EL CRISTALAZO
La democracia dogmática
Rafael Cardona
Ciudad de México.- Hará cosa de dos décadas Mario Vargas Llosa en aquel célebre encuentro de intelectuales en el cual se aliaron por primera vez la TV, la “paciana” revista Vuelta y el salinismo redentor para darle a este país una visión moderna de su realidad, Mario Vargas Llosa, parió aquello de la (priista) “dictadura perfecta”.
Una expresión entre admirativa y crítica. A un tiempo condena y estupor por la eficacia.
La pelea posterior entre él y Octavio Paz derivada de este “jingle”, cuya conclusión fue la fuga del futuro Premio Nobel rumbo a su casa, impelido al retiro por la indelicada forma como se había expresado del país anfitrión, fue algo de lo más hilarante: los promotores de la tolerancia y la libertad de palabra (regañados, ambos, por el “Tigre” Azcárraga”), tirándose los platos a la cabeza por una simple opinión cuya ofensa mayor no pasaba de un ingenioso juego de palabras cuya superficialidad fue tanta como para arraigarse como lema de batalla de muchos. Hasta de los panistas de ayer y hoy.
Por eso (por superficiales) las opiniones políticas de Mario Vargas Llosa nunca me han conmovido. Y esa menos.
Me parece un liberal acomodaticio a los dictados de la corrección política (la otra “dictadura perfecta”, si le seguimos los pasos), en el mejor de los casos. Sólo estoy de acuerdo con él (como si le importara) cuando habla de literatura o de toros. Y en esto último, no tanto.
Pero como sea las palabras de Vargas Llosa –como las de cualquier galardonado en Escandinavia ya vienen ahora envueltas en un aura de infalibilidad casi papal.
El premio Nobel (de cualquier materia) le otorga a quien lo recibe una condición enciclopédica por la cual el verdadero pago es posterior a la monárquica recepción de una medalla y un cheque. Una especie de coraza vitalicia ante la crítica o el descreimiento. Nadie osa jamás contradecirlo. No importa si habla del clima o del futbol.
─ ¿Cómo te atreves?, es un Premio Nobel.
En esas condiciones juzgo importantes (para quienes por años les dieron validez y repitieron como loros felices sus opiniones anteriores) sus juicios en torno de la guerra emprendida en México por impulso, inspiración y guía de nuestro Gran Timonel (como le decían los chinos a Mao).
Vargas Llosa, en el décimo aniversario de Letras Libres en España, utiliza una expresión contundente: la guerra contra las drogas ha “fracasado estrepitosamente”. Ni más ni menos.
Yo no le creo a don Mario. Exagera.
Con decir ha fracasado hubiera sido suficiente. No eran necesarios esos adornos y adjetivaciones sonoras relativas al estruendo y la ineludible asociación auditiva con el crujido y el vencimiento de tejados, techumbres y murallas. No.
Pero si el diagnóstico sobre la guerra es cierto quizá su consecuencia política no sea como él predice. El escribidor considera inevitable el triunfo del PRI y lo atribuye automáticamente a la derrota panista en la pelea contra el crimen organizado, lo cual significaría (para él) una verdadera desgracia. No la derrota azul; el triunfo tricolor, claro.
Resulta sin embargo muy extraño escuchar de labios de un demócrata de tiempo completo tan condenatoria expresión, sobre todo si como él reconoce el triunfo podría producirse tras elecciones libres, limpias, universales y ordenadas en un entorno de civilidad política.
─ ¿Qué pasó? Se pregunta estupefacto MV.
─ ¿Qué es lo que ocurrió? ¿Por qué ese fracaso de un país en que todo parecía que iba a ir más bien hacia adelante?
No se necesita compartir sus ideas para darse cuenta de la levedad implícita en ellas.
Si algo no resulta como yo dije, el país ha fracasado, pues. Con esa actitud la democracia consiste en darles gusto a los sicofantes y no en admitir gobiernos a partir de mayorías electorales. Ya ni eso les gusta. Esa sí es (como dicen los panistas) una regresión autoritaria.
Así como el PRI fue una “dictadura perfecta” (tanto como para ceder el poder pacíficamente) la pretensión absolutista de estos intelectuales crea “la democracia dogmática”, para seguir con el oxímoron nuestro de cada día.
Boda
Dice la prensa de Tegucigalpa sobre la repentina y notoria boda de Marcelo Ebrard: “La ceremonia se realizó el mismo día en que se inició en México el proceso rumbo a las elecciones presidenciales de 2012, donde el alcalde capitalino podría ser el candidato que represente a la izquierda.
“El matrimonio es una buena estrategia para aumentar su popularidad, dijeron especialistas en comunicación e imagen política, y ocurre cuando el gobernante es el aspirante menos conocido a nivel nacional”.
Ni allá se la creen.
Abrazo
Ni en Acatempan se supo de expresión solidaria de tales dimensiones. A ver si es cierto.