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CANCIÓN DE LAS VOCES SERENAS

 

Se nos ha ido la tarde
en cantar una canción,
en perseguir una nube
y en deshojar una flor.

Se nos ha ido la noche
en decir una oración,
en hablar con una estrella
y en morir con una flor.

Y se nos irá la aurora
en volver a esa canción,
en perseguir otra nube
y en deshojar otra flor.

Y se nos irá la vida
sin sentir otro rumor
que el del agua de las horas
que se lleva el corazón.

*****     *****     *****      

La primavera de la aldea

La primavera de la aldea
bajó esta tarde a la ciudad,
con su cara de niña fea
y su vestido de percal.

Traía nidos en las manos
y le temblaba el corazón
como en los últimos manzanos
el trino del primer gorrión.

A la ciudad la primavera
trajo del campo un suave olor
en las tinas de la lechera
y las jarras del aguador.

*****     *****     *****

Invitación al viaje

Con las manos juntas,
en la tarde clara,
vámonos al bosque
de la sien de plata.

Bajo los pinares,
junto a la cañada,
hay un agua limpia
que hace limpia el alma.

Bajaremos juntos,
juntos a mirarla
y a mirarnos juntos
en sus ondas rápidas.

Bajo el cielo de oro
hay en la montaña
una encina negra
que hace negra el alma:

Subiremos juntos
a tocar sus ramas
y oler el perfume
de sus mieles ásperas.

Otoño nos cita
con un son de flautas:
vamos a buscarlo
por la tarde clara.

*****     *****     *****

 

 

Jaime Torres Bodet (México, D.F.; 17 de abril de 1902 – Ibídem, 13 de mayo de 1974) fue un diplomático, escritor, ensayista y poeta mexicano, director general de la Unesco de 1948 a 1952. Su trabajo en la alfabetización ha sido reconocido, además de haber implementado la política de relaciones exteriores durante los inicios de la Guerra Fría. Se suicidó en 1974. Junto con otros intelectuales formó parte del grupo Los contemporáneos. En sus ensayos y estudios de crítica literaria —publicados inicialmente y en su mayoría en la revista que dio nombre al grupo, y reunidos luego algunos de ellos en un solo volumen (1928)— unía Torres Bodet un conocimiento pleno y siempre renovado de letras antiguas y modernas a un espíritu alerta y a un estilo dúctil y de transparente riqueza. Su crítica rectificó, en su tiempo, el valor de algunos falsos brillos y contribuyó singularmente a la formación literaria de las nuevas generaciones.

 

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