535 11 de mayo de 2010 |
LA VENTANA DE CAÍN La religión bajo sospecha (Entrevista con Leonardo Iglesias) Roberto Guillén La religión es el arte de los que no crean nada Leonardo Iglesias
Una vez más el psiquiatra Leonardo Iglesias aparece en el escenario de las ideas. Lo caracteriza un juvenil impulso para exponer su pensamiento. Ahora nos brinda La religión bajo sospecha (Anthropos, 2010). Así que, sin más preámbulos, con ustedes un pugilista de la deconstrucción social, en los tiempos de la fiebre virtual.
¿Cuál sería la riqueza de esgrimir la sospecha como un método de deconstrucción social? El problema es que, efectivamente, la construcción social de la realidad, independientemente de cualquier formulación que se haga, tiene una base de creencia; y el problema de la creencia, es que ésta se asienta en lo profundo en la mente y la personalidad del humano y ahí, incluso, no sólo es difícil de erradicarla, es difícil distinguirla y separarla. La idea de sospechar de la creencia, sospechar de esa realidad que se asienta en la creencia, es una idea perfectamente válida, porque es lo que permite tener finalmente acceso a aquel sustento, de aquella construcción teórica sobre la que se asienta una realidad.
Aquí estamos hablando de hechos que realmente tienen que ver con el trasfondo psicológico del asunto y que están en la dimensión del individuo, entiéndase, la mente y la personalidad. La sociología en algunos momentos toma eso, pero lo toma por arriba, o sea, por fuera, porque son categorías que no pertenecen a la sociología, sino a la psicología. Esto es importante, porque creo que el análisis de este tipo de cosas debe profundizar en el sentido de que debe precisarse cuáles son las categorías sobre las que se asienta dicho análisis. Repito, la psicología se asienta, en primer lugar, sobre la categoría de mente y personalidad y en segundo término, de función neural. Cuando la sociología toma estas categorías como propias, le está faltando el sustento profundo que le permite entender la realidad desde el punto de vista del individuo. Claro, yo entiendo que para el sociólogo, la realidad es desde el punto de vista de la sociedad, como una totalidad emergente. Para la psicología no es la sociedad, para la psicología es el individuo.
El escritor André Malraux, en su libro “La condición humana”, dice que el hombre está condenado a intoxicarse con algo, puede ser una ideología o una religión. Encontramos en nuestro tiempo una religión que está teniendo un éxito sobrecogedor, como es el llamado “culto a la Santa Muerte” ¿Cómo observa esta desmedida actitud del hombre contemporáneo de creer en un culto relativamente nuevo? Exacto, es la necesidad que tiene el ser humano de creer en algo. Y cuando esta necesidad se asienta sobre lo profundo de la personalidad, entonces se mueven los resortes profundos de esa personalidad. En consecuencia se aferra a la creencia. Pero aquí lo que quiero afirmar es lo siguiente: los resortes profundos de esa personalidad nos dicen que se trata de una mentalidad arcaica. No se trata de una religión, lo que se llama una religión histórica, sino que es propia de la mentalidad del hombre moderno. Se trata de una mentalidad arcaica que ni siquiera puede distinguir entre el individuo y la realidad; es una mentalidad que navega y transita en el mar de lo indefinido y la confusión. Entonces el problema, al menos en nuestro país, es que se están moviendo esas fuerzas arcaicas de la población, que no siempre son equivalentes a lo indígena, pero lo indígena tiene mucho de arcaico. Y entonces esa mentalidad arcaica es la que lleva a creer en ese tipo de rituales o de creencias. Esto es importante, porque, repito, lo que está en juego, desde este punto de vista, es con qué mentalidad están las poblaciones abordando el problema religioso.
El libro, por ejemplo, plantea algo que puede dar respuesta a variadas interrogantes, plantea la idea de que se puede tener una mentalidad religiosa, sin que esta sea teológica. Así como hay religiones que no ofrecen la inmortalidad, a diferencia del judaísmo y el cristianismo, hay una forma de mentalidad que no se refiere para nada a Dios.
¿A quién favorece la mercantilización de la teología, como bien lo definió en la rueda de prensa:“el mundo del otro lado”, a quién favorece esta trivialización de la teología? Favorece definitivamente a las clases poderosas. Ahí está la lectura histórica del asunto. Las clases poderosas históricamente han estado interesadas en que las poblaciones tengan una creencia que nos permita, primero, mantener en un estatus donde no se modifique su posición, y por otro lado, mantenerlos en un estatus que les permita ser obedientes. Es lo mismo lo que hace la religión a lo que hace el estado. El estado le da seguridad pero a cambio de obediencia. Y la religión le da seguridad a cambio del alma. En el fondo es lo mismo pero finalmente aquí lo que vemos es cómo los seres humanos están prestos a entregar su alma, entiéndase su voluntad a entidades externas a sí, cuando la única fuerza que el ser humano puede tener es la que tiene en sí mismo.
Este error histórico, del que usted habla, el hombre que enajena su voluntad, ¿Hasta dónde nos encontramos terriblemente sumergidos en esta enajenación, frente a los mass media? Sin duda los mass media propician todo este tipo de creencias. Lo vemos en la televisión mexicana. Ellos propician todo ese tipo de creencias, porque tienen interés en que la población, efectivamente tenga ese tipo de creencia y siga subyugada, mental y económicamente subyugada, políticamente subyugada y socialmente subyugada. Sin duda hay intereses de las clases poderosas. Por ejemplo, no hay duda, lo que llamamos el liberalismo de libre mercado fue una especie de acuerdo al que llegó la iglesia de Roma con los grandes capitales del mundo; todos estaban interesados en eso. Fueron los tiempos en la aventurita de Wojtila, cuando le inyectó dinero a Polonia para que dejara de ser socialista. En fin, creo que históricamente las clases poderosas han estado interesadas en que las gentes de abajo tengan una religión. Y lo que hace esto es mantener el estado de cosas. Vuelvo a repetir, se ha intentado trabajar mucho por esas clases desvalidas en el curso de la historia. Ahí está la historia no tengo que mencionarla.
¿Por qué define a Marx, a Nietzche y a Freud como los grandes maestros de la sospecha? Así se les conoce en el ambiente filosófico, en principio; pero los defino así porque cada uno con su método: el método histórico de Marx; el método epistemológico de Nietzche y el método psicoanalítico de Freud. Ambos se conjugan para no creer en la realidad aparente o evidente, sino buscar los profundo de la misma, las fuerzas que en lo profundo la rigen. Marx había afirmado: no es la realidad social la que define el curso de las cosas, es en último caso, la realidad económica la que define a la realidad social. Y esa realidad económica no está tan evidente como parece, porque la realidad económica está determinada, precisamente por la relación que hay entre las fuerzas de producción y las relaciones de producción; y eso no está tan evidente; hay que descubrirlo, como habría que descubrir la plusvalía. Luego Nietzche es el que plantea propiamente que subyacente a toda la vida humana, está precisamente el problema del instinto; todo aquello que parecía tener una raigambre muy formal, desde el punto de vista de la sociedad y la cultura, en el fondo tiene origen en el instinto y ese instinto es el que guía la acción humana. Freud, a través de eso que él denomina lo inconsciente, que ya había sido mencionado por el mismo Nietzche, es donde se da cuenta de que los resortes de la vida humana, no son para nada conscientes, que eso es una fantasía. Lo que mueve al individuo, lo que mueve a lo vivo, lo que mueve al humano son las fuerzas profundas de su mente, que por definición son inconscientes y no están accesibles ordinariamente a su conciencia.
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