El siete de noviembre, en una ceremonia inusualmente realizada en Ciudad Juárez, Chihuahua, y no en la Ciudad de México, el teatrista y hombre de letras regiomontano, Luis Martín Garza, recibió la medalla Bellas Artes, máxima presea cultural del país.
El hecho reviste gran importancia. En primer lugar, obviamente porque reconoce una labor a favor de la cultura que se ha mantenido al margen de los vaivenes del acomodo tan acostumbrado entre quienes desarrollan su labor a la luz (o más bien a la sombra) de las simpatías o gustos del poder dominante en la coyuntura.
También destaca el reconocimiento que a través de Luis Martín reciben todos aquellos artistas que aplican su talento en las inmediaciones de su entorno, sujetos a las realidades del terruño, no siempre cobijados por la gracia del gran presupuesto, sino con frecuencia, todo lo contrario.
Con cerca de cincuenta años de trayectoria, la madurez de este actor y director teatral, pero también investigador de la cultura, lo que ya le llevó a merecer el premio universitario de las Artes por sus aportaciones en el campo de la música norestense, se yergue como un ejemplo positivo en una sociedad que ha cambiado sus parámetros, de una cultura del trabajo, por una expresión de simple éxito material.
“La función del teatro no ha cambiado” reflexiona Luis Martín, para agregar que “es la falta de un interés superior por el mejoramiento de la ciudadanía, de la educación, de la ecología, de la conciencia y la tolerancia.
“La cultura teatral puede ser comercial, pero esa experiencia teatral comercial debe dejar una satisfacción, una enseñanza. Shakespeare mostraba horrores de la condición humana. Los griegos también sabían hacerlo. Y mostraban los problemas patológicos de la mente, que Freud vendría a descubrir hasta después del siglo diecinueve.
“Pero la gente, después de presenciar ese teatro salía ejemplificada, salía purificada, porque había pasado por la catarsis”, apunta con la seriedad reflejada en un rostro que intenta acercarse a la sonrisa. “Es la cuestión material la que nos está hundiendo. Si antes éramos parte de una cultura del trabajo, ahora nos hemos convertido en una sucursal del neoliberalismo mundial. Creo que debemos recuperar la ruta que ya había trazado Alfonso Reyes”, subraya el teatrista que hace décadas reorientó su trabajo escénico para fortalecer el teatro cercano, el de los autores mexicanos y de la región.
En La Quincena, donde el maestro Luis Martín ha colaborado con textos y artículos siempre vinculados con el quehacer cultural con el invaluable complemento del talento, la ética y el compromiso, queremos compartir el gusto que genera el merecido reconocimiento. Va, pues, un sincero: ¡Enhorabuena! y que siga la función. ( A.T.)
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