Denigrante TV infantil

Nora Carolina Rodríguez Sánchez

La televisión, esa caja idiota, sigue y seguirá dando de qué hablar. Como en realidad no tengo paciencia para pegarme a un programa televisivo, en casa me esconden el control remoto porque veo al mismo tiempo como 5 programas, sin ver ninguno con atención. Pero ayer domingo, en ese recorrido que hago escaneando los diferentes canales, pasé por uno donde presentaban concursos de belleza infantiles. Niñas, desde pocos meses, hasta los doce o trece años.

Mucho se ha hablado de la explotación de la figura femenina por los medios de comunicación. La publicidad utiliza y resalta las imágenes abierta y subrepticiamente con la finalidad de vender. Y quienes estudian el impacto que tiene la imagen en los consumidores saben a la perfección lo que mejores resultados tiene en las preferencias de quienes compran. Y es así que muchos comerciales se encargan de difundir la imagen de la mujer ideal, esbelta, delgada, alta, blanca, arreglada, limpia. No importa si lo que se quiere vender sea whisky, detergente, galletas, teléfonos o automóviles. Es verdaderamente impresionante el mercadeo de cuerpos, la búsqueda de la más linda, de la más graciosa, de la que tenga más glamour, aunque esta idea de glamour sea un atributo que pertenece al mundo adulto.

Y esto es lo que resulta más aberrante en los concursos de belleza infantil: desde los dos y tres años las niñas son maquilladas y vestidas como adultas, aprenden a modelar en la pasarela siguiendo parámetros adultos, erotizando sus cuerpos, se les inculcan estándares estéticos ideales que a muchas han llevado a desarrollar desórdenes alimentarios en la búsqueda inútil de la perfección.

En la búsqueda bien lograda del éxito pasajero, nuestra ciudad no se queda atrás. Ya se ha denunciado en este medio la explotación de niñas, apenas despuntando en la adolescencia, en un canal local de Televisa donde, sin ninguna consideración para las jovencitas, con mínima ropa pasan al tubo a mostrar lo que pareciera un ritual de iniciación de teiboleras, con el beneplácito de propios y extraños.

El mundo y nosotros somos uno mismo, tenemos los mismos errores y las mismas dificultades. Pero la niñez y juventud mexicana es nuestra, no nos confundamos. No es moralina. Si los gringos quieren ver a sus niñitas en la pasarela, miss simpatía no cabe aquí. Todo indica que siempre superaremos la decadencia: nosotros tenemos table dancers doceañeras…

No perdamos nuestra capacidad de asombro, propongamos programas educativos, no basta con rasgarnos las vestiduras y gritar a los cuatro vientos que la juventud está perdida y la familia en crisis y que los valores bla,bla,bla. Es el sistema educativo con que contamos, acorde al modelito globalizado de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), así como las sugerencias del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional, quienes tienen a niños, niñas y jóvenes en las calles, sin oportunidades educativas y menos laborales. Pretenden equiparar a México con países que nada tienen en común obligándoles a realizar mecanismos de selección y evaluación ajenos a las características de unos y otros.

La Secretaría de Educación, feliz, el SNTE, más. Las autoridades educativas, comparsas de un gobierno fallido, actúan ad hoc. El mensaje que transmite continuamente la autoridad es hueco, tal como quieren que sean los cráneos del estudiantado. Competencias para la vida. Un mundo sin lectores, matemáticas para qué, las ciencias inalcanzables. Actitudes y valores. No hagas lo que yo hago, pero haz lo que yo digo: discurso de maestros y maestras que olvidan que a todas horas se educa, hasta sin querer. Habilidades y destrezas. Que demuestren lo que saben… sí, pero ¿cómo? ¿dónde? ¿para qué?

Cada día más chicas y jovencitos abandonan la escuela en busca de trabajo, y son presa de vivales que ofrecen dinero fácil, dinero rápido. ¡Gracias televisa! ¡Gracias lujambio y gordillo! ¡Gracias, calderón!

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