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29 septiembre 2010
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Peores por si malas faltaren
Abraham Nuncio

Las malas noticias –como los males– no vienen solas. “Saramago murió”, me dice Rogelio, uno de esos raros cisnes terribles (la metáfora de Borges para el lector clavado en su página). Me había enterado poco antes de la noticia y uno como minúsculo asteroide enlutado rotaba en torno a mis depósitos sentimentales. Me distraía y fue quizá por ello que no recuerdo siquiera el nombre del café que nos albergaba en una calle de Helsinki cerca del Parlamento (en finlandés Eduskunta, para lo cual tengo que consultar mi guía. ¿Así es? Sí, Eduskunta).

No pasaron demasiadas horas cuando otra mala noticia me golpeaba el pecho. “Murió Carlos Monsiváis”, dice Martha desde Monterrey sin poder contener el llanto. Carlos fue parte de la biografía de muchos hombres y mujeres de mi generación –y de otras generaciones más jóvenes– que aprendimos de su prosa y de su ética. Pronunciada por él en la ceremonia solemne donde fue premiado Julio Scherer García por la Fundación Nuevo Periodismo que preside Gabriel García Márquez, la frase de Julio Torri fue uno de sus cánones: “La historia del hombre está en su actitud.” No hace mucho murió Carlos Montemayor; ahora es Carlos Monsiváis. Por primera vez siento que somos menos.

Europa bombea malas noticias por todas partes. Es la crisis de la deuda. Pagarla y reducir el déficit son prioridades absolutas. El efecto inevitable es la actualización del evangelio según Margaret Thatcher: suprimir el Estado de bienestar. Y suprimir el Estado de bienestar significa, nada menos, que socavar los cimientos sobre los cuales fue construida la Unión Europea. Así lo entienden Pablo (chileno) y Óscar (mexicano), que estudian su maestría en Urbanismo y Desarrollo Regional en la London School of Economics y el taxista persa que nos conduce al aeropuerto Heathrow. En América Latina nos enseñaron el alfabeto de la globalización neocapitalista hace tres décadas. El peruano que anima con su zampoña un punto de confluencia en el metro de Estocolmo suelta una conclusión elemental: “En todas partes la explotación es la misma.”

The Guardian pone en claro de qué se trata. Un puño cerrado se adelanta a sus lectores en la nota de ocho (por atenerme a la jerga tradicional) cuyo titular es inequívoco: Pain now; more pain later (Dolor ahora; más dolor después). Desempleo y ausencia de crecimiento, cabecea The Financial Times en referencia al presupuesto de George Osborne, el Secretario de Hacienda británico, a pesar de la mayor tasa impositiva a los contribuyentes mayores —del 18 al 28 por ciento.

Tax&Ax (Impuestos y Hacha) es el mote que se dio al presupuesto de Osborne. El Institute of Fiscal Affaires (Instituto de Asuntos Fiscales) no deja lugar a duda en un epitafio válido para hace tres décadas en los países subcapitalistas y para el futuro más o menos inmediato en todo el planeta: “El presupuesto golpeará a los más pobres.” Un cartón del propio Financial Times muestra aOsbornearmado de unas tijeras gigantescas. Me recuerda a uno de Naranjo en Proceso mostrando a Carlos Salinas de Gortari, cuando era secretario de Programación y Presupuesto, con unas tijeras similares. A las medidas anunciadas (dolorosas pero necesarias), el gobierno de Miguel de la Madrid las llamó austeras. Los gobiernos europeos nos están copiando medidas y palabras-máscara casi tres décadas después. La crisis de la deuda, ropaje crónico para nosotros, para la Unión Europea es moda confeccionada del mismo material punitivo.

La verdadera tragedia griega es ésa: su deuda. No hace ni dos años, Grecia celebraba 2 mil 500 años de haber sido inaugurada por Clístenes y sus partidarios la democracia occidental. Ahora su gobierno llega al extremo de pensar en cubrir lo que debe vendiendo soberanía habitada: sus bellas islas.

Peor nos la cuenta Mecanopolis  (publicación en línea de las que ya desplazan a las convencionales): “El Wall Street Journal revela que los dueños de SAC Capital Advisors, del Soros Fund Management y de otras estrellas internacionales de la transacción se encontraron en una cena discreta por el rumbo de Manhattan, a principios de enero, para finalizar una estrategia contra el euro, que se cumpliría después de diciembre, a efecto de lograr una paridad de un dólar por un euro. En tres meses de crisis del euro, los llamados hedge funds obtendrían beneficios del orden de tres billones de dólares.” Las preguntas se disparan: ¿no el capitalismo es la economía de mercado?, ¿y no esta economía está regulada por las leyes de la oferta y la demanda tan cumplidas como el hervor del agua a cien grados centígrados?, ¿es que el sistema de los países libres y democráticos a que ha dado lugar tal economía está regido por la voluntad de la mayoría, o más bien lo está por un club de muy pocos, menor al de Bilderberg o al de Davos, y esos pocos deciden en una cena destruir la vida patrimonial de millones para hincharse de dinero más de lo que ya lo están? Desde su celda, Bernard Madoff podría darnos la respuesta correcta, o bien pudo habérnosla dado Kenneth Lay, el antiguo presidente de Enron, también condenado por haber convertido el sueño americano en la pesadilla americana, si se la hubiéramos podido hacer antes de morir en 2006.        

El apuntalamiento de la economía griega por Alemania, así como la aplicación de las políticas de austeridad, le fueron cobradas a Ángela Merker en las recientes elecciones. Su coalición perdió escaños y la viabilidad de su mandato está en entredicho. El llamado Plan de Estabilidad de la Unión Europea exige a los países miembros –sobre todo a los más débiles–, que ajusten sus presupuestos. Y esto significa menos crecimiento, menos empleo, menos seguridad social, menos pensiones, menos recursos para los desamparados reincidentes.

Tono de manifiesto
Los afectados se movilizan y protestan. Los griegos son los primeros. La ola de huelgas y manifestaciones en contra de las medidas del gobierno de Yorgos Papandreou se ha ido radicalizando y la izquierda hace llamados a los proletarios de Europa en un tono propio del movimiento comunista internacional que aparentemente había desaparecido de la faz de la tierra: “Ha llegado el momento de instrumentar una respuesta internacional coordinada al intento de los capitalistas, la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional de hacer que el costo de la crisis recaiga sobre los trabajadores.” En los siete puntos del pronunciamiento del Partido Socialista de los Trabajadores signado por decenas de partidos de todos los países miembros de la Unión Europea hay un tono de manifiesto. Lo hay también en el programa de diez puntos de la coalición anticapitalista Antarsya de Grecia. Una paradoja que no falta en la actual coyuntura de Europa: el Defensor del Pueblo Europeo, uno de los siete órganos con que cuenta la Unión Europea, no parece jugar un rol tibio siquiera en el vórtice de la crisis. Su titular es el griego Nikiforos Diamandouros.                                                                 

En Bucarest, la capital de Rumania, los trabajadores marchan y se manifiestan en contra de la rebaja de salarios. En Italia hacen lo propio contra el ajuste económico y la política social del gobierno de Silvio Berlusconi. Según la Confederación General de Trabajadores Italianos, la mayor organización sindical ex comunista, un millón de personas salieron a las calles de las principales ciudades italianas para pronunciarse contra el recorte de 25 mil millones de euros que pretende efectuar el gobierno en dos años. Susana Camusso, vicepresidenta general de la CGIL en Bolonia es concisa al definir el plan de austeridad: es “inicuo, injusto y depresivo”.  “Cargará sobre los más débiles todo el peso del ahorro. Entendemos que hay que reducir el gasto, pero también hace falta construir el futuro, y este ajuste no crea empleo, no crea progreso y no crea crecimiento”.                                                                                                                                

La revolución de los claveles en Portugal y el pacto de la Moncloa en España a la caída de Franco iniciaron un periodo de democratización en ambos países hace menos de cuarenta años. Una democratización acompañada de crecimiento y mayor bienestar. La Confederación General de Trabajadores de Portugal, de tendencia comunista, convoca a una huelga nacional que involucra a miles de trabajadores contra las medidas anticrisis del gobierno socialista: congelación de salarios, reducción de gastos en el sector público y privatizaciones para reducir el déficit estatal luso desde el 9.3 por ciento actual a menos del 3 por ciento en 2013. Ante el escenario quebradizo y de imposición de una política económica dictada desde el FMI y asumida por la Comisión Europea con sede en Bruselas, la reflexión de Saramago brota como un géiser. Somos soberanos, tenemos elecciones, votamos, elegimos libre y democráticamente un parlamento. ¿Somos soberanos y democráticos cuando una entidad como el FMI, que no es democrática y por quien no votamos, nos impone una política lesiva para nuestros intereses?                    

El gobierno igualmente socialista de España, no por serlo, deja de responder a las condiciones del FMI y de la Comisión Europea. Los trabajadores se suman a la protesta contra los recortes salariales de los funcionarios y la parálisis en el sistema de pensiones. Responden a otros agravios: una reforma laboral que facilita a las empresas el despido de sus trabajadores. La Unión General de Trabajadores y las Comisiones Obreras, con cuya alianza llegó al poder, le cuestionan al presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, atender prioritariamente las demandas de los empresarios, que amenazan (el chantaje del capital, si es católico, ¿se atiene a pagar más caras las indulgencias?) con invertir fuera de España. Rodríguez Zapatero no alcanza a responder sino con justificaciones: "El propósito de la reforma es evitar despidos." El actual índice de desocupación es el más elevado en los últimos trece años: más de 20 por ciento; es decir, cuatro millones y medio de desempleados en España.

Me digo que el juicio de la posteridad (es posible, a pesar de la desmemoria inducida) le será más adverso a Rodríguez Zapatero que a Calderón por parecidas circunstancias. Calderón sólo hacía demagogia cuando prometía ser el presidente del empleo; en los hechos ha resultado el presidente del despido masivo y discriminatorio a favor de inversionistas correligionarios y afines. Pero Rodríguez Zapatero pasará de ser “el mayor defensor de los derechos sociales a un representante de las políticas neoliberales de la derecha".

En el pronunciamiento del Partido Socialista de los Trabajadores hay un señalamiento que parece indiscutible: el neoliberalismo ha sido desprestigiado por la crisis, pero sigue imponiendo el contenido de las políticas públicas. Y es que el neoliberalismo no es sino el capitalismo en su versión caníbal, y el capitalismo no ha sufrido mayor derrota. Sus crisis lo son, pero quienes las padecen son sólo la clase media empobrecida o los pobres crónicos. Por las escalinatas eléctricas de Harrods, de El Corte Inglés, de Louis Vouiton o de Macy’s seguirá circulando, sin merma, su clientela acostumbrada.

Goles, vuvuzelas y otros episodios fugaces
La crisis europea, como en otros momentos adversos a los representantes del capital, tuvo un verano caliente. Gracias Dios Mío al futbol no lo fue tanto. En bares, pubs, tabernas, cantinas y lugares semejantes, goles y vuvuzelas, acompañados de una cerveza, hacen que los afectados por los recortes, despidos, reformas legales contrarias no sólo al ingreso y la estabilidad laboral de las mayorías, sino, como en Italia, a la libertad de expresión –Berlusconi, dueño de las empresas de medios más poderosas del país, no ha cejado en su intento de imponer una ley mordaza– olviden, al menos antes de llegar a casa, que el pago de la renta o los servicios y la compra de lo más elemental, tal vez tengan que aguardar. Explico mi gesto adusto, a pesar de que no puedo impedirme invocar las páginas gozosas de Eduardo Galeano, Juan Villoro y hasta de Maradona: el futbol profesional sirve aparentemente al solaz de la población casi unánime del planeta; en el fondo no es sino un negocio y un instrumento de manipulación política.

¿Una boda real tiene los mismos componentes que un partido del Mundial? Acaso no. Nadie defiende colores y sólo es un buen pretexto para pasear y, si la coincidencia da para ello, contestar el saludo de la pareja real que sale a la explanada del palacio real o hace un recorrido en lujoso carruaje por las calles de Estocolmo para recibir los vítores de sus súbditos y los que puedan parecerlo aunque sólo sean turistas. La princesa Victoria de Suecia se casa con su entrenador, un empresario de artículos deportivos. No hay guerra y la monarquía en  tiempos así resulta inane para el país y ella se puede ocupar en el guipure de su reinado. Día soleado y metro gratis para todos.

En el metro de cualquier parte del mundo, y el de las ciudades de Europa no es excepción, las sorpresas se ofrecen a cada estación. Una de ellas viste un vestido ligero, casi transparente, ampón y una cuarta arriba de la rodilla. Con todo, al acomodarse en su asiento lo estira para que no deje ver más de lo que el pudor aconseja. ¿No es entonces válida la sentencia de Roland Barthes en el sentido de que “Nadie se viste inocentemente?” Por el subconsciente, si en eso estás pensando, responde el azar. Al levantarse y tratar de colocarse su pequeña mochila en la espalda, uno de los tirantes del bolso así confeccionado se atora en el vestido y sube la breve falda de la sorpresa hasta la cintura. Su perfil inferior queda al descubierto por unos segundos. Aldo hace esfuerzos por no descarar su reacción. Cual más cual menos segrega picardía. Finalmente la puerta del vagón se abre y la sorpresa desciende y se pierde entre la multitud igual que un personaje onírico.

Los buenos oficios del ministro Miguel Jiménez de la embajada de México en el Reino Unido permiten al grupo del Centro de Estudios Parlamentarios, que me incluye, acceder al recinto del pleno de la Cámara de los Lores. No deja de ser sorprendente escuchar a una parlamentaria de esta cámara hacer el elogio de Cuba: de la equitativa distribución de su riqueza, de sus sistemas de seguridad pública, salud y educación. En la medida que el Estado de bienestar se desmorona en Europa, la mirada de este continente se dirige a los lugares donde las instituciones que más se le asemejan a ese régimen parecen sólidas.

Una peor: quizá ya somos la joya de la corona
La crisis puede profundizarse en Europa –lo cual no sería precisamente un cisne negro. Si así fuese, el quinto real en las antiguas colonias de este continente pudiera llegar a interpretarse como muchas realidades que antes considerábamos deleznables y que hoy pertenecen a un refranero rebobinado: todo en tiempos pasados fue mejor. Los bancos europeos se hallan debidamente establecidos en el mapa de América Latina, y en este mapa, México sería, si no lo es ya, como antes lo fue la Nueva España para la monarquía de los Absburgo, primero, y de los Borbón después, la joya de la corona.

 

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