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crisimgFue Saramago quien dijo que el mayor temor que enfrenta el hombre de nuestro tiempo es el miedo a perder el trabajo. En el actual dramático horizonte de ceses masivos y mayores prospectos de despidos, a quien le llega la inesperada noticia de su cese enfrenta de un día para otro un recurrente episodio de opresión sin límite. Un mañana sin ingreso y sin respeto. Con la pérdida del empleo se desencadena un efecto dominó que se lleva de encuentro todo lo que antes él creyó firme desde la lealtad del ser amado, la residencia y hasta la dignidad.
Con la frágil fantasía de la seguridad laboral cada vez más endeble y la temporada navideña a la vuelta de la esquina,  todos los nubarrones que se ciernen sobre nuestros destinos se vuelven cada vez más densos. Estas tribulaciones, desde luego, no afectan a la maquinaria anual de promoción de usos y costumbres que en estas fechas ya está puesta en marcha a todo lo que da. Nosotros, con la incertidumbre que aflige a todos aquéllos que leen los periódicos diariamente, nos preguntamos si esta vez lograremos estar a la altura de las expectativas.
Las encuestas arrojan que casi la mitad de los americanos planean gastar menos en esta Navidad en relación con la del año pasado. Haciendo lo propio para mantenernos solventes en enero, con los miembros adultos de la familia podríamos plantear unas fiestas austeras, sin alardes consumistas, sin regalos. Aunque con los pequeños no creo que ninguna negociación inducida para pasar una Navidad diferente les funcione.  Bastaría con promover una reunión anual tranquila y cariñosa donde las frías noticias de la crisis económica mundial no tengan cabida. Un encuentro en donde las amenazas del deterioro de nuestra moneda no preocupen, ni el alza incontrolada de los productos básicos nos inquiete.
Quienes han tenido un trabajo estable durante su vida es posible que tengan ahorros que les permitirán sortear el vendaval, dichosos ellos, mas aún así están expuestos al miedo neoliberal de perder sus pensiones. Estos casos de empleos permanentes casi pertenecen al pasado en el actual mercado laboral de contratos temporales que no creen beneficios a los trabajadores. Nosotros que nunca hemos tenido excedentes monetarios para guardar y que vivimos de cheque a cheque, sin crédito en los bancos, tendremos que idear alguna estrategia para pasar lo mejor posible la temporada que se avecina.
Esta vez hasta podríamos saltarnos la tradición y convencer a la familia para mejor hacer la fiesta de Navidad el próximo verano en alguna playa cercana. O tal vez hacer un inventario de las cosas valiosas que hemos acumulado con los años y a las que no les damos uso alguno y volver al noble ejercicio del trueque. Por ejemplo, hay algunos libros, CDs y DVDs, que mi hermana tiene en su librero en los que podría estar interesada. O también podríamos darnos certificados de servicio de cuidados de sobrinos por un fin de semana, o hasta una semana en el verano, para que los adultos nos podamos despejar con la pareja libres de interrupciones familiares.
Queremos ser calculadores y sortear el deterioro del presupuesto familiar con recetas infalibles, pero lo cierto es que hay miedo. Una latente ansiedad de saber que los gobiernos a nosotros, a diferencia de los banqueros en problemas,  no nos van a venir a rescatar. Ninguna entidad gubernamental nos va a salvar de los intereses agiotistas en nuestras tarjetas de crédito, ni de los arbitrarios cargos por pagos tardíos, o por sobrelímite de lo estipulado que ellos mismos provocan. Nadie va a protegernos de perder nuestras casas si nos quedamos sin empleo y no podemos saldar los pagarés pendientes del préstamo bancario. A nosotros, que nunca nos propusimos en la vida hacer dinero, no nos redime ni San Judas Tadeo.
Lo más sombrío de este invierno, con la recesión global encima, es la sensación de aislamiento, de fatalismo que permea todas las esferas de la sociedad mexicana. Percibo a México como una entidad camaleónica pero inmutable, que aún con los cambios cosméticos de la presunta alternancia ha permanecido igual desde que salí de ahí hace 25 años.  Mi amado país continúa hundido en el mismo barranco antidemocrático, refrendado con el último fraude electoral del 2006. Aunado a ese profundo desengaño está el extremo clima de inseguridad que flagela a todo el país. Violencia que se podría exacerbar con el retorno de los emigrantes que regresan a una tierra yerma. Para oscurecer todavía más el panorama está la incapacidad del único partido con posibilidades para sacar a la nación de la ingobernabilidad en que se encuentra. El PRD continúa debatiéndose con unos farsantes sin escrúpulos y sin legitimidad a quienes se les ha permitido adueñarse de su dirección. Es una daga tras otra.
Sin embargo, el miedo es el combustible de los cobardes y la estopa del pesimismo, por ello habrá que despojarse de ese sentimiento paralizante y empezar a actuar. Esta crisis global ha demostrado que el sistema capitalista en su variante neoliberal es una aberración. Esta debacle financiera mundial tiene el potencial de crear un modelo económico diferente. Un modelo socialista que en el propio Estados Unidos ya ha iniciado su proceso de implementación al haberse nacionalizado los bancos y que clama por un consenso social para su construcción.
Con el triunfo de Barack Obama, en  los Estados Unidos se inicia una etapa esperanzadora. Un tiempo optimista de palomas que al menos temporalmente sacarán de los cielos de Washington a los halcones. Dicen que cuando Estados Unidos estornuda a México le da pulmonía. Esperamos que ese efecto tremendista se repita esta vez con la victoria de Obama. Que sus sueños de justicia social para los muchos repercutan hasta el último rincón de nuestro México.  Que sean verdad sus aspiraciones de nunca tolerar o apoyar a tiranías tan sólo porque estén dispuestas a servir los intereses estadounidenses.  Si los proletarios de todos los países nos uniéramos, como una vez acertadamente clamó Carlos M., otro gallo de bonanza nos cantara. Otro porvenir de prosperidad social se construiría. Los nuevos hombres que surgieran de esa avanzada sociedad que se anuncia jamás tendrían que vivir con miedo.

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