Suscribete
 
1204 5 Diciembre 2012

 

FRONTERA CRÓNICA
Avenida Aztlán
J. R. M. Ávila

Monterrey.- Apenas 22 minutos después de la media noche del lunes, cuando aún no termina el domingo, Remedios arranca el taxi tras haber levantado pasaje en la Clínica del Seguro Social. No mal termina de preguntar a dónde debe dirigirse, enfila por Avenida Aztlán, con tan mala fortuna que, a la altura de la calle Magnolia, una anciana baja del camellón y, aunque el auto no va a exceso de velocidad, resulta imposible esquivarla.

Remedios detiene el auto, paralizado, sin decidir si descender o esperar hasta reponerse de la sorpresa, y se ve rodeado de gente que vocifera contra él por lo sucedido. Entre maldiciones y gritos, no tiene tiempo de asustarse porque alguien abre su puerta y se siente arrastrado por varias manos y tirado violentamente en el pavimento.

Mientras la anciana permanece tirada, doliéndose de las piernas, rodeada por gente que no se atreve a auxiliarla, por gente que se reduce a mirarla tendida y retorciéndose de dolor, por gente cuyo morbo es grande; hay otra gente que, enojada por el atropello, empieza la agresión en contra del taxista.

Una andanada de puntapiés aporrea su rostro, su espalda y su abdomen. Tenis, botas, zapatos, puntas, empeines, tacones se turnan para golpear el cuerpo del taxista y regodearse en la violencia. Un quejido surge de cada golpe y a veces hasta de más.

En tanto, la anciana permanece en el pavimento, rodeada por gente que sólo ve a una mujer que padece de sus facultades mentales, como si ese hecho la blindara del dolor. Entre el dolor de la atropellada y la feria de golpes que el taxista recibe, el morbo apenas cabe en la avenida

De repente algunos testigos abogan por el agredido: si hubiera ido con exceso de velocidad, la señora ya estuviera muerta. Y es entonces cuando los agresores, la mayor parte de ellos taqueros de un puesto cercano, se tranquilizan, dejan de golpear al hombre y desalojan la calle.

Otras personas se abocan a llamar a la Cruz Verde y la ambulancia no tarda mucho. La anciana, que no puede ser identificada en el momento en que es auxiliada por  los paramédicos, resulta con fracturas en la tibia y el peroné de la pierna derecha y magulladuras en todo el cuerpo.

Al final, el taxista termina en las celdas de la Secretaría de Vialidad y Tránsito de Monterrey; la anciana es trasladada al Hospital Metropolitano; y los taqueros regresan a su puesto y a sus ocupaciones.

Avenida Aztlán vuelve a ser la misma de siempre.

 

Su nombre :
Su correo electrónico :
Sus comentarios :

 


15diario.com