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OPINIONES DE UN PAYASO
YO TAMBIÉN IBA A LA PIRA

                                                                           La pira-mide pasiones.
                                                                                        Jaime Arreola

Luis Valdez

 

Una vez un coordinador de talleres literarios mandó una carta a la sección cultural de un periódico, diciendo que cómo carazos se atrevían a publicar a un tipo que sólo escribe cuando se pone ebrio en La Pirámide. Tenía razón en su segundo señalamiento: No era raro que por aquellos días yo asistiera a La Pirámide a partir de las siete de la noche (hora en que había 2x1) y me quedaba despreocupadamente hasta horas en que debiera estar en otro lugar, como la casa o una cita con alguien más en un café o en otro bar.

Casi siempre me ocupaba en orillar a mis citas en que los compromisos fueran en la misma Pirámide y así ni siquiera tenía que cambiar de mesa.

Fue en este bar donde conocí a Jaime Arreola y reforcé amistades con Pepe Luis (editor de Grafógrafos) y Romualdo Gallegos. Aquí organizó Gerson Gómez  una serie de lecturas cada jueves. Aquí comenzó esa onda de las posadas literarias.

Y como ironía de la vida, fue aquí mismo donde sufrí el síndrome del recién graduado (esos güeyes que a poco de haber conseguido su primer trabajo como profesionista, creen que van a tener éxito económico en la vida: triunfadores del tercer mundo) y para ello brindamos Edgar (un cuate que siempre andaba de borracheras) y yo, con un whisky.

Pasaría un buen de meses para que volviéramos a tener dinero suficiente para un whisky. También había flirteos con jipiosas, con góticas y troveras. Es decir, fueron tiempos de ilusión.

Pero las ilusiones se acaban cuando te despiertas y te duele la cabeza. Cuando lo primero que escuchas son como palomitas de maíz reventándose por dentro del cráneo.

Así, hace unos días buscaba trabajo en una de esas páginas chafas de Internet que se supone son para captar buenas oportunidades laborales, y me dijo Edgar (sí, el mismo de las pedas en la Pira) que el Bar la Pirámide, ubicado en la esquina de Álvaro Obregón e Isaac Garza, había cerrado.

Horas después me bebía una caguama acompañado de Tristana (una amiga que vino a Monterrey a festejar su cumpleaños) y me dijo que esa noche iban a hacer una fiesta en honor a La Pirámide.

No fui a la fiesta, aunque de seguro me iba a poner tan ebrio como en esos días. ¿Ahora qué medirá nuestras pasiones?

 

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