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LAS TÍAS TREVIÑO

Ileana Cepeda

Llega temprano la tía Petra y comienza la letanía de los chismes familiares.

- Antes de que lleguen las demás y puedan escuchar lo que no deben, ya ves que esa Nena es tan chismosa Mindita, que no se puede hablar nada en frente de ella.

Las tías Treviño tienen las formas de Pesquería, caderas anchas, pompas abultadas, labios pequeños, y al chismear, usan un caló muy especial, alargan la última sílaba de las palabras, la sostienen interminablemente como si quisieran que la conversación permaneciera estática, inmóvil y sin tiempo. A ellas no les preocupa el tiempo, pueden tardarse horas hablando y siempre se les hace tarde; así como siempre llegan tarde.


La única tempranera es la Tía Petra que a diferencia de todas; siempre a tiempo, bañada y estrenando.


- Pos sí, pos te la pasas pegada en la máquina cosiendo, pero así has de haber dejado el piso lleno de hilachas-, le dice la tía Leto, que va llegando apresurada y con ollas en las manos.

- ¿Pa’qué hacías tantos tamales, si nomás somos nosotras?-, le pregunta Petra a su hermana a la vez que le besa la mejilla.

- Pos pa’que no andes diciendo que soy bien pichicata. La tía Leto llega con la tía Nena, así que se acaba de cebar el último chisme de la tía Petra.


La tía Petra quedó viuda cuando tenía veinticinco años, dicen que el marido antes de morir le advirtió que no debía ser tocada por otro hombre, de lo contrario vendría del más allá a llevársela y torturarla. Así que después de su muerte, se encerró con sus tres hijos en la casa y no salía ni a los mandados. Cuando tenía necesidad de salir, se tapaba completamente y sólo se le veían los ojos.


Dicen que era hermosa. Pero tenía tanto miedo de su hermosura que prefirió esconderla, a estar tentando a los hombres a mirarla, y como enseguida de su casa había una cantina, siempre había una mirada libidinosa esperándola. Conforme pasaba el tiempo, su cuerpo fue transformándose hasta que no quedaron ya huellas de la belleza olvidada y pudo entonces exhibir su vejez y con ella lo que consideraba el inicio de su fealdad.


Tuvo dos hijas y un hijo. Antonia, su hija mayor, se casó con Reynaldo y tuvo cinco hijas. El matrimonio estaba bien hasta que Reynaldo se enamoró de una mujer más joven y la dejó. Mi tía Toña me caía bien, pero después de que la dejó el marido se transformó y de un día para otro, no paró de hablar. Era tan fastidioso estar con ella, porque nunca se callaba. Tengo tiempo que no la veo pero dicen que vive sólo con su perico, que como puede se tapa los oídos para no escucharla; es más, si pasas por su casa puedes ver las palabras saliendo por la ventana de la casa de la tía Toña, escapando porque ya no caben más.


Panchita es la otra hija, ella se enamoró de su primo, se iban juntos y dicen que se amaban en el río, en la azotea, en el patio, hasta que un día los cacharon en la sala de la casa de la tía Petra y decidieron separarlos por aquello de los hijos malos y todo eso. Desde entonces no se vieron, hasta hace unos días que la esposa del primo murió y la tía Panchita se presentó en el velorio con ramo de flores. La expectación, la reacción familiar fue todo un suceso que aún se comenta como chisme nuevo.


Tito es el único hijo de la tía Petra, hace poco lo dejó la esposa. Ella andaba haciendo ventas a domicilio y se encontró a su ex novio en una de las casas que tocó. Se citaron. Se contaron sus vidas, sus penas y decidieron juntarse. Un día se escaparon, rentaron una casa y dicen los vecinos que duermen en la azotea, por miedo a que en la noche entren los respectivos esposos a molestarlos.


La tía Petra estira a mi mamá para el patio y le murmura:

- ¿Viste a Leto lo que me dijo nomás llegando?: “pa’que no andes diciendo...” Leto es tan repuniosa que arranca el pedazo nomás de oírla.

 

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