Sr. Tomás Corona
Resultan dolorosas leer cada una de las descripciones que usted hace sobre la vida de las mujeres que, lamentablemente, pierden por causa de la violencia familiar, de la explotación sexual o de las adicciones.
Desde hace más de una década compilamos (un grupo de feministas), información de hemeroteca sobre los feminicidios que ocurren en Nuevo León. No es una tarea fácil. Cada que se analiza y registra un hecho de esta naturaleza, nuestros sentimientos y emociones se cimbran. Sus muertes nos estresan. Nos duelen.
A veces, mientras registramos los datos: el nombre o, incluso, la pérdida también de su identidad (no identificada); la edad, el estado civil, la profesión, a manos de quién perdió la vida, la relación parental o de amistad que tenía con el implicado, la herramienta que se utilizó para cercenar esa vida, ¿tenía hijos o hijas?, ¿de qué edades?; el encabezado de la nota, los comentarios de vecinos o vecinas, y otros datos más; necesitamos parar para respirar aire puro (con los imecas del día) y recibir los rayos del sol (aún cuando está nublado).
Al teclear los datos nuestros rostros cambian, reflejan la tristeza, aparece el desánimo, el coraje y la frustración de que las acciones que hemos emprendido a lo largo de muchos años no han sido suficientes para salvar la vida de esa mujer que, con nombre o no, ahora, pasa a formar parte de las estadísticas de muerte.
Su texto nos permite ver que esa mujer asesinada, tirada al basurero o a la calle, cuando niña tuvo ilusiones y esperanzas. Miembro de una familia de origen o de una nueva. Que para subsistir se empleó en trabajos que no suponen riesgo, pero a fin de cuentas lo son. Que quizá se enamoró creyendo en las palabras amorosas de quien luego le quitó la vida a causa de los celos. Que las omisiones y el dejar hacer también tienen consecuencias dañinas.
Su texto refleja una dolorosa y cruda realidad en la cotidianidad de muchas mujeres. Ojalá que cimbre las conciencias de quienes no han reparado que la violencia NO es natural, que las mujeres tenemos TODOS los DERECHOS y que uno fundamental es EL DERECHO DE LAS MUJERES A VIVIR LIBRES DE VIOLENCIA.
Espero que su texto genere relaciones más equitativas e igualitarias buscando otro mundo posible. Lo felicito.

Irma Alma Ochoa Treviño
Arthemisas por la Equidad, AC

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