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Creo que el sistema electoral mexicano ha evolucionado de manera importante en los últimos 30 años. He usado en diversos trabajos académicos, y en el pasado, una figura que me resulta útil para explicar el proceso. Considero que la llamada transición a la democracia (sin discutir el concepto, y menos si ya terminó, si no ha empezado, si algún día empezará), que con más rigor debiéramos llamar proceso de transformación del sistema político mexicano, se movió como una lancha impulsada por dos motores, que de alguna manera lograron que esa nave avanzara hacia un objetivo: la transformación del sistema político mexicano. Abusando de la metáfora, en el salón de clase de la UAM-Iztapalapa, a mis alumnos les decía que pensaran cuando iban a Chapultepec; si se subían a una lanchita, ésta necesitaba el impulso de dos remos; y había que impulsar a ambos a la misma velocidad y a la misma energía, porque si sólo se jalaba uno, entonces la lancha daba vuelta en redondo.
La reforma política de 1977 enciende el remo del motor del cambio institucional, porque se crean incentivos para la participación de organizaciones político-partidarias y se aprueba la incorporación de los diputados de representación proporcional. Con los años se les dieron otras prerrogativas, pero estos cambios van a ser fundamentales en aquel momento. Aunque creo que no fue planeado, que más bien se acompasó con el otro remo: tal vez a partir de 1968 se empezó a ver que México era ya una sociedad plural, que ya no sólo tenía una sola expresión como antaño (aunque algunos utilizan otros referentes para ubicar este fenómeno, como los conflictos al final del sexenio del presidente Echeverría, o ya en una etapa posterior, como lo será el año crucial de 1988).
Lo cierto es que para 1988 ya estaba encendido el otro motor. La frase de Carlos Salinas de Gortari dio en el centro: “Se acabó la época en México del partido prácticamente único”. Quedó claro que la nación ya no tenía uno ni dos, sino tres partidos a nivel nacional. Ese año se revolucionaron tanto las cosas que por ello hubo que hacer otra reforma electoral, cambiar la constitución, elaborar nuevas reglas y crear el IFE. Lo que sucedió es que en 1988 volvieron a sintonizarse los dos motores de la transición: el de la participación y el del cambio institucional, con las reformas que van a venir más adelante.
A partir de 1989 comienzan los triunfos en las gubernaturas de oposición y empieza a pintarse un mosaico multicolor en las ciudades capitales y de gran importancia. Allí están los resultados y nadie puede negar los cambios sustanciales. Y al lado de las reformas, coma la de 1996, nadie puede negar los cambios: la autonomía plena del IFE (la separación definitiva del gobierno de la organización de las elecciones) y el régimen de financiamiento público para los partidos (nunca el régimen había sido tan generoso con el otorgamiento); claro, con una visión de Estado, pensando en que no se debían otorgar recursos públicos o de dudosa procedencia hacia las campañas. Al presidente Zedillo se le ocurrió decir que era la reforma definitiva, pero creo que más bien fue un recurso retórico, más que otra cosa, porque los cambios son permanentes.
Quizá se cometió el error de pensar que era la definitiva, pero con ella se organizó la elección de 1997, donde por primera vez el PRI pierde la mayoría de diputados federales, pierde el gobierno del DF; y sirvió también para organizar las elecciones del 2000, lo que le permite a la oposición llegar al poder, consolidando el pluralismo, que se advierte en un mosaico interesante: el partido o coalición ganadora, no tiene la mayoría ni en el senado, ni en la cámara de diputados, ni en los gobiernos de los estados, ni en la mayoría de los congresos locales; eso me parece un el resultado de un pluralismo muy interesante.
Pero llega 2006 y nos salta una aceleración de uno de los dos motores: nunca se había llegado a tal nivel de pluralismo, con un margen de diferencia más estrecho en la votación, sin precedentes en nuestra historia. De hecho, cuando ponemos en la página del IFE el mapa del país, nos encontramos con que se muestra una clara diferenciación geográfica: del noroccidente hacia el norte se pinta de un color, del centro hacia el oriente se pinta de otro; y en torno al DF, aparece teñido con otro; y ello, hace 30 años era absolutamente inimaginable para los mexicanos.
¿Y qué fue lo que pasó?; pues que la velocidad, la potencia del otro remo, el que tenía que ver con el cambio institucional, mostró que no estaba en sintonía. Hubo intervención de agentes externos en la compra de radio y TV, apareció la campaña negra (“campaña de contrastación”), propaganda con recursos públicos, etcétera. Y en ese contexto inscribo la reforma del 2007: lo que intenta es volver a poner en sintonía el marco institucional, para estar a tono con un pluralismo político que se expresa de manera muy diversa a lo largo de toda la república mexicana.
Para mí hay tres asuntos que son clave en esta reforma electoral.
1).-  La reforma en radio y TV. Los partidos políticos no pueden comprar tiempo en radio y TV. Esta prohibición va significar una forma distinta de hacer campañas. Porque ahora la prohibición, va a permitir el uso del tiempo del Estado en radio y TV, puesto que los concesionarios pagan así al Estado. Pero además, está prohibido que el Estado haga propaganda a través del tiempo; y eso hace que casi la totalidad del tiempo sea usado por el IFE. O sea que en las próximas elecciones no tendremos a gobernantes promoviendo sus obras. Eso tiene algunas consecuencias: abona en favor de la equidad, y tiene que ver con una fórmula de 70-30, pero no compite con los partidos que son gobierno. Si de lo que se trata es que los ciudadanos reciban una mejor información de lo que proponen los candidatos, ahora los partidos tienen mayores posibilidades de exponer su plataforma, cada vez más clara y precisa, hacia la ciudadanía.
2).-  La fiscalización de los partidos políticos. Amigos de Fox, y el Pemexgate son dos ejemplos de lo que no puede volver a ocurrir. Pues ahora el modelo de fiscalización deja de ser una función del consejo general del IFE; se constituye una unidad técnica autónoma; además, los partidos tienen que rendir informes trimestrales; y ahora tienen personal de base para cumplir con la fiscalización; creo que tenemos mayor cuidado al respecto; un tercer elemento en la fiscalización es que se acabó el secreto bancario, se acabó el secreto fiscal, se acabó el secreto fiduciario para el IFE; ahora se puede conocer la información de los dirigentes, de sus candidatos, de sus proveedores. Por eso cuando me preguntan: “¿qué va a hacer el IFE para evitar que se empleen recursos ilícitos o del crimen organizado?” Pues les digo que el IFE va a usar las facultades que le confiere la ley, que es indagar la procedencia y el flujo de los recursos usados en campañas.
3).- Cambios en la estructura y en algunas cuestiones de procedimiento en el IFE. Desde tiempo atrás hubo una propuesta de escalonamiento de los consejeros, que en su momento no se consideró correcta, pero ahora se recuperó. (Lo del escalonamiento es una propuesta adecuada, porque la labor del consejero es una función delicada y siempre tiene una curva de aprendizaje, como se puede ver también el caso de la reelección inmediata de diputados que se ha venido argumentando; como órganos colegiados se gana en experiencia, y al mismo tiempo, se renueva con nuevas visiones.) Ahora el proceso de selección es más transparente, los candidatos pueden ocurrir por decisión personalísima, o bien apoyados por organizaciones y grupos, aparte de un proceso de entrevistas, cabildear con la prensa; y al final se eligen por dos tercios, una mayoría calificada que expresa una confianza elevada, para dar mayor consenso a la decisión. Pero lo más importante: se obliga al IFE a hacer un trabajo cada vez más institucional. Esta parte del remo podrá administrar mejor los procesos, hasta para encarar resultados electorales cada vez más estrechos.

Eso permitirá enfrentar los retos del 2009, y llevar a buen puerto las elecciones de 2012; además del desafío que plantea supervisar los tiempos de radio y TV, y la fiscalización de los recursos empleados en campaña. 

* Versión editada de la conferencia magistral dictada por el autor en el Congreso de la Sociedad Mexicana de Estudios Electorales (SOMEE), realizada en Morelia, Michoacán, noviembre de 2008.

** Consejero presidente del IFE.

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