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LA TIENDA
Aureo Salas

culturalogoUN LIBRO
Mi vida es muy simple, me llamo Renard y soy vendedor, tengo un local en la Av. Universidad antes de llegar a una tienda de autoservicio. ¿Que qué tiene de especial todo esto? Pues la verdad el asunto no tiene mucha ciencia, te vendo lo que buscas, lo que deseas o lo que nunca has tenido, sea lo que sea, yo lo tengo. Y tengo muchos clientes porque algunas personas no aprenden que a veces es mejor no tener ciertas cosas… mi tienda se llama: Desde una aguja hasta un elefante.

Horacio Jiménez entró por la puerta, se veía acalorado.
—Ando buscando una pluma —me dijo, yo estaba trepado en una silla amarrando una cortina azul que da al interior del local.
—Déjeme amarro esto —le dije—, por qué no busca bien, vendo de todo y le aseguro que lo que quiere no está en otro lugar más que aquí...
—Pues... una pluma...
Bajé de la silla y me acomodé tras el mostrador.
—Usted se ve como una persona inteligente —dije—, una persona que se deja absorber por el entorno y así sacar el mayor provecho posible...
—Digamos que soy trabajador, muy trabajador, los gringos le dicen workaholics... así le dicen a los adictos al trabajo... y digamos que sé por dónde va, así que de una vez de digo que no necesito nada de aquí, se lo aseguro, nada más dígame si tiene una pluma...
—¡No imagino que haya entrado a buscar solo una pluma!
—Odio no traer algo con que escribir, uno está siempre rodeado de números telefónicos, cuentas de banco... ideas, notas, citas y más cosas...
—Y entiendo que su trabajo lo ha vuelto un hombre solitario...
—Es algo con lo que ya vivo desde hace tiempo...
—Mire, deme un segundo y le mostraré algo, creo tener lo que necesita...
Mi cliente me vio con cara de incredulidad. Traspasé la cortina azul para ir a la trastienda y, como lo prometí, al segundo estaba de vuelta con un libro en las manos.
—Tengo una libro edición especial —le dije—, un libro con la vida de su familia, la cual no conoce por andar tan ocupado... hojéela y le ponemos precio... pero le advierto que será una ganga si comparamos el tiempo y el trabajo que costaría llegar a conocer a su gente así tan cerca...

Horacio tomó el libro cuyo título era: Familia Jiménez Velásquez, última edición, 15 de marzo de 1990- 7 de octubre de 2009. ¿Qué era eso? ¿Una broma? Era precisamente 7 de septiembre de 2009. Hojeó tembloroso y asustado el interior del libro. Uno de los personaje se llamaba Lucero, su esposa, su hija Karla que estaba en FACPYA, su hijo que cursaba la secundaria y... él estaba ahí... en el libro estaba alguien que se llamaba Horacio Jiménez Toledo... ¡No lo podía creer…!
Le quité el libro y le dije:
—Vamos a hacer un trato... se lleva el libro y la pluma se la regalo pero antes me firma un cheque porque creo que no trae nada para firmar... Una persona como usted debe traer chequera, ¿verdad?
Horacio asintió confundido y sin dejar de ver el libro en mis manos ¿Soy bueno para esto, no? Volvió a asentir moviendo levemente la cabeza y se llevó el libro sin titubear en el precio, no tiene caso que se los diga, pero estoy seguro de que cada quien tiene su propio valor.

Horacio, ya a solas, leyó ávidamente el libro. Averiguó que el texto tenía cosas conocidas, lo cual hacía verosímiles y aterradoras las cosas no conocidas. Se enteró que su mujer sostenía relaciones extramaritales con otras mujeres y que, antes de contraer matrimonio, había abortado un producto que no era de él. Su hija estaba metida en las drogas, y no sólo las consumía, sino que también las vendía y organizaba fiestas donde los enervantes eran utilizados sin consideración. Su hijo era adicto al sexo homosexual por Internet y estaba en una pandilla que se dedicaba a golpear a ancianitos vagabundos hasta dejarlos medio muertos y bañados en sangre.
¿Quiénes eran los monstruos que tenía en su casa?
Gracias a su trabajo se había vuelto un hombre agresivo, pero no tan agresivo e inhumano como su parentela. No pudo tolerar la amarga verdad, tampoco quiso aclarar nada con ellos y mucho menos planear una venganza. Así que salió de su casa, tiró el libro al canal de desagüe de aguas negras que pasaba cerca de la colonia y se fue sin avisar que nunca jamás volvería. Otra ciudad, otro país. Daba igual, sólo que ahora era distinto. Él sí intentaría ser un hombre nuevo. Trabajar menos y vivir más. Se quedaba sin nada, pero todo le esperaba ¿De qué otra forma se puede escribir un buen libro?

Es todo por hoy, otro día, otro cliente; ya ven que no todo lo que vendo es malo, todo depende del consumidor. Y por si lo desean, aquí tengo un montón de libros y seguramente uno es para ustedes, pues todos tenemos algo que decir y también algo que saber, todo es cuestión de que alguien se dedique a escribirlo.

 

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