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Fue con esta frase que conocí a Celso, en un concierto en el MARCO, con la presencia del escritor Gabriel García Márquez. Dos grandes maestros y narradores de la vida juntos en un ambiente rodeado de whiskies y camarones empanizados con salsa de tamarindo. Al ritmo de las congas, el acordeón, las canciones,  la sonrisa clara y contagiosa de Celso Piña y su Ronda Bogotá. 
Soy el mayor de 9 hijos, 4 hombres y 5 mujeres, todavía tengo a mis padres. Así cuenta su historia Celso. Originario de la Nuevo Repueblo, representa la música y el pensamiento universales. No es necesario saber español para moverse al ritmo de su acordeón, instrumento que lo identifica tanto con la música colombiana de la cual se enamoró, como con la música norteña con la que creció.  
Autodidacta en la vida, es un hombre juguetón, sin miedo a expresarse tal y como es, sin querer agradar a nadie. Celso Piña solo puede ser Celso Piña. “Empecé escuchando música de los Corraleros del Majahual que para mí es la agrupación más popular de Colombia. También escuché la onda de la beatlemanía y me dejé crecer la greña. Escuché a Pedro Infante y Jorge Negrete. De hecho me considero musicólogo porque me gustan todos los géneros musicales”, dice en parte de su biografía que todos podemos escuchar en su página web  www.celso.com.mx
Es el vivo ejemplo de la fe en lo que se quiere y lo que se hace, “en este mundo el que no es terco no llega a nada”, dice orgulloso. Porque no le fue fácil, con su simpleza y carisma naturales, cuenta que tuvo que tocar muchas puertas antes de que su música fuera aceptada. Al principio le decían que a nadie le gustaba esa música. Tocó puertas con su grupo ofreciendo su trabajo gratis y ni así. Por eso ahora que tengo éxito con mis discos, a base de años, me da gusto toparme con esa gente y decirles que los que estaban equivocados eran ellos que no tenían la visión.
Aunado al talento, el destino lo cruzó con Rubén Mujica, su manager, quien silencioso, detrás de bambalinas, está siempre atento cuidando los detalles para que todo funcione correctamente, y con uno o varios pasos adelante  concertando nuevos conciertos, entrevistas etc. 
Como Agustín Lara, quien le dedicó un poema hecho canción a la capital española, aún sin conocerla, así Celso le ha dedicado a la música colombiana sin haber pisado esa tierra, un espacio especial en su carrera. Pero como la música cruza rápidamente las fronteras y las rebasa, en Colombia escuchan a Celso, lo estiman, lo reconocen, lo compran. ¡Quien no vibra al escucharlo! Basta que abra las alas del acordeón para que al primer sonido, el público grite eufórico. 
¡Bailando en La Campana con mi hermano Celso Piña! Dice en su canción Cumbia sobre el Río, ya famosa por el soundtrack de la película Babel. Y no precisamente bailamos en el cerro de La Campana,  colonia en donde nació el Rebelde del Acordeón;  pero el viernes 17 de octubre por la noche, estuvo en Colima, y logró hacer latir en un solo corazón a la multitud que acudió a escucharlo al jardín Libertad. El público improvisó pistas de baile para expresarse en movimiento y ritmo, la gente bailaba, saltaba, cantaba y dejaba fluir la expresión en todo su esplendor. Fue una noche estupenda para quienes pudimos disfrutarlo en vivo.
Ahora, esperamos  su nuevo disco llamado Celso Piña sin fecha de caducidad, que seguramente, como dicen en la capital regiomontana, “estará con ganas”.
Enhorabuena, Celso Piña y Rubén Mujica. ¡Gracias por haber estado aquí, pudiendo haber estado allá!

 

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