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29 septiembre 2010
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Calderón protegerá a los crudos
Hugo L. del Río

Desde los tiempos de Julio César –cuando se confeccionó el primer periódico— hasta nuestros días, las relaciones entre la Prensa y el gobierno han sido, son y serán harto problemáticas, para emplear un lenguaje de moderación.

A la gente de poder no le gusta que publiquen sus crímenes, estupideces y raterías. Es entendible. A quién le agrada que lo descobijen.

Por otra parte, hay que admitirlo: entre los profesionales de la información no hay santos ni héroes ni víctimas. Lo peor: por desgracia, en México, el universo mediático se pervirtió desde hace rato. Si la Prensa fuera independiente, el gobierno no podría perpetrar tantos abusos.

Pero con medios como, digamos, los de Tamaulipas –aunque hay corrupción en otras entidades, el estado vecino se lleva la medalla de oro— los oligarcas no tienen nada que temer. Si el gobierno les dice que no divulguen esto o aquello, los periódicos, la radio y la tele agachan la cabeza y obedecen.

Claro, la abyección no es gratuita.

Ahora que, en el periodismo, como en cualquier oficio o profesión, hay de todo en la viña del Señor.

Los asesinatos y desapariciones de colegas han causado una honda impresión en casi todo el mundo. No digo que en la totalidad de los países, porque los hay que están peor que nosotros, pero, digamos, en las naciones que nos interesan, la gente frunce el ceño y se pregunta cómo es posible que sucedan estas cosas.

Hace unos días, los directivos de la Sociedad Interamericana de Prensa –la SIP— que tampoco tiene una historia de mucha gloria, le pidieron al Presidente Felipe Calderón que haga algo para proteger a los periodistas.

Como era de esperar, el michoacano puso una mano sobre la biblia y juró en tono solemne que dentro de algunas semanas pondrá en práctica un programa para garantizar la integridad física de las chicas y los chicos de la Prensa y sus familiares.

Confieso que me muero de curiosidad por conocer dicho proyecto. Los cien millones de mexicanos que poblamos el país y las decenas de millones que se fueron al extranjero sabemos que el jefe del Estado mexicano tiene años de haberse perdido en el laberinto mental.

Y, desde luego, hemos tomado nota de que es inútil cualquier esfuerzo por hacer entender a don Felipe que está hundiendo a México.

Claro, a ratos uno piensa que lo hace a propósito.

Pero volvemos a la protección de mi gremio.

¿Qué va a hacer el gobierno? Quizá Calderón nos amenaza con “ampararnos” a su estilo. Esto es, que un policía nos escolte de día y de noche. Esa sería una solución digna del panista.

Desde luego es imposible y, sobre todo, indeseable. Les tengo más miedo a los gendarmes que a los malosos. Y creo que comparto este rechazo a los policías con la inmensa mayoría de los mexicanos.

Entonces qué. Ordenará Calderón a las fuerzas armadas que nos den garantías. No se puede. Ni todos los Ejércitos y Armadas cuentan, juntos, con suficientes tropas para guardar las espaldas de los periodistas, de sus familias y de los segundos frentes, que también merecen calor del corazón.

Ah, nos pondrán de esos brazaletes o chips de posicionamiento global, para que los guardianes del orden público sepan todo el tiempo dónde estamos.

Tampoco funciona. Los policías nos localizarán para asaltarnos y robarnos los artefactos y la cartera.

Pienso que lo único que está al alcance del Presidente es crear una agencia dedicada a investigar los atentados contra colegas, localizar a los culpables y, armados con pruebas irrefutables, entregarlos a la justicia.

A la justicia mexicana. Je, je.

Esto es, después que nos maten, se hará lo posible –que en la vida real es nada— para no dejar impunes a los asesinos.

Gran consuelo.

Otra cosa que quizá está en la mente de Calderón: convocar a todos los periodistas de México y encabezar una procesión, de rodillas y con pencas de nopal en el pecho y la espalda, que recorra el camino de Los Pinos a la Basílica de Guadalupe, donde el cardenal Norberto le rogará a Dios que nos tome en cuenta.

No nos hagamos tontos. Es imposible proteger al periodista, si es que hablamos de gente profesional. No somos espartanos de Las Termópilas ni “dorados” de Pancho Villa, pero vivimos de nuestro trabajo y tenemos que cumplir con las obligaciones del oficio.

El reportero anda para arriba y para abajo. Platica con la gente, crea relaciones, toma notas y lo que sigue seguirá. Como decía mi inolvidable amigo Romeo Ortiz Morales:

-- El reportero siempre anda crudo y metido en líos.

Repito: en nuestro barril hay manzanas podridas. Pero espero que no caigamos en la degradación de “El Diario” de Ciudad Juárez. Mejor cerrar el periódico y dedicarnos a cantar cumbias en el Metro antes que aceptar a los malevos como editores.

Hablo del burro y asoma las orejas. Hay “publishers” profesionales, pero son pocos. Nuestros verdaderos enemigos son los políticos y/o empresarios (vaya simbiosis: al Chapo le daría vergüenza que lo vieran en semejante compañía) dueños de los medios de información.

A ellos no les interesa publicar la nota. Lo que quieren es dinero, venga de donde sea.

¿Nos va a proteger Calderón de los propietarios de diarios, concesionarios de radio y TV, dueños de revistas, zares de los canales de distribución?

Que nos deje en paz el Presidente panista. Quienes tenemos la fortuna de publicar en medios independientes seguiremos con la faena. Conocemos a nuestro país. Sabemos que en México nadie nos va a proteger. Qué le vamos a hacer. Así son las cosas.

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