de pensar y de actuar.

Por otra parte, el diálogo profesional no es muy intenso debido a causas diversas. Entre ellas, la poca disponibilidad de tiempo para el debate, el análisis y el intercambio. Otra causa la constituyen las inveteradas actitudes de individualismo que están potenciadas por el modo de organizar la práctica en las escuelas.’

Enfatiza Santos Guerra: Los autores nos brindan un espejo que ‘nos devuelve la imagen precisa y nos permite conocer con rigor cómo somos… Y si no tenemos la mirada empañada por el egoísmo, la torpeza, la prisa o la irresponsabilidad. Digo esto porque el conocimiento de nuestro “ego docente” no es sólo una cuestión solipsista que nos va a tener entretenidos en ejercicios inoperantes. Es una exigencia de la ética profesional que nos impulsa a revisar continuamente las repercusiones de nuestra forma de ser y relacionarnos.

Dedicados por oficio a enseñar, nos olvidamos frecuentemente de que tenemos que aprender. Y de que aprendemos. En efecto, uno de los núcleos del aprendizaje nos pone frente al conocimiento de nosotros mismos. ¿Qué imagen tenemos de nosotros mismos? ¿Cómo se forma y se transforma?

Pregunta Santos Guerra: ¿Cómo es el espejo que tiene el lector entre sus manos?

Libro (espejo) confeccionado con materiales de calidad. Podrá el lector comprobar que los autores hablan de cosas que saben y a las que han estado buscando fundamento en lecturas bien elegidas, en la observación perspicaz y en investigaciones rigurosas.

Libro (espejo) valioso porque quien lo utilice podrá saber mejor quién es y como puede mejorarse. En efecto, estas páginas conducen a cuestiones fundamentales del ser del quehacer del educador.

Libro (espejo) inquietante porque nos sitúa ante preocupaciones individuales y colectivas. Porque nos coloca ante preguntas nuevas o ante reformulaciones de las que ya nos habíamos hecho anteriormente.

Nada peor que la autocomplacencia y la ausencia de autoanálisis. Si no ponemos en tela de juicio nuestra forma de ser y de actuar, estamos condenados a reiterar nuestras rutinas de manera automática. Si no nos preguntamos quiénes somos, cómo somos, qué queremos, qué pasa con lo que hacemos, es imposible que podamos mejorarnos.

Hay quien confunde la pereza de pensamiento con las firmes convicciones educativas. Hay quien se atrinchera en la comodidad o en el miedo para no situarse ante el espejo. Por eso no lee, no dialoga, no reflexiona, no se interroga, o duda.

Estoy seguro de que muchos docentes se mirarán en estas páginas y de que otros que no lo son, querrán acercarse a ellas para conocerlos mejor. A fin de cuentas, la educación es un compromiso de todos los ciudadanos porque la educación es el camino rápido y directo para llegar a una sociedad mejor.

Quiero agradecer en nombre de los ahora potenciales lectores este instrumento valioso que nos han regalado los autores para que los profesores nos miremos y valientemente nos conozcamos y comprendamos: concluye Santos Guerra.

De la Herrán y González, por su parte, afirman en la Introducción de su obra: “Hoy se cae en la cuenta, progresivamente, de que el desarrollo profesional y el desarrollo personal de los profesores tienen que ir juntos. Desde esta poderosa intuición consensuada pero muy poco analizada, el verdadero desarrollo de la profesionalidad se orienta siempre más allá de los condicionantes de su personalidad y de su entorno, supuesta la competencia mínima adquirida.”

Suele ser recurrente dar por hecho que quién es enseñante tomó una decisión vocacional para toda su vida, asumiéndose por ello que la esfera social de su personalidad es lo suficientemente expandida como para brindarse con espíritu de servicio, exaltando en su magisterio, el amor a los demás ¿Habrá un motivo egótico en el subsuelo de la elección vocacional?

Fuentes
De la Herrán Gascón, Agustín e Isabel González Sánchez. El ego docente. Punto ciego de la enseñanza, el desarrollo profesional y la formación del profesorado, ed. Universitas: Madrid; 2002. 365 pp.

http://blogs.opinionmalaga.com/eladarve

 

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